A veces las películas emprenden una vida autónoma, se despegan de su autor para recorrer caminos inesperados. Es lo que sucedió con Queridísimos verdugos (1973), la película en la que Basilio Martín Patino reunió a los tres ejecutores españoles en activo en un acelerado rodaje clandestino.
Más de treinta años después, mientras Basilio preparaba su exposición para el Centro Guerrero, la hija del verdugo de Granada nos habló, durante un día en que recorrimos los escenarios de la cinta, de cómo la relación con su padre había nacido gracias a la película, de la carga que el oficio de su padre le había delegado y de la superación que suponía este ¿casual? encuentro póstumo.
Este epílogo de Queridísimos verdugos supuso la vuelta de Basilio a las cámaras en una intensa jornada de rodaje en distintas localizaciones de la ciudad. El resultado podremos verlo en la exposición que se inaugurará en el Centro Guerrero el próximo 19 de octubre.
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