Educandos de Benejúzar es un ejercicio de documentación cuyo objeto es el set de genialidades discretas, más allá de la convención pautada, que ocurren durante las fiestas de los pueblos de la Vega Baja del Segura. Todas las fotografías sirven al propósito de registrar el anverso rupturista de estas celebraciones: lo que nace resplandeciente de la escasez de medios. La silueta de la correlación entre la precariedad y el ingenio genera un espacio negativo repleto de colisiones, como pronunciados contrastes económicos que conviven en fluido aprieto, u objetos descontextualizados, privados de sus complejas funciones y reducidos a soportes, volúmenes o sujeciones.
Centro Guerrero: ¿Cómo comenzó este proyecto?
Carlos Aguilera: Empieza en 2016 cuando nombran a mi prima reina de la fiesta del pueblo. Casi que por imperativo familiar, me toca hacer fotos cuando viene a recogerla el alcalde, por ejemplo. Luego aproveché yo para hacer las mías. El momento en que hice click fue cuando me di cuenta de que, por un lado, mis tíos o mi prima se gastaban un pastón en el traje que iba a llevar y luego, a la hora de organizar la decoración de la calle, aprovechaban los restos de los cartones que sobran del supermercado. A mí me explotaba la cabeza por esa doble vía. Utilizar los materiales más cutres y baratos… Esa forma de construir el lujo por medio de las cosas más cercanas fue lo que me llevó a tomármelo cada vez más en serio.
CG: ¿Esto se reproducía en muchos aspectos más de las festividades?
CA: Sí, sí. Muchas veces lo explico diciendo que el núcleo del trabajo está en las relaciones que hay entre lo bonito y lo barato. Es la gran cuestión. Pasamos de los grandes desembolsos a, por ejemplo, una comparsa en la que cuatro colegas se han hecho unos disfraces con unas bolsas de basura, un gorro, cuando es ahí donde está lo interesante, visual y conceptualmente. Un amigo decidió disfrazarse la misma tarde del desfile. Llegaba muy tarde, así que cogió una careta blanca, una camiseta blanca y se pegó recortes de periódico de las noticias que hacían referencia al propio desfile. Me parecía una locura conceptual, un disfraz metarreferencial con respecto a las fiestas en las que iba a participar y, además, el fruto de todo aquello que jamás se te ocurriría de forma consciente, sino de una urgencia, de la falta de previsión, de materiales y de todo.
Junto con las dispares condiciones materiales, la fascinación del artista está también determinada por el tiempo desde al menos tres perspectivas diferenciadas. La más evidente es la de la restricción temporal que viene dada por el período del año, pues, de acuerdo al relato fotográfico de Aguilera, estos delirios son exclusivos de las festividades. Luego, él mismo nos explica otra dimensión temporal de su interés, que es la de la urgencia. Muchos académicos demuestran interés en el despertar de la creatividad bajo presión, aunque los resultados no son homogéneos. Según un estudio grupal de la Universidad de Harvard que data de 2002, una vez que el condicionamiento temporal se aplica al ámbito laboral, se registran consecuencias tanto positivas como negativas en la calidad de las soluciones creativas de los trabajadores. Huelga añadir, primero, que la factibilidad de la medición de la creatividad debería resultarnos sospechosa sin importar la profundidad de cualquier estudio dado —por lo que la posición de Aguilera, el registro desde el encanto genuino, se asoma como la menos conflictiva—; y que, de existir una relación de correspondencia positiva y unidireccional entre creatividad y presión, las organizaciones empresariales podrían verse tentadas a implementar medidas en esta dirección, en perjuicio de la salud mental de sus trabajadores. Afortunadamente, la realidad es siempre más compleja. Para describir con más atino las posibilidades expansivas de la creatividad bajo presión —muy lejos del contexto laboral—, Aguilera acude a una aportación de Enrique Vila-Matas a la que luego le aplicará un giro.
CA: Leí un artículo suyo que hablaba del espíritu de la escalera (esprit de l’escalier, término que Vila-Matas rastrea hasta escucharlo de la boca de César Aira), que aparece en La paradoja del comediante, de Diderot. Se refiere a esa cosa que se te ocurre cuando ya estás bajando por la escalera después de una reunión con amigos que acaba en discusión. Se te ocurre el argumento perfecto Cuando ya estás bajando la escalera. Tiene lugar un desplazamiento. Me gustaba pensar que, si existe ese espíritu de la escalera, que tendría que ver con un desplazamiento temporal del ingenio, también existiría el espíritu de la cochera, que es el lugar en el que ocurren este tipo de manifestaciones creativas, de las cuales el ejemplo perfecto sería el disfraz de este tío. El desplazamiento temporal sería que llegaría tarde, debido a lo cual surgiría un ingenio que no era normal.
CG: Corrígeme si no lo he entendido bien, pero incluso parece que se da el caso contrario al de la escalera: esta es una anticipación.
