Cuando escribimos, en abril de 2011, cualquier pronóstico sobre la evolución de la economía mundial es sumamente incierto. […] En los primeros meses del 2011 las noticias sobre las crisis de la deuda nacional en varios países europeos y las débiles estimaciones del crecimiento económico reciente en muchos países crean muchas incertidumbres sobre cuál será la evolución a corto y medio plazo.
José A. Tapia y Rolando Astarita, La Gran Recesión y el capitalismo del siglo XXI[1]
Espero demostrar que, sin excepción, todas las grandes creaciones y formas de la religión, del arte, de la política, de la sociedad, de la economía, de la ciencia, e todas las culturas, nacen, llegan a su plenitud y se extinguen, en épocas correspondientes […]
Oswald Spengler, La decadencia de Occidente (I)[2]
Lo que es ahora un caballo, con la velocidad del pensamiento,
las nubes lo disuelven, volviéndolo indistinto,
como el agua en el agua.
William Shakespeare, Antonio y Cleopatra[3]
Con discreción, y a la vez que otras manifestaciones más afines al arte conceptual, por lo general de carácter más analítico y cerebral, perviven variantes periféricas de un romanticismo abatido que ha integrado el rosario de preocupaciones distintivo de nuestro tiempo para responder desde la amargura. Se trata de una constelación de poéticas sobre los integrantes de la alianza atlántica que recompensan, en líneas generales, la pulsión y su verdad fugaz; el despojo, lo desechado; el cultivo reaccionario, pero valiente, de una fealdad de vanguardia; y la asunción de fricciones ambivalentes tanto con el binomio naturaleza-urbe como con el futuro. Esta es una cartografía de la más reciente guarida estética de la Ofelia que muere en Hamlet, quien no tienta más incertidumbre que la del presente torturador, y ha omitido la que brinda la proyección en el futuro, que es como la que aprendió Job a golpe de renuncia. Ofelia ha vuelto voluntariamente a las aguas primordiales, en las que busca ataúd para una última imagen por la que ser recordada para siempre, después de constatar que la reconciliación con el mundo no es posible.
Una tentativa de origen común, como una escuela o fenómeno social específico, resulta inverosímil. Solo es coherente tratar estas vertientes desde sus particularidades y, en el mejor de los casos, comprenderlas bajo un mismo y amplio paraguas emocional, que en este caso es el desencanto con las ideologías hegemónicas del presente, a las que se asocian con desgracias irreversibles de envergadura internacional. Marcamos en la línea temporal la cadena de crisis geopolíticas derivadas de la cuestionada supremacía estadounidense, sobre todo desde la implementación de la política exterior que impulsó John Foster Dulles durante la Guerra Fría[4], junto con la aceleración del proceso de exportación cultural y la consolidación, luego, de la globalización. La crisis económica de 2007, la contestación de Syriza ante la troika en 2015, la salida del Reino Unido de la Unión Europea y la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos en 2016 interceptaron en la credibilidad de las propuestas de orden provenientes de Estados Unidos, imperativas desde la Segunda Guerra Mundial, y, por extensión, en la de las instituciones de la Unión Europea, aunque todo lo contrario ocurre con la credibilidad de las contrarrespuestas en su seno. En un escalafón superior de apreciación de las condiciones materiales —e inmateriales— de la producción y difusión de imágenes, la primacía de las plataformas estadounidenses, como Instagram, propiedad de Meta Platforms, Inc., es imbatible, como atestigua su poder como mediador entre relaciones afectivas, políticas y publicitarias[5]; solo riñe con TikTok, propiedad de la empresa china ByteDance Ltd. Allende la lucha entre terratenientes, incluso las propuestas estéticas atravesadas por la hegemonía estadounidense que ya caducaron han sido recuperadas por el brazo archivístico de sus mismas plataformas, con cuentas temáticas en torno a obsesiones dadas. En el cajón de sastre de las articulaciones de resistencia y actitudes reaccionarias encontramos la negación de los códigos de ejemplaridad exportados por la superpotencia, su instrumentalización como punto de partida para una nueva fealdad desde la operación irónica y la incorporación sin rodeos del vómito, la basura, el capricho y los recovecos más odiosos de la vulnerabilidad. Kari Paul ha hablado del «modo goblin», una actitud compulsiva y cínica mediatizada tras la pandemia:
«El término [modo goblin] abraza los placeres de la depravación […] no es una identidad permanente, sino un marco de pensamiento. […] “Me encanta sostener solo un hilo de mi salud mental, tomar decisiones penosas y egoístas y asfixiarme en hábitos insalubres y mecanismos de defensa” dijo [un usuario de TikTok] con 32 000 visualizaciones.[6]»
