A propósito de la “estética de pizarra de colegio” de ¿Cómo viven los artistas?, Sarah Thornton confía a su autora, Jennifer Dalton, una anécdota de la que extrae una moraleja reveladora: «John Baldessari me dijo una vez que sólo tuvo confianza para decir que era artista cuando dejó de dar clases de arte a estudiantes de secundaria. Si bien dar conferencias en Yale o en la UCLA puede suscitar cierto grado de adhesión, ser docente en una escuela de secundaria suele perjudicar la credibilidad del artista, por eso la mayoría evitan con premeditación y alevosía hacer cualquier referencia en su obra al hecho de haber enseñado a estudiantes adolescentes. Sugiero que, cuando los artistas hacen incursiones en el ámbito pornográfico o en el de la adicción a las drogas, están siguiendo una regla en vez de transgredirla, mientras que Dalton verdaderamente ha transgredido las normas del mundo del arte. “Sí, la transgresión del chico malo es muy predecible”, concuerda Dalton, que confía en poder subvertir las reglas siendo una “mujer de su casa”».
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