Saliendo a finales de Junio de la sala con el infructuoso ensayo de la fanfarria de Shan Pipe Band de Bani Abidi, coincidí en el ascensor con dos visitantes que acababan de dejar la misma sala que yo, dos personas con mochila, balón de fútbol y chándal que, nada que ver con la actitud entre ellos y el atuendo, rondarían los sesenta y tantos. Tras las miradas que se cruzan al pulsar el botón, sorpresa, el veterano deportista no era otro que el historiador del arte francés Serge Guilbaut, autor del estupendo y polémico De Cómo Nueva York robó a París la idea de arte moderno, además de inspiradores ensayos, y a contracorriente, sobre Tápiès, Guerrero, la penetración institucional del modernism en Estados Unidos, Clement Greenberg y el muralismo mexicano, por citar sólo unos pocos. Como es evidente, uno no puede evitar la ocasión de preguntar a este héroe particular qué hace en Granada. Y su contestación, a la vista estaba, era más que clara: » Pues vengo a jugar unos partidos de fútbol con mi amigo«, me confiesa risueño, «ah, y también estoy preparando una exposición para el Macba», me dice de pasada.
La exposición, que se podrá ver este próximo otoño, es el resultado de una investigación de varios años con el sugestivo título de Bajo la bomba. El jazz de la guerra de imágenes transatlántica. 1946-1956, una muestra que, tengo la impresión, pretende, por un lado, introducir la historia a través de documentos, imágenes, materiales de representación desjerarquizados, cultura visual, al fin al cabo, dentro del museo, abandonando nociones de especificidad o calidad según medios, y, por otro, relacionar la representación del Holocausto, de la imaginación de la bomba y la psicosis de la disensión y amenaza constante de la postguerra con la abstracción. Me parece ésta una aproximación bastante interesante, no sólo por contextualizar una práctica artística enaltecida erróneamente por el aislamiento y la autonomía, sino también por las conexiones y nuevas lecturas que esta iconografía inconsciente, iconografía de significados reprimidos, si se permite un término tan propio de JA. Ramírez, autor de uno de los textos del catálogo razonado de José Guerrero, de próxima publicación.
A esta metadología de alusiones y deslizamientos se ha sumado el reciente Abstraction and The Holocaust, un estudio del británico Mark Godfrey, recién publicado por Yale Universy Press a finales de agosto. Godfrey, al igual que Guilbaut, parece partir de la ausencia y vacío como punto de partida para la representatividad de una hecho histórico donde el simbolismo y el documentalismo son aproximaciones fáciles y recurrentes. El estudio de Godfrey analiza precisamente la negación de estas estrategias en la presentación de la memoria del Holocausto en una serie de artistas como Morris Louis, Frank Stella o Barnett Newman. Una pena quizá que Godfrey no haya decidido incluir en esta memoria a artistas europeos, artistas desplazados u otra serie de conflictos donde la negación de representatividad, este sublime contemporáneo, alude a lo inasible emocional (La Brecha de Víznar de Guerrero, por barrer para casa, es un ejemplo perfecto de esta iconografía de deslizamientos).
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