La disolución del nexo entre grandeza y belleza tiene lugar cuando la ejemplaridad queda asociada a la vertiente desregulada e invasiva del capitalismo neoliberal y, por tanto, a sus rasgos neocoloniales e imperialistas en el caso del modelo estadounidense —que no niega los de los casos alemán, ruso, francés o chino—; cuando, ante desgracias como la pandemia de COVID-19 o la progresiva catástrofe climática, el modelo de gestión económica que justificaba la violencia sobre la que se sostiene —desde la desigualdad crónica hasta el golpe de Estado en Irán en 1953[7], la guerra de Vietnam en 1955[8] o la invasión de Irak en 2003[9]—, se vio obligado a admitir deficiencias y matizaciones, como el blindaje de un mínimo margen para la intervención pública[10] o un repliegue de sus fuerzas militares en países extranjeros[11]. Pero, en su ramificación más desoladora, la negación de la amoral normativa aboca a la patologización del pensamiento largoplacista; a pensar que toda articulación moral, por estar destinada al fracaso si se concibe desde la eficacia total, es prescindible, indigna de esfuerzo o irreconciliable con una idílica autenticidad, dado que lo único real siempre fue la violencia, y no su vestidura heroica. None of us will survive, End o Children of the doomed son algunas de las expresiones habituales en la obra gráfica del artista belga Laurent Impeduglia, «heredero falsamente zurdo»[12] de Ensor; «No future», reza uno de los murales atribuidos a Banksy. El eslogan catastrofista no es analítico, sino impositivo, y por ello permea las capas más superficiales de la imagen popular. La honestidad se confunde con lo estomacal; la provocación gratuita, con clichés en torno a lo obsceno o a lo desagradable ante la imposibilidad de imaginar un futuro, pronunciada por las amenazas nuclear y climática. Klein argumenta:
«[n]o hay arma más potente en la batalla contra los combustibles fósiles que la creación de alternativas reales. Puede bastar con una mínima muestra de lo que podría ser otro tipo distinto de economía para revitalizar la lucha contra el modelo antiguo […] En dos de los países donde el compromiso con la energía renovable descentralizada y controlada por la comunidad es mayor (Dinamarca y Alemania), esas victorias en el campo de batalla energético tienen sus raíces históricas previas en el movimiento antinuclear.[13]»
La teórica e investigadora también rescata las palabras de un activista ecologista popular en Francia y Gran Bretaña, John Jordan, que se refiere a «la resistencia y a la construcción de alternativas como “las hebras gemelas del ADN del cambio social. Ninguna de ellas sirve para nada sin la otra”».[13] En Esto lo cambia todo, Klein argumenta que el desencanto y el conformismo con la inmediatez convencen no solo por la ilusoria sensación de autenticidad que se percibe de ellos —pues la experiencia presente está conformada por acumulaciones de vivencias pasadas y subconscientes—; también porque en la conciencia de una amplia parte del cuerpo social no hay alternativas que orienten su imaginación, a diferencia de la religión o la ideología política, tantas veces entrecruzadas[14], de las que el sujeto puede servirse para proyectarse a sí mismo o a su ilusión del otro en el futuro. Para subsanar la ausencia de consenso, o su flaqueza, las funciones psicológicas destinadas a la construcción del imaginario personal pueden verse obligadas a extralimitarse. El corazón se vuelve hacia el material onírico, hacia tradiciones estéticas y de pensamiento pretéritas y oscurantistas. Es una parada obligada en el camino de la invención, con afán restitutorio, del pasado idílico nunca vivido, que hace acopio de floraciones estéticas como el modernismo, el simbolismo, el movimiento prerrafaelita o el medievo en los casos más hipertróficos. La mariposa, el signo de Psique, que nunca se fue, se deja ver más, junto con el cáliz, el hada, la ninfa y la consideración lacia, controlada, tosca y sintética de la vegetación, en lo que entraremos más tarde. Los materiales de preferencia en la escultura y en la instalación, en las que siempre se respira algo accidental o prestado, suelen permitir construcciones o bien terrosas o en diferentes grados de transparencia, y son representativas de un binomio primordial entre el lodazal y el cielo que acoge los sueños. La oposición dentro del binomio no es lo suficientemente fuerte como para no compartir esencia, y los artistas suelen acogerse a lo viscoso (el ámbito en el que los resplandores nacen del desorden y se fugan en su cambio) para describir el fundamento material que comparten sus dos cabezas. Y si bien es apreciable su consideración constructiva del misterio y la pequeñez del ser humano, el sujeto atraído puede incurrir en supercherías en torno a símbolos cuyas verdaderas fuerza y efectos siguen a debate, entre defensas biologicistas a la manera junguiana y la aceptación del desfase de toda intentona fundacional.
