Ha sido, como es sabido, uno de los asuntos mayores de la teoría estética en la época de los estudios visuales. Pero su influencia ha desbordado el marco académico. Recientemente Gabriela Wiener enunciaba, en Llamada perdida, una variación del tema extraída de su experiencia cotidiana: «los recuerdos son para mí el tejido de un futuro incierto en el que me veo desvalida, vacía de mí. Y me resisto. Y puede ser una frivolidad pero cada vez que hago clic y la luz forma las cosas en la memoria electrónica de algo, mi memoria emocional da un suspiro de alivio. Ya está, pienso, esto ha ocurrido y me pertenece. [Sólo] Entonces puedo finalmente admirar la montaña, disfrutar del lago, perderme en la selva».
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