Slavoj Zizek: Los eventos y los encuentros explican nuestro miedo a enamorarnos. Big Think, YouTube
Transcripción del vídeo
¿Qué es un evento? Es una pregunta difícil no porque carezcamos de definiciones, sino porque hay demasiadas. En mi libro (Event: A philosophical journey through a concept) me concentro en el concepto de evento entendido como algo extraordinario que ocurre, pero con toda esta amplitud de lo que llamamos evento, creo que podemos extraer una estructura elemental a través de su descripción en términos formales. Dentro de un cierto campo de fenómenos donde las cosas siguen el flujo normal de las cosas, de vez en cuando sucede algo que, por así decirlo, cambia retroactivamente las reglas de lo que es posible que suceda. Algo es generado por esa situación, es producido causalmente por esa situación, pero de alguna manera cambia de manera interactiva toda la situación. Es un milagro en el sentido de que el evento habría sido un efecto más fuerte que sus propias causas.
Ahora pondré un par de ejemplos que espero que les gusten a todos. En literatura, ¿por qué se considera a Kafka, Franz Kafka, el que todos conocemos y amamos, un evento? Por supuesto que tiene predecesores, podemos decir que Kafka se basó implícita o explícitamente en toda una serie de otros artistas como Edgar Allan Poe, Dostoievski, William Blake, etc, pero no se puede describir de ese modo tan simple porque cuando intentas aislar a esos predecesores de Kafka, puedes ver que en esa dimensión, Kafka ya estaba allí. O como Borges, el escritor argentino, lo expresó de manera maravillosa y concisa: un escritor verdaderamente grande crea su propio pasado, sus propios predecesores, de modo que sí, hay personas que lo influenciaron, pero solo se puede ver esta influencia una vez que entendemos que él ya estaba allí.
Y ahora déjenme saltar a un dominio totalmente diferente. El amor. El amor en el sentido antiguo que hoy es cada vez más raro. El amor es un encuentro. Es por eso que en inglés y también en algunos otros idiomas, no todos como el francés [o el español], se usa el término «caer», fall in love. Nos enamoramos, «caemos» enamorados. Este es el evento que mencioné. ¿En qué sentido? Digamos que llevas una vida feliz, tienes suerte, tienes un trabajo, te ves regularmente con amigos. No estás enamorado, solo tienes aventuras de una noche, tal vez aquí y allá. Bebes, vas a sitios, bla, bla. Entonces, de repente, de una manera totalmente contingente, digamos que tropiezas en la calle y alguien te ayuda a ponerte de pie. Es una joven o un joven, bla, bla. Y, por supuesto, es el amor de tu vida. Un encuentro totalmente contingente pero el resultado puede ser que toda tu vida cambia. Nada es igual ya, como se suele decir. Incluso percibes espontáneamente que toda tu vida pasada te lleva a este momento único, ya sabes, la ilusión del amor… oh Dios mío, te estuve esperando toda la vida. Esto… algo como esto podría considerarse que es el evento amoroso. Y creo que hoy en día es cada vez más raro. Muchos críticos culturales inteligentes se dan cuenta de que casi estamos volviendo a los tiempos prerrománticos y premodernos, épocas en las que el matrimonio o las conexiones amorosas eran una cuestión de parientes, consejeros, etc. Tu tío, tu tía, seleccionaba con quién te casarás y así sucesivamente. Hoy en día es similar, solo que en lugar de todos esos viejos tíos sabios lo que hay son agencias de citas, agencias matrimoniales.
Lo que nos ofrecen es precisamente amor sin la «caída», sin el enamoramiento, sin este encuentro dramático totalmente impredecible. Y eso es lo que me parece muy triste. Creo que hoy tenemos cada vez más y más miedo a este evento o encuentro. En el fondo estás con algo que es totalmente contingente, pero el resultado de ello, si lo aceptas como un evento, es que toda tu vida cambia. Es una historia diferente. Por eso creo que este evitar enamorarse es el mismo fenómeno que –una broma habitual que uso en todos mis libros, ya sabes– querer ganar la apuesta sin arriesgar, sin el precio que tenemos que pagar por ello. Queremos… no sé, queremos azúcar sin calorías, así que tenemos edulcorantes. Queremos cerveza sin alcohol… y así sucesivamente. Y afirmo que ocurre lo mismo con la sexualidad. Queremos breves encuentros sexuales de sexo seguro sin la «caída», sin este apego fatal. Y creo que esto es lo más triste porque creo que incluso lo que aquí está emergiendo lentamente no es otra cosa que la ideología predominante de hoy en día. Es eso a lo que irónicamente me refiero como budismo occidental: la vida es solo un juego de apariencias, no te lo tomes demasiado en serio, mantén una distancia adecuada, no te apegues demasiado a los objetos mundanos… toda una filosofía que encaja a la perfección con la actitud más consumista y más superficial. Entonces, repetimos: los eventos son raros. Un evento es un encuentro dramático que, para decirlo en términos filosóficos, crea retroactivamente sus propias causas.
