En la misma versión que Agustín Fernández Mallo se permitió de “Ragnarök” de la que está extractada la cursiva anterior, el autor hace un apunte interesante a propósito de las fotografías con flash:
«No sé qué tienen los flashes, que vuelven las cosas como si fuesen la capa más profunda de una tarta. Tenemos la cubierta de la tarta, que es su parte visible, la visión normal, y está la capa más profunda de la tarta, la que absorbe allí abajo todos los líquidos, jugos y secreciones de la propia tarta, capa que debería ser espejo de la de la superficie, pero no lo es. Así son también las cosas bajo la luz de un flash: la capa de la realidad que ha absorbido de golpe, y de una manera un tanto oscura, toda la luz que contenía la imagen sin flash, y allí abajo la reorganiza. Por eso, de alguna manera, los flashes son algo revelador, interesantes instrumentos de penetración. […] nunca se ha hecho una foto con flash de la Tierra, sólo enunciarlo parece absurdo, todas las fotos de la Tierra están hechas con luz natural, y eso convierte al planeta en un objeto cursi y arcaico, pasto de toda clase de ecomitologías.
»Me he preguntado muchas veces qué nos revelaría una fotografía de la Tierra hecha con flash; esa posibilidad me da miedo.»
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