Naturalmente, la experiencia estética se produce en la intimidad. O produce la intimidad. O al revés.
En todo caso comparten la misma esfera. Diferente de la otra, la de la identidad, que es la del género. Rafael Reig las distingue con precisión en Lo que no está escrito: «En una novela, lo que sucedía por necesidad, lo que formaba parte de la cadena de causas y efectos, obedecía al mecanismo narrativo. Las casualidades en cambio venían de otro lugar, eran pequeñas grietas en el edificio, a través de las cuales se podía atisbar el sótano sin luz y se adivinaba el oscuro latido del deseo».
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