Slavoj Zizek (Liubliana, 21 de marzo de 1949) es un filósofo, psicoanalista y crítico cultural esloveno de pensamiento freudo-marxista. Esto es lo que pone al principio de la entrada de Wikipedia. Si no conoces a Zizek, busca The Pervert’s Guide to Cinema, es lo mejor para iniciarse. El esloveno tiene cientos de libros, o por lo menos muchos, y se leen bien, pero si eres uno de esos vagos que tanto contribuyen a que la civilización se desmorone y no lees nada, puedes escucharle hablar en documentales y conferencias, en YouTube hay miles. Zizek es una de las personas más inteligentes del planeta, tanto que algunas de las cosas que dice pueden apabullarte y desconcertarte. Piensa siempre que va kilómetros por delante de ti, por eso, si le escuchas decir que «el acto definitivo del amor es la traición» (vídeo que no hemos querido poner aquí por la controversia y el despiste que puede generar), no pienses que está defendiendo ningún útil de maltrato psicológico tan de moda en la Post-postmodernidad. Está tratando de situarte fuera de tu pensamiento habitual, está tratando de despertarte, te está diciendo otra cosa. Puedes confiar. Aunque no seas de izquierdas como él, ni lacaniano como él, puedes confiar. Su pensamiento es un pensamiento moral, en el buen sentido de la palabra. Zizek piensa aún mejor de lo que su compatriota Luca Doncic juega al baloncesto. Así es que hazlo tu padre, tu hermano, o como mínimo, tu amigo. Como ves, en los vídeos de YouTube lo puedes seguir en inglés con subtítulos en inglés sin mucha dificultad, a pesar de sus múltiples tics y a pesar de que su inglés no sea perfecto (eso ayuda, aunque en la transcripción en español parezca que falta algo: he preferido no arreglar casi nada). Cuando te hayas hecho fan, ve a YouTube y mira esta parodia hecha por Klemen Slakonja para la televisión de su país https://www.youtube.com/watch?v=80X0pbCV_t4 y te darás cuenta de hasta qué punto es una estrella de los medios (te aseguro que si tienes paciencia y lo pinchas después de haber visto unos cuantos vídeos de Zizek, te lo puedes pasar muy bien viéndolo). La parodia es un homenaje, pero él es incapaz de verse a sí mismo en la pantalla, y menos parodiado, debido a la vergüenza que siente hacia sus tics (a mí esos tics hasta me gustan, la verdad, los llevo viendo tanto tiempo que ya me parecen un epítome de la inteligencia). Zizek es un filósofo que llenaba estadios cuando era más joven, que salió con Lady Gaga y que antes lo había hecho con la modelo argentina Analía Hounie, aquella a quien Calamaro se refería como Flaca (no pienses mal, no es que haya querido ser una estrella, es que ha aprovechado la tecnología para llegar a más gente y en ese proceso algunas mujeres inteligentes se ha enamorado de él, eso es todo). Muchos de sus vídeos son auténticas joyas que te ayudarán a entender el mundo que te rodea, quién eres y dónde estás mucho mejor de lo que lo puede hacer cualquier droga, político, chamán o novia de hoy en día. Acabarás siendo no solo más listo, sino más humano, y eso estará muy bien, sobre todo, para el resto de nosotros. Sin ir más lejos, fíjate en este vídeo. En unos minutos te explica eso que sospechabas pero que no podías analizar ni entender del todo. Y lo hace como quien coge un cacahuete y no tiene que hacer ningún esfuerzo para saber cómo romperlo para llevarse el microfruto a la boca (y a la tuya). Viva Zizek, gran repartidor de maní.
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