ALA ESTE / PABELLÓN FOUCAULT
1. Dormitorio
Hay personas que quedan traumatizadas por una imagen desagradable. Las hay que sufren de traumas emocionales. Incluso se cuenta con registros de quien sobrevive a una ruptura sentimental. Pero yo no he vivido, por desgracia, nada de eso. Yo vine al Sanatorio para superar mi fobia al arte. Al menos esa fue la causa que di para explicar los ataques de ansiedad que me asaltan cada vez que acudo a una exposición, o cuando tengo que escribir sobre un proyecto artístico, o preparar una conferencia. Me invaden una serie de temblores y el suelo se desvanece, y entonces cualquier corriente me provoca terror, y cualquier acción viene acompañada de su dosis correspondiente de pánico. Es como si entrara en el mar, pero mi cuerpo prefiriera no adaptarse a la temperatura del agua. O como si escuchara pasos en el piso de arriba, o sufriera arañazos de un gato juguetón que se esconde bajo la cama, pero tuviera la certeza de que nadie vive en el piso de arriba ni tampoco vivo con ningún gato.
Por supuesto, no fue algo que sucediera de repente. Aunque puedo describir (tal vez lo haga más tarde) una o dos situaciones cruciales que decidieron por mí el ingreso en esta institución, mi fobia pasó por momentos en los que pudo ser reversible, y de forma recurrente me repito (y repito a los terapeutas) que esa fobia ya estaba instalada en mí, que posiblemente la adquirí durante mi etapa de estudiante universitario, en un grado excepcionalmente suave, y más tarde la exterioricé en la proporción actual. Lo que me dicen los que entienden de este asunto es que debería descartar varios tipos de fobias específicas, y comenzar con un tratamiento para el trastorno de ansiedad generalizada, antes de confundirme con nuevas categorías. Creo que la fobia a la taxonomía es muy característica del gremio de los psicólogos. Por otra parte, he perdido ya la cuenta de las veces que he aclarado que no atravieso ningún síndrome de Stendhal, a pesar de que, a primera vista, pueda parecer que se trata de eso. Es inútil que trufe mis descripciones de palabras como pavor, rigidez o rechazo, o que señale que incluyo la ansiedad como un síntoma más entre muchos otros. Una vez se tiene un referente tan poderoso como aquél, todo será comparado con el mismo, y no importa que las taquicardias de uno y otro caso sean diferentes. No es la misma cosa la agitación de quien padece vértigo que la de quien odia las multitudes. Ni se parecen ambas agitaciones. Me atrevería a decir que ni siquiera ambos sujetos sudan igual. ¿Cómo explicarlo a alguien que está convencido de lo contrario?
Como aún no me han restringido el acceso a la biblioteca, he investigado por mi cuenta. Hay ingentes cantidades de fobias. No entiendo cómo puede molestar que aparezca de pronto una nueva palabra. ¿No dan premios por cosas así? Supongo que sería un honor para esta institución tener como paciente al primer ejemplar de una fobia recién descubierta. En cualquier caso, aunque he pasado varias tardes mirando síntomas de todo tipo y ya estoy mezclando enfermedades, no puedo negar que lo paso bastante bien. No he dado con lo que tengo, pero sí he aprendido que la glosofobia es el miedo a hablar en público, que la anuptofobia es el miedo a quedarse soltero, que si uno tiene miedo a la barba recién cortada del médico es pogonofóbico (a no ser que de lo que tenga miedo sea al propio médico y a su bata, en cuyo caso sería iatrofóbico), y que existe una fobia a la propia fobia, lo que ya es para tirarse de un puente… a no ser que se sufra de gefirofobia.
Yo tampoco estoy para presumir de nada. De lo contrario estaría ahí fuera y no aquí dentro. Algo me sucede que me impide ser un miembro productivo de la sociedad. Mientras lo averiguamos, me han recomendado que ponga en pausa el análisis de cada cosa que vea, y que practique una actividad creativa. Quizá eso me sirva para ponerme en lugar del artista, y ese sea un buen punto de partida para tratar mi dolencia. Tras las reticencias que mostré al principio, lo cierto es que llevo un mes cargando a todas partes con una sencilla cámara fotofónica, atrapando instantáneas con sonido ambiente, y no me sienta nada mal. Me permite observar detalles cada vez más insignificantes, cada vez más vacíos, y no veo asomar ningún peligro. Aún no me siento preparado para volver al análisis estético, pero he de reconocer que no me esperaba en absoluto este giro de los acontecimientos.
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