Estos días la prensa cultural se ha hecho eco del último libro de Alberto Olmos: Guardar las formas, una colección de relatos breves que está actualmente promocionando. El autor explica en una entrevista el procedimiento que ha seguido para componerlos. «Parto siempre de una idea sencilla que me estimula: un hombre quema todas sus cosas antes de morir, por ejemplo, o un hombre se queda encerrado en una casa.» En ese sentido, comparte con muchos artistas contemporáneos el interés por esas ideas capaces de estimular su imaginación. Además de los dos casos que citaba, tenemos a una mujer que “recibe en su teléfono móvil tres horas de silencio” (trasera) o a un jubilado que hereda un curioso archivo casi bicentenario que tiene que continuar. Son situaciones que podrían dar pie a sendas obras de arte. De hecho, en el relato “→Love Performance” es un artista quien lleva a cabo la idea correspondiente. Ahora bien, la tarea del escritor no acaba ahí (en la concepción de ideas estimulantes). A algunos artistas les bastará con eso. Otros, a continuación, realizarán esas ideas, es decir, las harán realidad. El escritor, por su parte, toma el rumbo de su ficcionalización: «Después me imagino el personaje: un inmigrante, un jubilado, una mujer o un hombre […]. Y luego elijo cómo lo cuento, y la voz del narrador.»
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