El lunes pasado Rafael Argullol visitó el Centro Guerrero para hablarnos sobre arte y mito
ay, los mitos
nunca se me quedaban
los leía y ¿qué era lo que había hecho Prometeo, que se me ha olvidado?
¿era el que bajó la basura antes de la hora, al que el guardia Hefestos pilló in fraganti y multó un poco antes de que, por rabia, pues era de naturaleza rabiosa, prometiera quemar el contenedor
(de ahí el nombre Prometeo, siempre amenazaba y prometía hacer esto o aquello)
y de hecho, lo quemara, incendiando luego el barrio, entonces postburgués y manirroto, para que naciera de allí la civilización del Polígono, también llamada Fénix?
yo pensaba que hablaríamos de algo así,
o de Mazinger Z, de los Masters del Universo, de los Pokemon y de Cartman,
o quizá de Michael Jordan o de Messi, pues había leído el post (solo el título) que anunciaba la conferencia y
¿qué puede una entender por «mito posmoderno»?
luego me di cuenta de que no, que el post lo había escrito y titulado ese colaborador que siempre tiene que hablar de posmodernidad porque lo necesita para segregar serotonina,
pues la conferencia no era sobre mitos posmodernos, sino sobre arte y mito, sin más,
dos cosas recuerdo, después de un fin de semana en el que un concierto de Cruel Patíbulo del Rocanrol (gran grupo) dejara mi cuerpo maltrecho:
1
para Argullol el arte y el mito nacen en el mismo momento
la desolación de no saber quiénes somos,
de saber que morimos, de no entender la trascendencia de la experiencia sensible,
de no soportar lo real sin un relato que explique el porqué de lo real
lleva al ser humano a imaginar mundos más allá de este mundo, y a plasmar esa inquietud a través del arte,
por mi parte, entiendo que una vez que aparece el mito y el arte, ambos inician en la historia una andadura común: uno alienta al otro, generando una simbiosis, ciertamente,
sin embargo,
¿no aparece la inquietud, la idea de mito, primero, y no llega su representación en las pinturas rupestres, después?
alguien al final preguntó algo así, pero ya llevábamos dos horas en la conferencia y no se indagó demasiado
2
del cuadro de Giorgio de Chirico que se proyectó, creo que era The enigma of a day, donde parece haber alguien vigilando un museo, cuidando y velando el enigma
de dónde apareció la pregunta
¿cuál es la función del arte?
¿no será la de cuidar algunos espacios del cocimiento de los intentos de ver el conocimiento (en su totalidad, sin resquicios, sin excepciones) como algo susceptible de ser desentrañado, por cojones, por el ámbito de la razón?
¿no será esa la función última del arte, la de preservar al humano un espacio mítico que no pueda ser descrito por un algoritmo?
¿no será su función, precisamente, la de no tener una función?
busco y no encuentro un término en la RAE que designe lo que carece de función
afuncional
no aparece, sí disfuncional, pues se presupone que la función existe siempre y que, en cualquier caso, algo ha hecho que no lleve a buen puerto su objetivo como engranaje
es curioso que hasta con el lenguaje intentemos alejarnos de la idea de que algo pueda entenderse sin una función que lo describa, cuando esa afuncionalidad, de hecho, es lo que mejor describe al ser humano, metafísicamente,
pues ¿cuál es nuestra función como seres vivos? aparte de comer, vivir y reproducirnos?
ninguna
ser
pero eso no basta
a muchos no les basta
pero es lo que hay
me he acordado, aunque no venga mucho al caso, de algo que decía Don Delillo en un relato de unos astronautas que miran la tierra desde el cosmos:
«la tierra existe para preservar el día y la noche»
creo que es el mejor ejemplo para entender la importancia que tiene mirar las cosas desde un lugar diferente
desde la tierra nunca pensaríamos que es para preservar el día y la noche para lo que existe la tierra
para un astronauta, sí
por supuesto, no estoy desentrañando ni una parte de la increíble evocación que hace el poeta novelista
y tampoco sé si viene tan al caso citarlo
(pero yo cito lo que me da la gana
al margen de su funcionalidad en el texto)
aunque quizá sí sirva para entender lo importante que resulta que preservemos complejas y diferentes epistemologías para adentrarnos en el conocimiento
(yo propongo un modo de conocimiento que no esté obsesionada con la búsqueda de la función
o cuya función no sea la búsqueda consciente
y la llamemos Bartleby:
frente a la Comunidad Científica
la Comunidad Bartleby, primero porque Bartleby representa lo insondable y segundo porque entronca con esa idea del propio Argullol que rechaza la interpretación como única premisa que prologa cualquier metodología del conocimiento)
quería haber preguntado eso
–aunque mi primera pregunta iba a ser:
¿por qué los cuadros, salvo algunas excepciones, son rectangulares?
