Interesante la entrevista de Pedro Medina a Francisco Jarauta, publicada en el número 10 de ArteContexto. En lugar de entrar en el debate en torno a la autonomía de los centros de arte respecto a la gestión política, Jarauta acusa a los propios centros de arte de no haber sido capaces de desarrollar las plataformas adecuadas para un debate crítico, así como de no responder a los cambios en la, por llamarla así, disolución, ¿o ampliación?, de lo estético en la sociedad contemporánea. En contra de la negación permanente por acercamiento al espectáculo, Jarauta apoya la creación de centros heterogéneos, contenedores de diversos medios, sensibilidades y actividades, capaces de abandonar la noción de arte contemporáneo por la de cultura contemporánea (¿el retorno del efecto Beauborg?). Cito algunas frases debatibles, por si os animáis en los comentarios:
–Muchos museos, incluso los más importantes, se han mantenido al margen del debate crítico fundamental para una mejor comprensión de las tendencias.
– En los últimos años se observan instituciones (…) que han nacido con otra filosofía, entendiendo que el diálogo debe darse en un contexto más amplio: el de la cultura contemporánea.
– Creo que el debate debe ser distinto, pero entendiendo que la relación con las artes no debe ser una relación limitada a las llamadas bellas artes, debe tener ya de por sí una estructura mucho más abierta.
– Habría que transformar los modelos institucionales en modelos mucho más dinámicos, capaces de sensibilizarse frente a todo lo que significa la innovación dentro de los nuevos discursos artísticos. Obviamente esto no puede resolverse diciendo «ya se encargarán otros».
– Creo que nos tenemos que preparar para un contexto en el que los accesos a los productos culturales, una vez que se distribuyen mediante una red que es imposible controlar, o se vigilan en su origen o el crecimiento de este tipo de productos estará expuesto a una situación de uso libre.
– El desafío actual pasa por lo que se llama formación, educación. Es lo crucial y las atenciones principales deben dedicarse a estos objetivos.
Llama la atención, sin embargo, que el propio entrevistado sea miembro de algunos de los patronatos de estos centros estáticos y carentes de debate (omito nombres), la pregunta es: ¿qué rol o responsabilidad ejecutiva corresponde a este órgano?
Quizá el debate real sea entre el espacio vivo y el espacio muerto. Un espacio lleno admite la obra mejor que un espacio vacio. Un encuentro con la obra es más fácil que una búsqueda.
La educación como fuerza integradora y como valor casi ya revolucionario.
El debate planteado por Francisco Jarauta es central en la cuestión de arte hoy día, como lo ha sido durante la historia de la misma. ¿Es o no el arte algo escindido de la realidad social y política? Es el debate que planteaba Jacques Rancière en su «Politique de la littérature». Cuando el arte se une a la cuestión política puede hablar de realidades, aunque sea de realidades sociales que se proyectan como utópicas.
En un mundo global a través de la red, de la ausencia de fronteras trazadas con escuadra y cartabón, que muestra cada día el flujo migratorio de unos países a otros, más allá de lo que esté definido como legal, hablar del arte como algo privado y privatizado no se instala en el discurso político que el mundo muestra cada día. Estoy de acuerdo con Francisco Jarauta en que es más importante hoy día el proyecto del arte como educación (hacia la alteridad), que el proyecto del arte como defensa de un yo individual que se deshace en su defensa de su privacidad.
y sin embargo, Nieves, las instituciones de esta pseudo-esfera pública se esfuerzan en mantener la ilusión del público como sujeto individual y autónomo, como puedes leer en el post sobre la diferenciación del visitante a la documenta.
Y si pensamos en lo importante que es contar ya con ciudadanos que vienen a visitar de forma cotidiana los museos y los centros. Ciudadanos que ya reclaman exposiciones,talleres y actividades para ocupar su tiempo.
Lo importante es que se creen formas de interpretar el problema del arte y de la política cultural que sean reivindicativas. Una vez que tengamos los discursos teóricos, podremos comprender mejor cómo funcionan los problemas. Ni el público puede mantenerse en la ilusión del sujeto individual, ni el artista. Es una relación entre ambos, que debería dirigirse directamente hacia el mundo. Wölfflin, Riegl, marcaron la revolución interpretativa en la que el arte se configura como magma en el que se puede ver la época, el arte como forma cultural reflejo de la época, y eso apunta hacia un ámbito que no sólo se queda en el artista-productor o en el público-observador, sino que se dirigen hacia el momento político y social en el que se instalan. Estoy de acuerdo con vos, Chema, y son necesarios pensadores que den un punto de vista más social en las grandes instituciones.