CA: Claro. En ambos casos hay un desplazamiento temporal y algo que ocurre con el ingenio: en un caso es porque llega tarde, y en el otro tiene que surgir porque llegas tarde.
La última perspectiva del tiempo que puedo discernir queda soterrada durante la entrevista, y se refiere a la fugacidad de estas soluciones. Ya durante las fiestas estivales o más allá, nada de lo que recoge Aguilera parece gozar de una protección institucional, ni del seguro que confiere la práctica ancestral, ni del cuestionado honor de convertirse en archivo y ocupar una balda en una estantería. Aguilera insiste en que busca aquello que no responde a lo que mantiene la tradición, sino al chisporroteo de las mentes prendidas de gozo en comunión. Al arrojar luz sobre esta dimensión, las festividades de la Vega Baja del Segura se tornan un tiempo ambiguo durante el que coexisten los motivos habituales con la celebración de la capacidad de celebrar.
CA: Hay una foto en la que sale un tipo agachado, que es mi padre. Era de una vez que se hizo una fiesta en el garaje. Había tantos trastos allí metidos: una mesa de billar de la asociación de la tercera edad del pueblo, una minicadena, muebles de mi tía… Pues allí iba a celebrarse la coronación de mi prima. Era el lugar al que ibamos a invitar a la gente a tomar algo. Como estaba tan lleno de trastos, a mi padre se le ocurrió pegar todos los trastos a las paredes y cubrirlos con manteles de papel. Generaban una escultura de un montonazo de metros y volúmenes de papel, increíble, y fruto, de nuevo, de esa urgencia ante la visita inminente.
CG: ¿Hay alguna conexión previa entre tus trabajos previos y este?
CA: Sí, sin duda. La foto que se ve en la pantalla de inicio de mi página web es la del día de antes de una comunión de un miembro de mi familia. Estaban celebrando una fiesta en la trastienda del supermercado de mi tío. Siempre acabo relacionando mis proyectos con algún elemento de esa foto, y llevo eso a la práctica en mi web; es que ahí está presente casi todo lo que me interesa. Es una foto que siempre se repite, es el mínimo común denominador de todo lo que hago. De alguna forma, habla sobre el tema que me interesa fotografiar, que tiene que ver con una reunión, con una fiesta, con lo que ocurre antes de un evento o alrededor de la mesa. Además, en esta foto no se sabe si acaba de empezar algo, o si ha terminado ya: hay un desplazamiento temporal y un tiempo indeterminado. Están tanto el tema como el desplazamiento que ya comentamos.
Terminamos la entrevista con la superficie del conjunto, el orden de la serie, en el que Aguilera consigue esconder, gracias a conversaciones con sus amigos, una última sorpresa. «Yo nunca me había puesto delante de tanto material», explica. Nos aclara que recurrió a la partitura del pasodoble que da nombre al proyecto fotográfico, Educandos de Benejúzar, de José Aparicio Peiró. «Al final tuve una selección de casi cien fotos, y necesitaba una herramienta con la que darle forma. Un colega mío, que es músico, me hizo un análisis de la partitura y me proporcionó unas pocas claves, como la alusión a la madera, o al metal, o los cambios de tono». Las imágenes se disponen en fila india. La misma amabilidad que ofrece el orden propicia una última actitud lúdica a la hora de interpretar las claves y llevarlas a la práctica. Jose Antonio Marina nos ofrece una amplia inducción que acoge con gusto los juegos de Aguilera y las invenciones de los pueblos de la Vega Baja del Segura:
«La inteligencia descompone la armonía preestablecida entre ser-consciente y ser-interesante. El hombre puede unirse conscientemente a cualquier objeto. Los estímulos han perdido su omnipotente capacidad de control y el primer plano ya no está predestinado al mensaje más urgente. Ha dejado de existir la jerarquía objetiva de las importancias y aparece la aristocracia subjetiva […] La inteligencia es el poder de suscitar ocurrencias.»
Vila-Matas, E. (2011, 13 de diciembre). «El espíritu de la escalera». El País. Recuperado de <https://elpais.com/diario/2011/12/13/cultura/1323730805_850215.html>
Marina, J. (2006). Teoría de la inteligencia creadora. Barcelona: Anagrama. ISBN: 84-339-6652-9
Amabile, T. et al. (2002). Time Pressure And Creativity In Organizations: A Longitudinal Field Study. Working paper No. 02-073. Cambridge, MA: Harvard Business School.
Excelente entrevista, muy interesante y necesaria para entender a fondo el trabajo de Carlos Aguilera. Hemos tenido la ocasión de ver el proyecto expuesto en Fnac Triangle (Barcelona) y nos pareció genial. Agradecemos la realización de este contenido y les invitamos a visitar nuestro blog https://fotomaniabcn.blogspot.com/ en el cual publicamos artículos sobre exposiciones de fotografías de Barcelona y provincia.