por qué la imprenta no fabricó libros redondos y por qué las televisiones no son círculos también
por qué el rectángulo occidental–
pero no dio tiempo a ninguna
me habría gustado que nadie hubiera estado pendiente del tiempo y que al final hubiéramos estado allí hablando durante días,
que pasara como en El Ángel exterminador,
que no pudiéramos salir de la conferencia, y que nos hubiéramos quedado allí esa noche, sin saber cuál era nuestra función, negar el algoritmo que describe que las conferencias se dan y luego terminan,
que al llegar la noche todos los presentes hubiéramos buscado huecos por la sala para dormir, haciendo el amor, generando disputas amorosas y discusiones de alto nivel enciclopédico
pero no pudo ser
y nos fuimos a la calle a fumar
y allí recogí allí algunas impresiones, de distinta índole y calado, de los asistentes
Rosa Martínez, empresaria del sector de la costura, me dijo que Argullol le parecía muy atractivo y que era bastante alto
a unos estudiantes que habían estado tomando notas les pregunté y unos me dijeron que había estado muy chula, y otro de ellos empezó a hablarme de Derrida y de Lacan y yo le señalé una de las ventanas del edificio con un gesto que indicaba que se estaba desmoronando y pude así zafarme de sus herméticos desmanes
Marina Guillén y Mercedes Hinojosa (editora del Centro Guerrero la primera y aficionada al arte la segunda) coincidían en que les había parecido muy interesante
valoraban que Argullol hubiera hablado con un lenguaje sencillo y claro de cosas que normalmente se prestan a la confusión
luego se hizo un corrillo de personas que yo conocía y que empezó a conversar sobre la conferencia,
pero en un despiste desaparecieron sin decirme a qué bar se dirigían,
Paco Pomet, pintor, quien le preguntó a Argullol por sus artistas contemporáneos favoritos y que no contento con la respuesta de Bacon y Freud recalcó que se refería a contemporáneos, y cuando Argullol nombró a Antonio López y Miquel Barceló no sabemos si ya eso le contentó o no
(Argullol, por cierto, también dijo que Jeff Koons era una porquería y que él incendiaría, como Prometeo con el contenedor, todos los museos de arte moderno)
Ángeles Recuerda, librera de Ubú
Antonio Dafos, profesor de filosofía y escritor
Gabriel Cabello, antiguo colaborador del este blog pero donde no publica nada desde 2014 (ya está bien) y profesor de Historia del Arte
a todos ellos los convoco aquí para que terminen el post y den su opinión en los comentarios,
ya que no pude hacerle una entrevista a Argullol por una cuestión de tiempo, se la haré a estos asiduos del Centro Guerrero para que respondan en los comentarios
primera pregunta: ¿qué os pareció la conferencia? segunda pregunta: ¿tiene o tendrá sentido el mito en la sociedad posmoderna? tercera pregunta: ¿a qué bar os fuisteis, cabrones? cuarta pregunta: ¿por qué son rectangulares los cuadros?
he acabado aquí
seguid vosotros
yo me voy al cine
Hola, Teresa:
Encantado de saludarte (más o menos funcionalmente).
Por alusiones, te diré en primer lugar que, en efecto, no escribo nada aquí cobrando desde 2004. Sin cobrar, más a menudo, como en esta discusión (http://blogcentroguerrero.org/2017/01/notas-en-papel-continuo-74/).
También te diré que, puestos a no cobrar, me llevé esta ligera impresión de la conferencia a mi muro de Feisbuc, donde sólo hay amigos (y se está mejor, por tanto): «Escuchar una conferencia de Rafael Argullol y comprobar cómo la estética española parecía pararse exactamente en el año 1982, cuando mucha gente en algunos lugares empezó a seguir alegremente a Robert Rosenblum y a ejercer la distinción a través del amor a ese movimiento, nacido treinta años antes, que llamaban expresionismo abstracto -y que se llevó el gato al agua en España con el retorno de la «pintura-pintura» y el «genius loci». Uno, a quien las regresiones, a qué negarlo, le gustan, se sentía como Walter Benjamin con la lupa con que él miraba la historia.»
