Katy Siegel y David Reed proponen en la exposición High Times, Hard Times: New York Painting (1967-75) una interesante tesis. ¿Qué sucedería si rechazáramos la tesis de que la pintura en estas décadas es un ejercicio transitorio hacia el minimalismo y el procesual? Como señalan, la mayoría de relatos oficiales inciden en declaraciones de este tipo de Ad Reinhardt, Frank Stella o Brice Marden, unidas junto a manifiestos de la obsolescencia del medio pictórico de artistas como Donald Judd o Robert Smithson.
Esta exposición pretende recuperar una serie de pintores que, junto a la exploración de las convenciones del medio, se aproximaron a los cambios sociales y procesos de agitación política de estas décadas a través de la pintura. Una nómina de grandes desconocidos en Europa, de la que una mayoría son mujeres (Mary Corse, Jane Kaufman, Dorothea Rockburne, Jo Baer…) y extranjeros viviendo temporalmente en Nueva York (César Paternosto, Blinky Palermo, Franz Erhard Walther…)
Sin embargo, la tesis tiene un aire a aquellas novelas ficticias pseudohistóricas que comienzan con un ¿qué hubiera pasado si…? y, como apunta Roberta Smith, simula peligrosamente una cápsula del tiempo desprovista de causalidad y de centralidad. Aunque, casi sin duda, será el primero de otros muchos ejercicios de arqueología pictórica por venir.
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