El punctum de la imagen mental es una venganza tonta que tontamente manifiesta algo como un rencor por lo que tantas veces se ha expresado, con abuso melodramático, como la liquidación de la imaginación que lleva a cabo el cine. Ciertamente, es una forma anticuada de decirlo. Pero no es menos cierto que cifra una verdad. Peter Mendelsund nos persuade de ello, con eficacia didáctica, en Qué vemos cuando leemos. En particular, demuestra la diferencia brutal de unos y otros textos analizando cómo se representan los lectores a los protagonistas de las novelas. Se trata siempre de imágenes vagas, inconcretas, que proyectamos difusamente, quedan como suspendidas y vamos continuamente corrigiendo según avanza la lectura. Ese proceso abierto y demorado, que permite ambigüedades e incluso contradicciones a la hora de imaginar cómo son Emma Bovary o Ana Karenina queda automáticamente roto con la primera aparición en pantalla de la actriz que va a encarnar el personaje en la película: la vemos de golpe (para nuestro arrobo) entera, concreta, de una vez. Es un chute que nos retrotrae a la Imagen primaria. Y por eso el cine siempre ha tenido tanto que ver con lo imaginario (frente a la literatura, que tiene que ver con la imaginación).
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