Pero por contestar a tus preguntas con más precisión:
1) Regulín (a mi autocita remito). Y me apena, porque es un hombre que se sabe muy bien el romanticismo histórico, y se podría haber aprendido con él si hubiese hablado de ello en lugar de decicarse tan explícitamente a la salvación de «lo humano» (¿tu te encuentras «lo humano» con facilidad? A mí se me cambia de sitio constantemente…).
2) Creo que vivimos la sociedad menos metafísica de la historia (también lo dice Jameson, pero como no te gustan las citas…), y sin embargo, el mito tiene aún, transformado, sentido. Es decir, menos no como algo que regule las verdades colectivas (reconciliando en un relato contradicciones que se dan en el plano de lo real, cosa que ya la ciencia permite poco), sino más bien en tanto que mitología individual. Hace ya tiempo que la mitología pasó por el diván, y a él vuelve regularmente. Pero en fin, hay muchos mitos activos, creo yo, como para mí el de Sísifo o el de Ícaro. Se me ajustan medio bien, por lo de ir tirando a pesar de lo absurdo de la cosa y de lo achicharrado que se queda uno.
3) Fuimos a un bar de mierda, pero lo pasamos bien. La próxima vez mejorará y te avisamos con tiempo. Que está feo decirlo en público.
4) Porque de lo que tu hablas no es de los cuadros. Eso son soportes. La pintura «fait tableau» cuando se forma la imagen (la «ilusión óptica») en un espectador. No se puede reducir el «medium específico» (rollo Greenberg y todos los críticos USA que en este mundo han sido, hasta la Krauss) a un objeto.
PS. A veces señalar la ventana no es suficiente y hay que animar…
Hola a todos.
Teresa, Prometeo sí que bajó la basura a su hora. Pero no la separó para el reciclaje. Bajo los residuos orgánicos se acumulaban los tetra-bricks y las latas de atún. Argullol conoce bien el mito de Prometeo. Es uno de los mitos más recurrentes desde hace unos pocos siglos, esos siglos por los que nos movemos como por la casa de un amigo al que le tenemos demasiada confianza.
Tampoco estaba tan mal el bar, Gabriel. Tú allí dijiste lo de Ícaro, lo que me hizo pensar en el cuadro de (seguramente no) Bruegel: Ícaro cayendo al fondo ante la absoluta indiferencia de un hombre que trabaja, que es lo que se ve bien. Y yo sugerí el mito del último hombre o el del fin del mundo… No voy a desarrollarlo, pero no están tan lejos ese Ícaro y lo mío. Cito esto, sin decir de dónde sale: “Precisamente (…) diría que aquel tipo de ser humano que está a punto de convertirse en una realidad de masa ya no es ningún superhombre soberano, sino el último hombre, que tan solo trabaja.“
Pero volviendo a Prometeo y a lo que me pareció la conferencia y sin dejar el bar. Allí me acordé de estas dos citas. La primera es de Argullol, claro, la otra de Bioy Casares. Helas (ay):
“Pero el mayor castigo de Prometeo no son sus cadenas, ni el sol carnicero que lacera su carne durante días eternos ni, tan siquiera, el águila que devorará su hígado noche tras noche. Su mayor castigo es el paisaje que le rodea, la mirada perpetuamente atrapada en una estepa desnuda cuya infinitud y desolación le conmina a adentrarse en el vacío.”
Bioy:
“Los demonios me contaron que hay un infierno para los sentimentales y los pedantes. Ahí los abandonan en un interminable palacio, más vacío que lleno, y sin ventanas. Los condenados lo recorren como si buscaran algo y, ya se sabe, al rato empiezan a decir que el mayor tormento consiste en no participar de la visión de Dios, que el dolor moral es más vivo que el físico, etcétera. Entonces los demonios los echan al mar de fuego, de donde nadie los sacará nunca.”
Un saludo, Teresa.
Abrazos a todos
Muchas gracias a los dos por contribuir al blog. Sabía que serían interesantes las respuestas. A ver si se animan el pintor y librera. Estoy en madrid viendo las exposiciones de conner y kobro en el reina Sofía. Aprovecho para recomendarlos. Cuando vuelva escribo.
Un abrazo!
