La perplejidad que despierta la confusa situación actual llevó a Pardo a preguntarse por las razones que pudieran explicarla. Ahora bien, aunque su búsqueda obtiene resultados, nos queda la sensación de no saber qué hacer con ellos. Apenas un par de años antes, en un contexto muy distinto, encontramos una escena similar. Casi un apólogo. Dice Amanda: «Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara. Lo llamo “distancia de rescate”, así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería”. Muchas páginas después, David le pregunta “¿Por qué las madres hacen eso? […] Lo de ir por delante de lo que pudiera ocurrir, lo de la distancia de rescate”. Amanda contesta: “Es porque tarde o temprano sucederá algo terrible. Mi abuela se lo hizo saber a mi madre, toda su infancia, mi madre me lo hizo saber a mí, toda mi infancia, a mí me toca ocuparme de Nina”. Y David replica: “Pero se les escapa lo importante”». Eso es lo que trata de hacerle ver. Eso, “lo importante”, por encima o al margen de toda precaución, es lo que buscan, en un diálogo al que llega la sombra platónica, las dos voces. El texto promocional del libro, en la trasera, formula la pregunta que guía la búsqueda: «¿Cuál es el punto exacto en el que, sin saberlo, se da el paso en falso que finalmente nos condena?». Pero esa pregunta está ya contenida en la fatalidad que da por supuesta la distancia de rescate. Así que corresponde al lector decidir qué es lo importante que escapa a ambas, ya que ni David, que es quien parece saberlo, ni la autora de la fábula, Samanta Schweblin, aportan la respuesta.
Deja una respuesta