La revisión del rol del dibujo en medios tan diferentes como la pintura o el vídeo-arte es una sólida línea de investigación académica y curatorial representada por teóricos tan destacados como Rosalind Krauss o Catherine de Zegher, o recientes exposiciones en nuestro país como Fantasmagoría o la estupenda Arte Termita contra Elefante Blanco. A propósito de la exposición de Juan Vida en el Palacio de Condes de Gabia, Paco Baena, crítico de arte y doctor en estética, ha firmado un breve, preciso y bien referenciado texto sobre esta situación cambiante del dibujo. Un extracto:
Jean-François Lyotard habló (en Discurso, Figura) del dibujo del deseo, ese dibujo que recrea el objeto perdido o nunca alcanzado, lo circunscribe, lo modela, trata de poseerlo. Juan Antonio Ramírez, por su parte, acuñó en cierta ocasión una expresión que era una variación sagaz de uno de los títulos más célebres de Buñuel: Ese oscuro deseo del objeto.
Y bien, a la vista de estos cuadernos de Juan Vida, y ajustando un tanto todas esas fórmulas al caso, bien podríamos hablar, simultáneamente, de ese claro dibujo del deseo y de ese claro deseo del dibujo.
En el primer caso (ese claro dibujo del deseo) habría que atender lo que los semióticos llamaron Plano del Contenido. La mirada. Sus objetos. Habría que reparar en la insistencia (en la pulsión): las mismas poses una y otra vez, las variaciones sutiles, los matices. Habría que escuchar la especial delectación en la indolencia, esas baudelaireanas calma y voluptuosidad, la hora de la siesta (Matisse ya señaló que sus dibujos al trazo son generadores de luz [ ], además del sabor y de la sensibilidad de las líneas, contienen de forma evidente la luz), la hora tibia y dorada de un presente absoluto, de ese momento. Habría, en fin, que subrayar, como ha hecho Annette Vogel a propósito de los dibujos de desnudos de Gustav Klimt, que es el propio cuerpo femenino el que construye el espacio, pero, al mismo tiempo, el vacío que rodea a la figura y la intensidad e intemporalidad que éste aporta potencia la fuerza y el erotismo de la imagen.
En el segundo caso (ese claro deseo del dibujo), el análisis enfocaría el Plano de la Expresión. Como dijo, también, Matisse, a fin de cuentas yo no pinto una mujer, hago un cuadro. Y entonces observaríamos que el mundo referencial sería sólo un pretexto para provocar el placer de la línea. Línea clara (como la del poema de Luis Alberto de Cuenca: Dicen que hablamos claro, y que nos repetimos / de lo claro que hablamos…), pero vibrante. Línea de contorno que se retrotrae a la moda del gravure au trait que se extendió por Europa entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, según estudió Robert Rosenblum, y llegó renovada a los años 20 del pasado siglo. Línea, ya, post-cómic y post-porno.
Comprenderíamos, entonces, que el verdadero tema de estos cuadernos es el goce de la cadencia, del roce del grafito sobre el papel(…)
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