Mashine, artista ucrania que reside hoy en Suiza[1], se hizo muy popular en Instagram al revelar imágenes de uno de sus lienzos en agosto de 2024[2]. En él, frontal y serenamente, emerge del desierto la cabeza del cantante Michael Jackson envuelta en una kufiya y con un rifle —sin gatillo— a su izquierda. La cabeza está un poco estirada, en una concesión sutil al uso de las herramientas de edición de imagen digital más que a la anamorfosis del cráneo de Los embajadores de Holbein el Joven. Mashine ya confesó en una entrevista para Overstandart[3] su predilección por los «errores» —hallazgos— derivados de trabajar con espray, que en aquel momento consideraba una herramienta difícil de controlar que obliga a afrontar la incertidumbre; la presentación distorsionada de los elementos es un ejercicio mucho más intencional que refuerza el fetichismo por el error de Mashine.

La kufiya ondea al viento árido y esconde el cuello. Así define una zona de la imagen que funciona como punto de apoyo visual, cobertura y corte; es dinámico —como un ramo descendente y diagonal— en la forma del pliegue y en el desarrollo del patrón rojo sobre blanco. Además aprovecha el mismo azul para el cielo que para la sombra del tejido. Aunque envidiará para siempre la elocuencia de Uta de Naumburgo cuando cubre su mentón con su manto, es una de las zonas más ricas de la imagen. Se enrosca, y desemboca en Michael. Pero el enorme rostro aparece macilento y decrépito. Su expresión estupefacta refleja una resignación inmadura de la que no es posible salir. Esa perpetua impotencia bien vale para abordar con cinismo tanto la muerte como la figura del cantante, o de cualquier otro juguete roto de la industria musical de los Estados Unidos de los últimos dos siglos. Los ojos enrojecidos sugieren una enfermedad o la ingesta de sustancias, lo cual, en el resto del trabajo plástico de Mashine, es un recurso bastante más sutil con el que connotar el acto de fumar. Al rifle, más aparatoso, le faltan el gatillo y la empuñadura.
Podríamos ahondar en el virtuosismo de su Michael Jackson, que lo merece, pero no indagaríamos lo suficiente qué aporta Mashine en vista del conjunto de su trabajo. Sus logros son muy escasos, inversamente proporcionales a la cantidad de referencias explícitas al tabaco, las armas blancas y de fuego, el dinero, personajes con pechos enormes y protagonistas habituales de los memes en redes sociales. En los trabajos a espray se aprecian investigaciones concienzudas, como en las variaciones de definición y grosor de línea, la aceptación controlada de los cortes entre zonas de la imagen o la evocación de planos por medio de la gradación de la difusión de la pintura. El auge del espray y el aerógrafo ha dado decenas de artistas —como William Darkdrac, Austin Lee, Shenghao Mi o Anu Jakobson— capaces de desarrollar una plástica enfocada en la difusión y la concentración, en la transparencia y en la ensoñación, y en la persistencia de lo manual a pesar de la distancia que impone el mecanismo del aerosol. Mashine ha demostrado esa pericia técnica, aunque su apuesta por los accidentes y las imperfecciones, en inicio valiente, se torna autocomplaciente en algunos trabajos.
Luego, claro, están la dimensión afectiva y la ideología interna de las imágenes. Aquí es donde Mashine se vuelve de todo menos espectacular, y donde su Michael Jackson despunta como uno de esos raros resplandores de largo alcance en el trabajo de los artistas. Compone un híbrido que sobrepone los fracasos geopolíticos de Estados Unidos en el mal llamado Oriente Medio (especialmente Yemen, Irak, Irán o Siria) con su invasiva y corruptora industria musical. Los ingredientes de este híbrido destacan en solitario —sobre todo Jackson, físicamente destrozado— y más por el contraste en conjunto. El híbrido no es literal, pero el mismo salto entre sus componentes que lleva incorporado es el que pone en relación facetas de los fracasos del Imperio: de un gran ímpetu inicial del que dota el capital, y que arrambla sin control hasta la autodestrucción.
