y Zurita allí al fondo con una camiseta azul y sus barbas anteriores a la moda de las barbas,
barbudo de los noventa, cuando solo los de ZZ Top las lucían,
y Bud Spencer, claro
y el río de gente es una corriente lenta, aceptablemente lenta y con un caudal adecuado para estar en la exposición de Zurita
sí, le ha echado cojones, hay que echárselos para dialogar así con Guerrero, pintar las paredes del museo de Guerrero con los cuadros de Guerrero al lado
conforme subes plantas vas viendo cómo es la cosa:
ha empezado a dialogar en las dos primeras plantas con el maestro
para luego quedarse solo en las dos de arriba,
rumiar lo conversado y ser él, más Zurita, todo Zurita, con Guerrero dentro, implícito,
y pienso que la exposición podría llamarse
cómo gestar un homenaje, cómo ser un epígono puntal, o circunstancial,
cómo mostrar un proceso de influencia, sus costuras:
te acercas en la planta baja, te identificas en la segunda,
te alejas y pintas con tu mano y con sus ojos en la tercera y en la cuarta
dicho de otra forma
abajo es Aristóteles hablando con Platón
arriba ya es Aristóteles a solas, con barba nocturna, con Platón digerido
Eduardo Quesada llega y suelta un speech a un grupo con el que deja claro
que en veinte segundos se puede hacer una reseña de una exposición,
que parece tener quince años menos
que está vivo
más que otros
más que otra ¿y por qué coño me marchito yo tan rápido?
y pienso que es mejor no hacer mucho caso a cómo hablar de lo que hablamos pero hablar
y siempre me surge esta duda con una exposición o con un libro
pues el arte es una metáfora siempre,
¿por qué siempre hablamos de otra cosa cuando queremos abordar una cosa?
pues sencillamente, porque es imposible el abordaje, el abordaje es romper la cosa, ver los pedazos, rotos,
eso decía Bergson
el otro día me fijé en una farmacia,
y en la leyenda digital de su cruz y se sucedían estas palabras
35º
loterías
recargas
12:30,
y pensé que, como sucesión, era algo absurdo: información del interior y el exterior, de lo que ofrece la farmacia por un lado y lo que ofrece la galaxia a los humanos, así es que luego podrían venir por ejemplo
las palabras
perro
siglo XVII
lapislázuli
y pensé que la fragmentación es inevitable, todo es fragmentación,
hasta el discurso más fluido
porque solo fluye eso, la desfragmentación,
el ruido de una ciudad, por ejemplo, ese rumor, que es constante, que es como un Dios continuo,
pues está compuesto de fragmentos, unidos,
y ese es el río que suena
y bueno,
a qué venía esto,
a que no hay esencia posible ni abordable, la metáfora aborda algo exterior para abordar un interior porque su interior está afuera
y pienso que quizá pueda hablarse de la farmacia para hablar de los frescos de Zurita en el Centro Guerrero,
porque a lo mejor sirve lo mismo
que yo diga que la brecha de Víznar ahora es de carne, una incisión en un cuerpo que vomita su interior, que es geología sexual, o quirúrgica,
y el buril
y el cómic
y la impresión de la tercera planta
cuando la vi quería alquilarla, vivir en esa tercera planta un tiempo, sin ventanas, con aquella brecha abriéndose y cerrándose (a una velocidad imperceptible) como una ventana interior
y no sé si me deprimiría
o llegaría a alcanzar el nirvana
(y si sería el de Cobain o el de los jainistas),
o si es mejor decir,
el pintor
supera el límite del enervamiento que surge entre el yo y los hechos, es el enlace polimórfico entre la contingencia y la necesidad, la hibridación entre el sujeto moderno que es y que deja de ser cuando es
en la visión especular del hecho pictórico, una reconstrucción espectral de sí mismo, no del mundo: he aquí el nuevo yo, que no es ya romántico, sino posmoderno
y
seguir así y decir, como en el catálogo de Domingo Zorrilla que por fin he conseguido, donde está El topo estrellado, uno de mis obras favoritas, sobre todo porque no está terminada, que el topo es Domingo, y entonces
llegar a la conclusión de que Zurita se está pintando a sí mismo en la tercera planta,
que hay una identificación entre la apertura interior que supone abordar una obra con la de abrir en canal un cuerpo,
