El próximo jueves día 5 el Centro José Guerrero y el Patronato de la Alhambra y Generalife inauguran en Granada Luis Gordillo. Confesión general, la muestra más importante del pintor sevillano desde la antológicas realizadas en el MACBA y el Reina Sofía en 1999 y 2007 respectivamente. Con más de doscientas piezas, la exposición, abierta hasta el 14 de enero de 2018, es un recorrido a través de más de seis décadas de producción pictórica de una de las figuras medulares del arte español de la segunda mitad del siglo XX. Antes de la publicación en el blog de una entrevista a Luis Gordillo, así como del texto de la inauguración, os dejamos con una pequeña reflexión sobre su obra, a la que os animamos a precisar o contradecir en los comentarios, y os emplazamos a visitar la exposición a lo largo de estos meses.
Luis Gordillo (Sevilla, 1934) responde a la perfección a la genuina imagen del artista contemporáneo. La búsqueda interior ha comandado la labor de quien parece haber mirado el mundo como ser humano antes que como artista, hecho revelador, precisamente, para entender una trayectoria definida por la apertura y la deserción continua, tanto de sí mismo como del mundo que lo rodea. Con Luis Gordillo da la impresión, mucho más que con otros artistas, de que el yo-pintor ha nacido a raíz, a consecuencia, de las dudas constantes del yo-persona, y que es gracias a esa interpelación constante, metafísica antes que pictórica, que Gordillo ha construido una obra plural, compleja, una pintura cuyo material genético nunca se ha mantenido estable. Ni siquiera ciñéndonos a las adscripciones a las que ha estado vinculado en las diferentes décadas podemos hacer una descripción fidedigna, pues su personal impronta ha ido siempre más allá de ellas, desmontándolas, pervirtiéndolas, traicionándolas incluso. Las palabras de Manuel Borja Villel, director del Reina Sofía, son reveladoras en este sentido: «El rasgo distintivo de Gordillo es su capacidad para expresar una cosa y la opuesta. […]. Concibe su pintura como Godard concibe el cine, desde los intersticios. Su pintura es ajena tanto al expresionismo como al pop. Extraño destino de un artista genial, que a base de no formar parte de ninguna escuela, ha acabado haciéndola».
Si Gordillo se ajusta a la genuina imagen del pintor contemporáneo es precisamente por su incapacidad para ser descrito sin ambivalencia, sin dudas, sin contradicciones. Estamos, más de un siglo después, ante el correlativo actual de los impresionistas, ejemplo adecuado para describir la «experiencia moderna» de Baudelaire, basada en la experiencia, fugaz y fragmentaria, del ciudadano en las ciudades del XIX. La «experiencia moderna» de la contemporaneidad puede entenderse como una radicalización, y un desbordamiento, de los presupuestos impresionistas. Ahora la movilidad de los objetos ha ido mucho más allá de la estela y el vapor: el movimiento, la acumulación de movimientos –sus estratos móviles–, han llegado a duplicarlos, a multiplicarlos, y es solo a través de una visión esquizoide como se puede plantear la posibilidad de abordar la experiencia de la ciudad y del ciudadano actuales, y la enorme complejidad que habita en ellos. Los paisajes no son exteriores, sino interiores, y la estrategia de búsqueda que se persigue remite a un lenguaje que no puede permitirse, para seguir vivo, para tener una verdadera presencia y una certera capacidad de aprehensión, un juego de correspondencias fijo.
Las verdades planteadas en el pasado en un corpus estético individual estaban destinadas a ser «derribadas» por futuros corpus insertos en corrientes todavía inexistentes. Ese era el mecanismo de la Historia. Ahora en que, al parecer, empezamos a estar fuera de la Historia, acaso para hacer una coda, es el artista el que asume el papel dialéctico que antes era exterior: el tablero de juego se muda a su interior, y es en ese interior desde donde acogerá, enfrentará y conciliará verdades opuestas para describir el espacio ahistórico de la simultaneidad. «Quiero ser distinto», dijo en una ocasión el pintor «pero no de los otros, sino de mí mismo». La duda, el cambio, la mutación, la visión contradictoria, van a construir la «experiencia moderna» contemporánea desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad. Y Luis Gordillo será quien mejor la represente en el ámbito de la contemporaneidad pictórica.
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