El año pasado el Centro Guerrero presentó la exposición Geopoéticas, una muestra que reflexionaba sobre la construcción del documento político en un contexto postcolonial a partir de diez obras de vídeo. La exposición analizaba tanto la formación de la narratividad como la transformación de una enunciación poética en una expresión política en la circulación de la imagen.Pese a presentar en diálogo a artistas como Chen Chieh-Jen, Amar Kanwar, Hala Elkoussy, Bani Abidi o Akram Zaatari, diría que la particularidad de la Geopoéticas era otra: estaba co-producida por un festival de cine.
Es extraño que un festival de cine, con las habituales presiones comparativas del circuito y la búsqueda de público, acceda a incluir otro tipo de usos de la imagen en movimiento que desequilibren el dispositivo cine y sus aspectos más esenciales; pero más extraño aún es que acceda a renunciar a la etiqueta de videocreación y consiguiente proyección en sala. Quizá lo más interesante de esta coproducción fue la relación de ida y vuelta que se produjo no entre dos lugares, la sala de cine y el cubo blanco, sino entre dos esferas y públicos distintos. Aún recuerdo a Jafar Panahi mirando atónito a William Kentridge o a varios historiadores del cine preguntándose de dónde había salido ese extraño discípulo de Robert Bresson llamado Chen Chieh-Jen.
Tras esta primera edición, el Festival Cines del Sur acaba de presentar parte de la programación de su segunda edición, en la que, en cierta manera, volverá a estar presente esta sinergia.
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