AFM desarrolla en su remake prohibido un recurso muy característico también de Manuel Vilas: el cuestionamiento del referencialismo, y a su través la subversión del realismo más convencional. Puede verse la diferencia de tratamiento comparando su actitud, desinhibida y traviesa, con los escrúpulos que manifiesta un contemporáneo suyo que ya ha salido en estas notas: William T. Vollmann, que se ve impelido a publicar una aclaración encabezando las más de 50 páginas dedicadas a las fuentes al final de Europa Central: “el objetivo era escribir una serie de parábolas sobre actores morales europeos famosos, infames y anónimos en momentos decisivos. La mayoría de los personajes de este libro son gente real. He llevado a cabo una minuciosa investigación sobre los detalles de las vidas de estas personas. Sin embargo, esto es una obra de ficción. Espero haberles hecho justicia poética a ellos y a las situaciones históricas (que fueron reducidas a parábolas, luego embellecidas aquí y allí con telerañas sobrenaturales)”. Eso era lo normal cuando se recurría a personas o personajes canónicos: buscar para ellos situaciones plausibles, verosímiles y coherentes con la idea que nos hemos fijado de ellos. Ya sea para reparar en momentos no tratados en los textos originales (El lenguaje de las fuentes, de Gustavo Martín Garzo), ya para imaginar sus vidas después de lo narrado (Al morir don Quijote o El final de Sancho Panza y otras suertes de Andrés Trapiello, que por cierto antes de escribir estas censuró el abuso y oportunismo de la novela de Garzo a la hora de servirse de personajes famosos para hacerles protagonistas de relatos extraños a ellos), ya para proponer situaciones imposibles pero muy ricas en sugerencias (Shakespeare y la ballena blanca, de Jon Bilbao). Frente a todos estos usos, AFM y Vilas enredan alegremente para disolver toda seguridad identitaria pre-fijada, como si jugaran al disparate con sus abuelos dadá, desordenando el trazado urbano de la novela moderna en un gozoso carnaval.
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