Mashine ha sabido leer —o vive inmersa en— la apatía que cunde entre las clases populares precarizadas y desesperanzadas; también la hipocresía del entramado que capitaliza las artes para poner en marcha su propia maquinaria de sobreproducción y especulación. La artista ucrania maneja la apatía, la evasión y el placer inmediato por medio de personajes que captan agresivamente la atención por ser híbridos de elementos y figuras pop en actitudes frontalmente desvergonzadas: en el sentido idílico de que no hay apenas rastro de vergüenza por existir, de que están abiertas al conflicto, y son espontáneas y onanistas. Hay una clara subordinación al cortoplacismo—no necesariamente al presente— y a su frenético latido, aunque desde un pretendido humor desafecto. Todo parece girar en torno al imaginario gangsta[4], a pandillas que se forman por supervivencia y se preparan para lo peor. No siempre llega a imágenes derrotadas. Algunas son ridículas y divertidas, y apuntan al colapso de las actitudes representadas.
Hechas todas estas concesiones, el caso de Mashine desespera porque deja poco espacio al compromiso, ni incorpora elementos anómalos y esperanzadores, ni un tiempo diferente, más prolongado, más denso. Insiste hasta el cansancio en las mismas herramientas para poner en evidencia las estrategias de feminización y sexualización de los cuerpos, que aplica a ella misma, a tiburones, gallinas, escorpiones, sillas, aviones, automóviles y personajes de videojuegos; las estrategias quedan tan expuestas como cuando se aplicaban a Bugs Bunny[5]. No es necesaria la vergüenza para querer ampliar los propios horizontes estéticos, sino estrategias e interés; asimismo, no se es más desvergonzada por mantenerse aferrada al mismo imaginario durante años.
Cuando empecé a escribir sobre Mashine, temía descubrir en su trabajo una adscripción a la lógica de las imágenes violentas que cunden por la red social. Pero he tenido la suerte de comprobar que la búsqueda de la artista está llena de humor. La mayoría de sus híbridos recogen aspectos vitalistas de los componentes puestos en relación. Aunque haya muchos casos ambiguos en su trabajo, lo que Mashine parece explorar es la irreverencia, y no la profanación, para lo cual tiene que medir con cautela el poder de las figuras que incorpora y cómo responde a ese poder. Lo que lamento de Mashine es su conformismo, su obcecación en lo súbito y que su compromiso crítico sea tan irregular. Algunas de sus declaraciones en entrevistas, más bien áridas, desalentadoras y teatrales, sugieren desinterés y la enésima resurrección del artista que rinde culto al dinero, pero de manera tan impostada y frívola que ni siquiera se cree en la figura del descreído. ¿Es eso lo que queda de Mashine cuando se aparta por un momento el sentido del humor de su trabajo plástico, o es que ella insiste en retirarse para que el trabajo hable por ella?
Webgrafía:
[1] Según la entrevista realizada por Overstandart, Mashine vivía entre Italia y Suiza. Palma, R. (18 de octubre de 2022). 10 Quick Ones with MASHINE. Overstandard. Recuperado el 16 de mayo de 2025 y última comprobación el 30 de mayo de 2025 de: <https://overstandard.dk/10-quick-ones-with-mashine/>
[2] Publicación de Instagram. Recuperado el 5 de mayo de 2025, y última comprobación el 1 de junio de 2025, de: <https://www.instagram.com/p/C_Au5sQMRWa/?img_index=2>
[3] Palma, R. (4 de abril de 2024). Mashines First Hyper Revelation Part 2. Overstandard. Recuperado el 16 de mayo de 2025 y última comprobación el 1 de junio de 2025 de: <https://overstandard.dk/?s=mashine>
[4] Acudimos a varias definiciones del término gangsta de diccionarios como el Collins Dictionary, pero no es nuestro propósito ofrecer una descripción a fondo en este artículo. Recuperado el 22 de mayo de 2025 de: <https://www.collinsdictionary.com/us/dictionary/english/gangsta>
[5] MNC Editorial. (1 de septiembre de 2022). How Bugs Bunny became a queer icon. Messy Nessy. Recuperado el 22 de mayo de 2025, última comprobación el 1 de junio de 2025, de: <https://www.messynessychic.com/2022/08/31/how-bugs-bunny-became-a-queer-icon/>
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