Hola Teresa, hola a todos:
Al terminar la conferencia tuve la sensación de no poder salvar la distancia generacional que me separaba del conferenciante. Ya estoy acostumbrado a que eso me ocurra con mis padres, los amigos de mis padres y algunos profesores (que uno sobrelleva por el cariño y el roce), pero no esperaba encontrarme allí con semejante barrera. Es una sensación parecida a la que tenemos cuando vemos a nuestros mayores manejar los teléfonos móviles, trastabillándose tecnológicamente y haciendo de una herramienta que puede ser muy útil una prótesis que los hace todavía más torpes y desorientados de lo que su edad ya les impone. ¿¿No hay nada que decir sobre el arte producido después de la época del expresionismo abstracto y del grupo El Paso?? Bueno, sí dijo algo, pero con intenciones pirómanas…No me esperaba que Argullol no encontrase ejemplos más «reveladores» o «estimulantes» de artistas contemporáneos que Barceló o António López. No me lo podía creer. Estos dos son los únicos que salen en el telediario- pensé… ¡no puede ser, es la respuesta que daría cualquier viandante medianamente informado, con cierta culturilla general, pillado por sorpresa ante un micrófono! Vale que Argullol venía un poco indispuesto, y que estaba cansado, pero allí no había nadie cronometrando las respuestas…que no había tanta prisa, como dice Teresa. Sobre el segundo pintor escogido opinaría como un astronauta de De Lillo, pero un poco más socarrón: «Antonio López está ahí para que exista el sketch que le hizo Joaquín Reyes en La hora Chanante».
Argullol parece simpatizar con los apocalípticos que describía Umberto Eco, echando la vista atrás (tan atrás que no rebasa casi el siglo XIX para hablar de arte) añorando la grandeza de épocas pasadas y la inconsistencia del presente. Como esos abuelos que están más interesados en contarnos una y otra vez sus «batallitas» que asistir emocionado (o simplemente interesado, no pido más) al devenir de la vida de de sus hijos o sus nietos. Es fácil no tomar partido y no arriesgarse a hablar de lo contemporáneo, porque claro, si no tienes el comodín de la perspectiva histórica, que es como jugar con las cartas marcadas, puedes perder la partida. Lo triste de esta ocasión es que Argullol perdió la partida jugando incluso con las cartas marcadas. El guión impreso en la convocatoria de la charla prometía mucho, y los puntos a tratar (que tras el primero luego desaparecieron) eran de por sí fascinantes en sus enunciados. Pero tras un arranque que parecía adentrarse en un paisaje argumental muy sugerente, todo fue deshilvanándose siguiendo un curso más o menos vago sobre ideas muy generales sobre arte, mito y enigma (la palabra favorita del ponente). Tampoco las imágenes del proyector ayudaron, pues no se hizo sobre ninguna de ellas un análisis que estuviera a la altura de lo que este autor ha escrito en sus ensayos, algunos de los cuales he leído.
Gabriel, un cuadro es un objeto, cuadrilátero en la inmensa mayoría de los casos. La pregunta es sencilla. Lo que luego haga el espectador en su cabeza con lo que hay restregado en la superficie es otro tema. Supongo que Argullol no se habrá percatado de una tendencia pictórica muy actual que suele darse en Museos de Arte Contemporáneo y galerías punteras, ya que no suele visitar con mucho entusiasmo estos lugares a menos que consiga pasar el control de entrada camuflando una lata de gasolina. Me refiero a los murales efímeros (algunos los hay definitivos) que se ejecutan no solo en paredes de museos sino en toda su estructura arquitectónica. Un buen ejemplo pudimos admirar, no hace mucho, en la memorable exposición que Jesús Zurita ideó precisamente en este Centro Guerrero. Esta diatriba sobre el concepto de «cuadro» me ha hecho pensar que quizá Zurita empezó a hacer murales para librarse de la dictadura que los cuatro lados imponen en los lienzos (y las tablas, y los metacrilatos, los cristales, planchas de alumnio…etc.) y en sus murales podía dibujar y pintar sin la imposición limitadora de los bordes. En los murales de Zurita la pintura escala, se encharca, se estira, se escapa, se arruga, se despliega, se esconde y se muestra de una forma tan libre y sorprendente que revela al espectador una transcripción literal y visible de la ausencia de límites que la capacidad creativa de su autor atesora. Me gustaría que Argullol hubiera visto esa exposición, uno de los muchos ejemplos de sorprendentes muestras de talento que pueden verse en ese tipo de edificios que él confunde con vertederos de basura (emulando a Don Quijote o Rompetechos, escoged vosotros), y ya en la sala de arriba, al terminar el recorrido, ofrecerle un bidón de gasolina y una cerilla.
¿Que qué bar? ¿Pero no decías que no venías, que habías quedado?
