El Centro Guerrero acoge hoy un precario escritorio de madera sobre el que descansan unos libros, unas prendas de ropa y algunas impresiones. En la pared frente al escritorio, un monitor exhibe la performance que pudo verse el 19 de septiembre. Otra tabla de las mismas calidades, esta con inscripciones, se posa sobre la pared y comienza así: «Mira si he corregut Terres…»
Cuando hablo con la artista por teléfono, le pregunto por las conclusiones que ha extraído de Body As A Brick. La más importante ya la conocía: no deja de sorprenderse ante la capacidad que tienen las tradiciones de involucrar a los seres humanos en sus sociedades, de fundar pertenencia. Body As A Brick nació de otro proyecto anterior, My Body, The Rules. En ambos, la joven artista de Sagunto llevó a cabo un rastreo de los retos que aparecen de manera espontánea en las redes sociales —Mar Reykjavik se refiere siempre a ellos como challenges— y los recopiló como material principal con el que trabajaría. Considera que estas acciones pueden impulsar «la democratización de la performance y la emancipación del cuerpo». Durante nuestra conversación alude a una «pulsión» que conduce al sujeto a la incansable búsqueda del grupo, a la pauta común que promete el alivio de una historia compartida. La pauta puede encontrarse en cualquier recoveco de los subproductos sociales, y los que hoy tienen mayor tracción y poder aglutinante parecen abundar en la esfera de la publicidad tanto como en la de la difusión cultural. Incluso en un ajado cartel de Pepsi de la década de los cincuenta podemos encontrar un imperativo —un tanto osado, eso sí— que indica al potencial consumidor cómo debe pedir la bebida. Al facilitar dicha ruta, la compañía propuso un modo específico de relación entre los agentes participantes en el acto de consumo y normalizaron una expectativa. Aunque las estrategias publicitarias se han diversificado y explorado las posibilidades de la connotación, la presencia del imperativo sigue siendo descomunal en carteles y anuncios por todo el mundo, y se traduce habitualmente como una invitación y un recurso con el que inducir al sujeto a ponderar un plazo de tiempo muy reducido en su toma de decisiones. Así se construye un tiempo compartido y se trazan prácticas pasajeras como chistes o relatos de indignación; pues los aciertos de Pepsi en los años cincuenta nada tienen que ver con el desfalco de su campaña de 2017, en la que la compañía banalizó las manifestaciones por los derechos de los afroamericanos.
No obstante, Mar Reykjavik realiza el examen de estas pautas desde la óptica del cuerpo y su condicionamiento, y el lenguaje empresarial no está, al menos en Body As A Brick, entre sus intereses. A los retos opuso luego los ritos, y sumó al barrido registros de costumbres nacionales mucho más longevas, como la penitencia de los Picaos de San Vicente de la Sonsierra. De estas conjunciones y solapamientos, por los que confluyen afinidades abiertas, nacería la performance. La primera vez que la realizaron, Reykjavik y su equipo prestaron más atención al material original. «Hubo algo más de teatralidad», confiesa la artista, que valora la segunda realización como una versión más cercana a las posibilidades que nacieron de los ensayos. De sus colaboradores destaca una actitud generosa, horizontal, y una absoluta predisposición por empaparse. Reykjavik reconoce un salto generacional cuando se trata de acercarse a las imágenes de archivo y dejarse moldear por ellas, pero el tropiezo con el material estimulante y su apropiación suponen primero el reto de su correcta disposición para la elaboración del relato, incluso aunque nos prestáramos a una asunción ingenua del mismo. En Body As A Brick está presente la conciencia de la organización de la información visual en la era del ciberespacio. Como describe Juan Martín Prada, «se trata de hacer comprensibles visualmente inmensos volúmenes de materiales informativos […], [c]onfiguraciones visuales que pueden hacer evidentes patrones ocultos». Y aquí, las palabras de Prada son certeras aún cuando se refiere a la dimensión más abstracta del flujo de datos en la red. La economía visual que caracteriza a Instagram o al buscador de imágenes de Google se trasluce en las yuxtaposiciones de la obra de Reykjavik, así como en la mayoría de los artistas de las generaciones más recientes, que han asumido las grandes acumulaciones y los modos de pensamiento e interacción que derivan de enfrentarnos con ellas. Por supuesto, internet no desencadenó esta metodología; mucho le debemos, una vez más, a Aby Warburg y a su Atlas Mnemosyne, que Ray Langenbach recomienda como un excitante punto de partida para el proceso de elaboración de la performance. A la red quizás le debamos un nuevo impulso en su democratización y el reto de eludir el «vértigo acumulativo» del que Jacques Derrida denominara «mal de archivo»; pues la acumulación de material debe guiarse siempre por su cometido original para no desbarrar en forma y desembocar en otro festín caótico. Reykjavik, consciente, subsana estos peligros al acotar mucho su selección y dejar la aventura de la sugestión a la performance.
La artista me cuenta que un largo silencio marcó Body As A Brick. Algunos ensayos tuvieron lugar antes del estado de alarma decretado el 14 de marzo de 2020. Le pregunté cómo han afectado las condiciones sanitarias a su trabajo y al acto de tocar, imprescindible. «Se ha convertido en una realidad que amenaza a la cultura pero, evidentemente, entiendo que sea así». Reykjavik asume con templanza el nuevo estado de cosas social. «Allí me vi elaborando planteamientos que, orgánicamente, ya estaban “distanciados”», es decir, que ya incorporaban una distancia similar a la que tomamos por seguridad. Reconoce esta distancia en otros ámbitos de la cultura, como en algunas series de televisión: asegura que será un distintivo formal de la producción cultural de nuestro tiempo.
Entre sus próximos proyectos está la elaboración de una publicación fruto de lo aprendido por Body As A Brick, a través de la cual pretende dar voz a otros, «continuar la cadena», además de «un nuevo ensayo sobre el presente». Le deseamos lo mejor y una larga cadena de colaboraciones, y le agradecemos su disposición y su cercanía.
Bibliografía:
«Pepsico pincha en las redes sociales con su último anuncio (y lo retira)» | euronews (en español). 2017, 5 de abril. Recuperado de: <https://www.youtube.com/watch?v=mcKRCUjP85E&ab_channel=euronews%28enespa%C3%B1ol%29>
Prada, Juan Martín (2018). El ver y las imágenes en el tiempo de Internet. Madrid: Akal. ISBN: 978-84-460-4605-9
Porkola, Pilvi (ed.). (2017). Performance Artist’s Workbook: On teaching and learning performance art – essays and exercises. Helsinki: University of the Arts. ISBN: 978-952-7218-09-9
Castro Flórez, Fernando. (2009). Una «verdad» pública: Consideraciones críticas sobre el arte contemporáneo. Madrid: Documenta Artes y Ciencias Visuales, Universidad Autónoma de Madrid. ISBN: 978-84-96130-43-2
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