Ir y venir en 2002, fue la primera ocasión en la que coincidieron Valcárcel Medina y José Guerrero. Sin mucho que ver entre sí, el pintor, caracterizado siempre por llegar tarde a tiempo (al Nueva York del expresionismo abstracto o al Madrid de los Esquizos) se enfrentaba al artista conceptual, obsesionado por agotar la medida del tiempo
La segunda ocasión tuvo lugar en 2009 en el Museo Reina Sofía. Conocedor de que las retrospectivas no son más que cosas viejas, Valcárcel rechazó este formato y planteó una fuga como huida hacia delante. Otoño 2009 fueron una serie de interferencias, pausas y actitudes que reinventaban las prácticas del museo desde la paradoja, el humor y el análisis. Una visita guiada, y razonada, a la exposición anual e interna de los trabajadores (Hecho en casa), una serie de libros marcados en la biblioteca, como invitación oblicua a rastrear las lecturas del artista, una retrospectiva de solo tres días colgada como una exposición en el claustro de la Annunziata fechada a comienzos del s.XVIII, un paseo con los visitantes del Museo por los alrededores de la ciudad, que conducía a mirar lo que se cruzaba ante ellos, la vida, como una serie de happenings o acontecimientos calculados con esmero o una conferencia grabada sobre qué iba a suceder al grabar la conferencia integraban algunas de estas circunstancias.
Entre todas ellas, destaca la única que ha quedado registrada en el tiempo, en la radio-web del Museo, una audioguía sonora sala por sala. Ese mismo año, el Reina Sofía comenzaba la reescritura de su Colección basada en la noción de constelaciones, en la capacidad de afrontar la abundancia de historias frente a la lógica de la escasez de los museos de la modernidad central que todos conocemos. Valcárcel emprendía una tarea similar, la de desmontar los relatos dominantes, trazando su propia narración de la colección, armado simplemente de ganas de pasear, de un magnetofón y de una voluntad de mirar y volver a contar.
Uno de los momentos más destacados es el reencuentro con José Guerrero, siete años después de Ir y venir, esta vez en el contexto dedicado a Norteamérica y la reinvención de la modernidad. Frente a la extrañeza de lo cotidiano de Esteban Vicente, enuncia la voz del artista, la obra del granadino en estos años no es la presencia del negro, como tan a menudo se ha interpretado, sino lo que sucede a la vez que el negro. Guerrero, como todo el Museo Reina Sofía, es convertido por Valcárcel Medina en otra circunstancia, en lo que ocurre mientras todo sigue su curso, en lo que ocurre para que todo cambie su curso.
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