No hace mucho, Pilar Gonzalo, quien siempre está detrás de proyectos interesantes, me pidió información sobre las herramientas de la web 2.0 que utiliza este blog y la web del Centro Guerrero. Mi email de respuesta se convirtió en un listado más o menos justificado de tipos de sindicación RSS, diferencias en los podcast que empezamos a usar y tipo de servicios que tienen que ver con comunidades online en los que el Centro está registrado o estará en un futuro más o menos cercano (twitter puede ser interesante para un tipo de comunicación móvil y breve). La idea era examinar el grado de apertura, transparencia y participación informativa que los museos y centros de arte están desarrollando en España.

Y hay algo en esta historia que me hace pensar si, como decía David Watkin en Moral y Arquitectura, aún nos seguimos creyendo la falacia material, la vieja idea de que la transparencia del cristal en los edificios de representación política acabará con la diplomacia de pasillo. La duda me surge al considerar si un uso intenso de los elementos comunitarios de la red supone la participación en una verdadera cultura de la transparencia o si, por el contrario, deriva en la inserción del museo en un nuevo tipo de orden socioeconómico que produzca un tipo de subjetividades, léase aquí cultura de archivo, y sus efectos de diseminación en el capitalismo inmaterial, véanse los primeros textos de Stallabrass sobre la web; dos consecuencias contra las que el centro de arte, precisamente, apuntula no sólo su discurso expositivo, sino su misma identidad como espacio público de crítica y disensión.

Quizá la pregunta no sea si el museo está usando las herramientas de la web 2.0, a modo de participación e irrupción en un espacio ajeno con el fin de atracción de una subcultura, el efecto pantalla, si no si el museo es capaz de entender estas herramientas para extender y transformar sus usos más específicos. Es decir, la clave no debiera ser tanto el fetichismo del uso, sino la de entender verdaderamente la ideología que está detrás del valor de uso y si, por tanto, el museo la está incorporando y desarrollando en su espacio físico, desde la acumulación de su colección hasta el modelo en crisis de la exposición, pasando por la distribución de su actividad editorial y el modelo jerárquico de difusión y participación pedagógica. Lamentablemente, por los desafíos y contradicciones que implica a su propia identidad, me parece que la idea del museo conectado, del museo P2P, en un tiempo en que el museo sin muros es común hasta el hartazgo, está bastante lejos de llegar.