Retomamos en el blog esta serie iniciada hace años e interrumpida, como tantas otras cosas, por la pandemia. Al final de la década anterior, la visita de Rafael Argullol al Centro Guerrero fundó Archipiélago, una sección que tomaba como punto de partida su concepto de transversalidad y el nombre de uno de sus libros (Archipiélago, Subsuelo, 2015) para presentar esa hibridación siempre fértil y pertinente: la de pintura y la literatura. En aquel libro de 2015, cincuenta autores del mundo de la cultura elegían un fragmento de la obra de Argullol, un fragmento de la obra de otro autor y una imagen que definieran, de una u otra forma, al pensador catalán. Con esta voluntad de indagación, entre el azar y el destino, presentamos nuestra versión transversal de Archipiélago, donde un texto de un escritor y una obra de José Guerrero, como islas con un origen geológico común, ocuparán un mismo espacio para generar un diálogo, expulsarse, acercarse, fundirse o comprenderse mutuamente.
Javier Moreno (Murcia, 1972) es licenciado en Matemáticas y Literatura Comparada. Es autor, entre otros libros, de los poemarios Cortes publicitarios (Premio Nacional de poesía Miguel Hernández) y Acabado en diamante (Premio Internacional de poesía La Garúa), de las colecciones de relatos Atractores extraños, Un paseo por la desgracia ajena y Magnífica desolación, de las novelas Click, Alma, 2020, Acontecimiento, Null Island y Omega, y del ensayo El hombre transparente, cómo el mundo real acabó convertido en big data.
Veintidós pasos en el interior de la luz
Esto.
Una cosa.
Nada más sencillo.
Bastarían unas pocas palabras.
Como dedos tiene la mano.
Adecuar el fondo a la forma.
Hay cosas en la vida realmente insignificantes.
Sucesos efímeros que se extinguen como el rayo.
Se trata de separar el grano de la paja.
El objetivo es minimizar el lenguaje que albergará un pensamiento.
Hacer de la precisión telos de aquello que pugna por expresarse.
Lo superfluo como un vicio que aboca al pozo de lo errático.
Al igual que la recta minimiza la distancia entre dos puntos del espacio.
La frase ha de ser un acorde y su modelo una pulsación de armónicos.
Si un hecho, una emoción o pensamiento son complejos, desgranarlos en sus componentes más simples.
La estrategia a seguir es la de un oscilador más bien que la de un martillo.
El mar es sabio, jamás optaría por golpear la tierra que lo circunda con una sola ola.
De lo contrario corremos el peligro de desbordar el horizonte cuando no sabemos qué habrá del otro lado.
Podemos, es cierto, amplificar o retraer la existencia y solazarnos con las texturas de las escalas superiores e inferiores.
Pero una vez localizado el objetivo nada nos impide delimitarlo y ofrecerlo como improvisada diana a la flecha del lenguaje.
La luz sin ningún dónde que aproxima el misterio de su origen a la retina ha de ser considerada nuestro maestro.
Encender la luz, abrir los ojos a su destello fulgurante y, tras el deslumbramiento, atraparla para siempre tras la compuerta del párpado.
Poema inédito compuesto de 22 fragmentos (cada uno de los cuales tiene una palabra más que el anterior, desde una hasta veintidós), cuya disposición original es como sigue:
Deja una respuesta