Asociado a ese asunto, Reig introduce otro sobre el que se han vertido ríos de tinta: «a partir de ahí, construyes al autor a la medida de tu lectura. Porque no es el autor el que crea el libro, sino al contrario: es el libro el que, para ser leído, exige un autor y por lo tanto lo construye a su imagen y semejanza. […] sólo la fe en el autor resuelve el sentido de la lectura, sólo se puede leer creyendo que hay un autor, alguien que se haga responsable.
»El autor está dentro del libro, no fuera; es el libro el que, para ser leído, nos obliga a imaginar que tiene un autor. Inventamos al autor como inventamos dioses ¿Qué pinta aquí esta infumable descripción de tres páginas? Confía en el autor: sus caminos son inescrutables, pero él sabe hacia dónde vamos».
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