Está claro que no tenía muchos artistas en la agenda…
Sólo una nota, Paco: «tableau» equivale más o menos a unidad (compositiva en la teoría de Alberti, equivalente a una enunciación coherente). De ahí que un «esquisse», o un «ébacuhe», aunque estuvieran sobre un soporte cuadrilátero, no fueran considerados «tableaux». Hacia los setenta del siglo XIX los jurados de los Salones ya no se preocupaban por distinguir «calidad» a la hora de proporcionar el acceso de las piezas al Salon. Solamente se distinguía si algo era un «tableau» o no, aunque todos (incluyendo los rechazados) tuvieran soportes cuadriláteros.
Por otro lado, que se forman «tableaux» incluso a partir de textos es un hecho, tanto como la existencia de los «tableaux» parisinos de Baudelaire.
Y no es un rollo exclusivamente francés. En inglés (Fried o De Duve) siguen usando la expresión «tableau» para no confundir con el mero soporte. «Shape» caería del lado del soporte, «form» del lado del «tableau». Y no hay forma sin formación («Gestalt» sin «Gestaltung»), como no hay imagen sin imaginación.
(II) Ya sabes, por otro lado, que mi modelo es más bien el del coreógrafo que pone en escena a una serie de agentes, que luego funcionan semiautónomamente. El objeto-cuadro es algo así como el esquema de la coreografía. El «tableau» es lo que se da en acto (algo parecido a lo que los fenomenólogos llamarían «objeto estético»).
En el fondo da igual, porque lo que lógicamente nos interesa a todos es el resultado de la performance, se llame como se llame…
No, había quedado con una amiga pero luego quería ir al bar ese de mierda y contribuir a la conversación letrada con desmanes más o menos absurdos y transversales, que es lo que suelo hacer. Por alusiones, cualquier humano podría contestar a lo de Gabriel, pero ya solo hay posthumanos, o es lo que me encuentro yo, o lo que veo yo; la salvación de lo humano va pareciendo ya como algo externo, como la salvación de los delfines o las ballenas. El posthumano quiere desaparecer, sin saberlo, desde que escuché «More human than human» de White Zombie estoy convencida de ello. Pero tengo que reconocer que es una cruzada viejuna que me gusta, en la que me gusta creer precisamente porque es de un quijotismo supertierno. https://www.youtube.com/watch?v=E0E0ynyIUsg
Me gusta la cita que escribe Dafos (sí me gustan las citas), sobre todo la primera. Y con respecto a los mitos: Sísifo. Mirad este cuadro que me encontré en el MAD de Antequera (quien vaya ahora, seguirá encontrándoselo). Se titula Serendipia 1, Sísifo. De Kora Corazón. Aquí está:
https://www.facebook.com/madantequera/photos/a.951949368172280.1073741829.928617487172135/1500752019958676/?type=3&theater
Sísifo consigue salir del bucle de la montaña y convence a unos pájaros para que lo saquen de allí. Comprendemos que lo han salvado, que se lo han llevado en volandas, con piedra y todo. Pero a otro castigo. Los pájaros se van a los cables, allí viven. Y Sísifo se queda, con la piedra, colgado. El castigo es la piedra, no la montaña o los cables. Lo cual recuerda al relato aquel de Carver en que una mujer no para de cambiar de casa, de mudarse, y sigue desesperada porque el paisaje no es el castigo, o lo es, pero porque todos los paisajes posibles, lo son. El castigo es interior. Es de la mirada. No hay salvación. Podría ser una metáfora de lo que intenta hacer Argullol con la salvación de lo humano. Nada es ya humano y nada es ya salvación. Es cambio de estado. Y si se sigue buscando salvación, ironía.
Y lo del cuadrado: quería ir más lejos en la historia, o en la prehistoria. Me preguntaba ¿hay relación directa entre lo humano y lo cuadrado? Acabo de empezar a leer la última novela de Harold Fuckfield (Burgueses del espacio exterior, editorial Feynor United) y estuve pensando en eso. El libro trata sobre unos alienígenas que llegan a la tierra con medios relativamente parecidos a los nuestros, cine, periódicos, libros, cuadros, pero el soporte que usan es siempre un círculo (las pantallas, porque papel no gastan). Y bueno, no llevo ni veinte páginas, pero me preguntaba eso, ¿es el cuadrado algo inherente a lo humano? ¿a occidente?
Y sí, Barceló, López… En fin. Bruce Conner, muerto en 2008, más vivo que esos dos. El lunes fue el último día en el Reina. Lástima.