El nacimiento de un nuevo proyecto editorial crítico es una buena noticia. Cuando ese proyecto es independiente del mercado galerístico en la definición de contenidos, la noticia es excelente; cuando aparece con contenidos abiertos en la web y está respaldado por un grupo transversal y colaborativo de jóvenes críticos e investigadores latinoamericanos, la noticia es excepcional.
Pero des-bordes no es una noticia, es un proyecto político. Una plataforma de reconstrucción, revisión y actualización que tiene que ver con la memoria, los lugares de producción de la historia, los espacios de exhibición de sus restos materiales y la invisibilidad del poder que los conforma. En la actualidad, investigar en América Latina equivale, antes que a plantear temas de debate en la esfera pública, a marcar pistas de objetos culturales que el norte expropia, exhibe y anula. En una conversación reciente, Paulo Herkenhoff hablaba de cómo Lygia Clark y Helio Oiticia ya no existen en América Latina, y de cómo otros artistas, como Mira Schendel o Lygia Pape, están comenzando a ser presencias apenas testimoniales. Cuando la memoria empieza a dejar de pertenecerte, la mejor manera de actuar es volver a pensar cómo se conforma, hacia dónde circula y cuál es su destino. Y éste parece ser el objetivo de des-bordes.
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