Si, como decía Derrida, el nivel de democratización de una sociedad se mide por el acceso a los archivos cabe volver a plantear cuál es el estatus de éstos en nuestro entorno. Sobre la capacidad de circulación y la imparable institucionalización del vídeo ya hemos hablado aquí.
Ahora proponemos un debate que ampliaremos periódicamente sobre el problema del acceso a materiales audiovisuales y la problemática de la propiedad de sus derechos, más articulados que los de la imagen fija, menos accesibles y más costosos.
El trabajo de sampleado que llevan a cabo algunos autores del llamado cine de compilación o montaje, paralelo al trabajo de videoartistas que deslocalizan y recomponen clásicos del cine mainstream, hace algunos años que ha encontrado su salida natural en museos y galerías. Pero no sólo ellos, también el comisario necesita el metraje encontrado para apoyar el discurso de una exposición o como material de documentación adicional.
Dado que la materia prima de estos trabajos es híbrida y compleja (desde materiales del cine comercial a filmes nunca proyectados, pasando por colas de celuloide sin positivar o documentales amateur) nos preguntamos dónde, cómo y en qué condiciones se puede acceder a esos materiales. Es decir, ¿Por dónde empezar?
La reapertura del archivo Xcèntric del CCCB hace unos meses, tras un largo período de ausencia, nos recuerda que hay formas de puesta en valor permanente de un archivo histórico del cine experimental y el vídeo de difícil acceso, dando continuidad a experiencias temporales de vídeo a la carta que hemos visto en exposiciones como Desacuerdos o Paraísos. (Por cierto, sólo un español, con permiso del cubano-hispano-francés Francis Picabia, se ha colado en el Xcèntric: Val del Omar, pionero de casi todo, sobre el que volveremos a hablar hasta que inauguremos su esperada exposición en 2010).
Pero no sólo de Xcentricidades se vive: el acceso a un noticiario, un documental etnográfico, una super8 aficionado o un anuncio publicitario con fines de investigación o creación se complica y burocratiza. Sólo algunos archivos audiovisuales son de acceso gratuito (prácticamente sólo los de titularidad pública, pero sin acceso siquiera al catálogo online) y muy pocos permiten visualizar en streaming la totalidad de sus fondos. Estos pocos son una gran herramienta. Aquí tenéis el de la productora Pathé-Gaumont y el del Istituto Luce como primera muestra. Iremos completando.
¿Por qué lo hacen? Son entidades privadas que venden material audiovisual.
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