pero también podría decir
35º
Asdrúbal
vacaciones Santillana
y los cuadros y los frescos estarían allí, vivos, para que usted fuera a verlos y decir que menuda incompetente la del blog, pero que los cuadros son preciosísimos, y los frescos,
o decir,
humm,
muy interesante,
vámonos ya al bar,
esto lo pinta mi niño
pues vaya puto niño tiene
señora,
o en fin,
que por eso lo hago así,
le digo a Antonio Pomet, que me ha preguntado con cierta impertinencia y le digo que a ver si duerme más porque vaya cara,
y él me dice si voy a dar por saco en el artículo con cosas que no tengan que ver con Zurita,
si voy a hablar de epistemología, de metaliteratura, como siempre
‒y creo que añade algo así como:
y encima hacerlo mal‒
y que si luego voy a contar que salgo a fumar y veo al canoso que pide un bocadillo desde los años noventa,
otra vez,
si me lo encuentro, respondo, puedes apostar a que lo saco
y él me aconseja que deje de repetirme
que escribas sobre arte de una vez y me pregunta qué diría de las obras
y le digo que si fuera él y no yo
diría
que en el acercamiento de Zurita a Guerrero, sobre todo al hilo de La brecha, algo me llama poderosamente la atención
y es la diferencia con que se aborda la tragedia
(y aquí puntualizo y explico que hablo de lo estrictamente pictórico y plástico, al margen de a qué circunstancia histórica nos estemos remitiendo)
y que mientras Guerrero sufre, Zurita disfruta
y que por eso es más moderno
y él me corrige, posmoderno,
y yo le digo que es parte de lo mismo
y él me dice que no hay cinismo en Zurita
y yo le digo que no he dicho que lo hubiera
pero que habría que mirar bien eso que dice
y me pregunta si es eso lo que tengo que decir
y le digo que sí, al menos lo que tengo que decirle a él
y él me dice que si quiero bajar a fumar
y yo le digo que sí, que así podré escribirlo
y él leerlo
y comento que lo que pasa es que no me creo las palabras tanto como él,
que es un determinista insoportable
que las palabras se las lleva el viento
y luego digo
caminante no hay camino
y él
que sí hay
y yo que no
y él que sí
y yo que no
y él que sí
mientras bajamos las escaleras, que él por supuesto considera un camino
y nos vamos a fumar
y fíjense qué cosa,
vuelvo a ver al mítico Lazarillo de Granada
que llora pidiendo un bocadillo y que, por cierto, está muy delgado para llevar desde los noventa con una dieta basada estrictamente en carbohidratos, claro que él camina mucho, recorre Granada sin descanso pidiendo más y más bocadillos, lo que quizá le ayude a quemar las calorías,
y Antonio y yo lo vemos haciendo pucheros, que es lo que hace sin descanso
excepto cuando lo llaman al móvil,
porque cuando lo llaman al móvil deja de llorar, carraspea y dice con una voz,
lo juro, la he escuchado,
idéntica a la de Constantino Romero, que es la de Darth Vader:
¿sí, dígame?
porque su otro trabajo, que atiende con el móvil, es el de gerente de un concesionario de coches,
eso he oído,
y Antonio se ríe y dice
ahí lo tienes
y yo le digo que es su zona, es fácil que aparezca
y él me recomienda, déjalo ya, habla de Zurita de una puta vez
ha dejado de tener gracia
y Antonio me pregunta si me ha gustado lo que ha hecho Zurita
he flipado
a él le gustan los dibujos de la cuarta
es un cabrón, cómo dibuja,
sí,
es un cabrón,
es un cabrón,
sí,
¿cuánto crees que costaría alquilar la tercera planta?
no puedes alquilar la planta de un museo
sí puedo,
no puedes,
sí puedo,
tendrías que alquilar también la cuarta, eso como mínimo,
o comprar el edificio
cuánto costaría,
demasiado, Teresa,
eres autónoma, ¿se dice autónoma o autónomo también en femenino?
no lo sé
y al final eso es lo más fértil de todo porque la reseña que soltó Quesada a Zorrilla, Montalvo y otros en la planta que voy a alquilar pronto no la puedo reproducir, aunque estaría bien que en el Guerrero compraran una cruz de farmacia y pusieran en sus leyendas digitales lo que dijo entre, por ejemplo,
36º
primitiva
22:30
grieta,
quiniela
niveles de polución: nocturna
brecha,
un bocadillo,
cabrón.
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