Bibliografía:
[1] Tapia, J. & Astarita, R.. (2011). La Gran Recesión y el capitalismo del siglo XXI. Madrid: Catarata. p. 235
[2] Spengler, O. (2015). La decadencia de Occidente (I). Barcelona: Austral. p. 192
[3] Shakespeare, W. (2001). Antonio y Cleopatra. (J. Talens, Trad.). Madrid: Cátedra. p. 553
[4] Kinder, H.; Hilgemann, W. & Hergt, M. (2021). Atlas Histórico Mundial: De los orígenes a nuestros días. (C. Álvarez; A. Dieterich & A. Brotons, Trads.). Madrid: Akal. p. 261
[5] Kemp, S. (28 de febrero de 2022). Instagram statistics and trends. Datareportal.com. Recuperado el 20 de abril de 2022 de https://datareportal.com/essential-instagram-stats#:~:text=125.6%20million%20users%20aged%2013,of%20Instagram’s%20total%20ad%20audience)
[6] Paul, K. (14 de marzo de 2022). Slobbing out and giving up: why are so many people going ‘goblin mode’? The Guardian. Recuperado el 26 de marzo de 2022 de https://www.theguardian.com/technology/2022/mar/14/slobbing-out-and-giving-up-why-are-so-many-people-going-goblin-mode
[7] Mora, J. (26 de noviembre de 2020). Petróleo: origen de la hostilidad de Irán contra Estados Unidos. Encyclopédie de l’énergie. Recuperado el 1 de mayo de 2022 de https://www.encyclopedie-energie.org/es/petroleo-origen-hostilidad-iran-contra-estados-unidos/
[8] Rohn, A. (26 de noviembre de 2012). What countries involved in the Vietnam War?. Internet Archive. Recuperado el 3 de mayo de 2022 de https://web.archive.org/web/20181013111915/https://thevietnamwar.info/what-countries-involved-in-the-vietnam-war/
[9] Kinder, H.; Hilgemann, W. & Hergt, M. (2021). Atlas Histórico Mundial: De los orígenes a nuestros días. (C. Álvarez; A. Dieterich & A. Brotons, Trads.). Madrid: Akal. p. 341
[10] Šumonja, M. (2021). Neoliberalism is not dead – On political implications of Covid-19. Capital & Class, Vol. 45(2) 215-227. doi: 10.1177/0309816820982381
[11] Van Green, T. & Doherty, C. (31 de agosto de 2021). Majority of U.S. public favors Afghanistan troop withdrawal; Biden criticized for his handling of situation. Pew Research Center. Recuperado el 12 de abril de 2022 de https://www.pewresearch.org/fact-tank/2021/08/31/majority-of-u-s-public-favors-afghanistan-troop-withdrawal-biden-criticized-for-his-handling-of-situation/
[12] Kosinová, M. (26 de febrero de 2021). Busy with escapism. Swarm Magazine. Recuperado el 22 de abril de 2022 de https://swarmmag.com/illustration/busy-with-escapism/
[13] Klein, N. (2015). Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. (A. Santos, Trad.). Barcelona: Paidós. p. 488
[14] Íbidem, p. 498
Primera imagen: detalle de obra de Roberta Klug.
Segunda imagen: detalle de obra de Mimi Park.
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