Paula Cárcamo Carrera es programadora y mediadora cultural. Tiene una maestría en Teoría y Práctica en Arte y Cultura Contemporánea por Azkuna Zentroa y UPV/EHU. En 2021 cocuró, junto a Cecilia Almiron, el Festival de Arte, Pensamiento y Tecnología FAP-TEK como parte de la programación del Centro Cultural de España en Montevideo, Uruguay. Como programadora cultural, ha sido becada para trabajar en el Centro Cultural de España en México, y posteriormente recibió la beca MAEC para gestores culturales donde trabajó en el Área de Acción Cultural del Centro Cultural de España en Montevideo. Actualmente desarrolla la producción del Festival de la Imagen Getxophoto y es la responsable de la edición del Programa de Actividades dentro del área de Industria en el Festival de Cine de San Sebastián. Junto a Miren Bayona, desarrolla ‘En obras’ en el Museo Bellas Artes de Bilbao, proyecto de residencia para jóvenes que busca plantear de forma colectiva otros museos posibles.
Acordamos una entrevista informal para hablar de redes sociales y del impacto que han tenido en su trabajo y en su vida. El riesgo de extrapolar su experiencia particular como trabajadora al estado del mundo laboral del arte contemporáneo, por supuesto, sería quedarnos cortos.
Paula Cárcamo: A título personal, a mí me han afectado mucho las redes sociales. Vengo de un parón de cuatro meses. De hecho, volví a ellas el día que empecé mi rutina laboral.
Centro Guerrero: ¿En serio?
PC: Sí, sí. El primer día que fui al trabajo, salí a las cinco de la tarde, tomé el metro y me abrí Instagram otra vez. Por un lado, era una imposición: sentía que realmente tenía que volver a las redes sociales; y por el otro, me entraba esa curiosidad de volver a las redes desde otro lugar, ya no como desempleada, sino con un trabajo. Venía de quitarme Instagram en noviembre: había terminado de trabajar en el Festival de Cine de San Sebastián en octubre y vivía en casa de mis padres. Aunque tenía dos proyectos —el del Museo de Bellas Artes y el tema audiovisual de un grupo musical—, la sensación era la de estar desempleada y en casa de mis padres. Pensaba: «no caigas aquí, porque lo único que vas a hacer es compararte con realidades ajenas». Para mí ha sido muy significativo cómo he vuelto esta vez, y debo destacar lo mucho que lo uso en trabajos como éste. Ahora estamos en un proceso de selección de artistas. Como programadora, o cuando curé el festival FAP-TEK en Montevideo o en otras programaciones que he hecho atrás, el uso de Instagram se ha hecho muy necesario: escogemos artistas a través de Instagram.
Las dos evidencias me caen como el agua fría que cae todos los días a la misma hora. Simpatizo rápidamente con ese desdoblamiento tortuoso del estar en la red social según el éxito laboral, mientras mi perfil de Instagram, solo por existir, me escuece por dentro.
PC: Me cuestiono mucho esa necesidad de construir tu avatar virtual. No deja de ser una especie de despliegue de ti: tú puedes hacer lo que hagas en el plano físico, y luego decides cómo lo quieres curar y representar en la digitalidad. Pero, claro, estás curando tu propia vida. A nivel profesional me parece una herramienta muy fácil, pero tiene un precio. Estás escogiendo en base a quien mejor se venda. No tendrías que estar vendiéndote de esa manera en Instagram para ser mejor artista o para participar en ciertos festivales; la realidad es que sí.
A diferencia de otros espacios, la obtención de visibilidad y atención en Instagram —dos incentivos protagonistas por encima del servicio de mensajería o el descubrimiento de fuentes— está directamente relacionada con la acumulación: de imágenes subidas, de interacciones o de seguidores. A fecha de 2015 se contabilizaron 40 billones de imágenes en Instagram[1], cifra que palidece ante el billón que se comparten en la red cada día en 2024[2]. Los algoritmos de la red social impulsan la visibilidad de los usuarios más activos o con las imágenes con más interacciones, aunque cada año la compañía implementa cambios en el funcionamiento de la aplicación[3][4]. Incluso abundan las cuentas de Instagram que consisten en subir el mismo vídeo o la misma imagen cada día: una irreverencia en corto, superflua. En este contexto, la imagen se arriesga a presentarse como solicitud formal de la atención que desea el usuario que la sube a la red social. Fuera de ella, sin embargo, la acumulación no es un principio ineluctable: la circulación, la mutabilidad y el desprendimiento acontecen cada día frente a la sobreabundancia que no deja ver.
CG: Además, la labor del artista tiene que tocar, de algún modo, con la responsabilidad sobre las imágenes que presenta, en qué tiempos, en qué clave… No sé si responsabilidad es el término adecuado, pero forma parte de su trabajo. Y claro, ese trabajo parece que se duplica porque el artista no puede responsabilizarse tanto si está en una situación de precariedad.
PC: Totalmente. El tiempo que tienes que invertir en trasladar todo lo que realizas al entorno digital es muy desgastante. Luego tienes que hacer conexiones, alimentar constantemente tu avatar… Para mí, la construcción de la identidad digital, como extensión propia que hay que curar, es agotadora. Y no sé hasta qué punto son certeras las redes sociales que tanto usamos en el plano profesional. Por muy bien que el artista venda su obra, no tiene por qué tener tanto que aportar.
Seguimos sobre el mismo banco, tomando algo frente a los coches que suben la cuesta en fila. Ella me habla de la sensación de pequeñez que experimentó en Ciudad de México, una ciudad cuya escala le sobrepasaba, y ve clara la relación con la sofisticación actual de las telecomunicaciones. También me cuenta que, durante un tiempo en que se desinstaló la app, no producía tantas imágenes con el móvil, y que la intención de subirlas a redes sociales continúa, aunque subyacente y menor. Sigue confiándose a su handycam, que la aleja de esos impulsos.
CG: Has dicho que Instagram era absolutamente necesario y que hacíais selección de artistas. ¿Qué criterios manejáis? Para entender lo que ocurre en el perfil de un artista en una red social, ¿cómo trabajáis, para tomar una decisión?
PC: Principalmente, el artista debe tener una relación directa con el festival que estemos organizando: que entendamos que se comparte un lenguaje. Es muy importante que tenga muchas cosas subidas en torno a su trabajo; mucho de carácter procesual, lo que se agradece. También, que haya ejemplos de su trabajo expuesto en otros espacios. No hace falta que sea una superproducción de imágenes. Puede ser información improvisada sobre por dónde te mueves. Hemos rechazado proyectos por el hecho de que solo había un único proyecto en el perfil del artista, junto con mucho material cotidiano, del día a día. De un vistazo en Instagram se tiene que entender de qué va, más o menos.
CG: Uff.
PC: La mayoría de artistas ponen enlaces de su web, a los que acudimos siempre y le dedicamos tiempo. Pero si de primeras ya hay mucha imagen familiar, de su entorno cercano, se convierte en un perfil menos profesional para nosotros. Y puede funcionar, pero para nosotres tiene que haber una línea que nos indique el trabajo que ha ido haciendo. Aparte, en los festivales tiene que haber un line-up plural, con representación de disidencias. A lo largo de mi trayectoria profesional he comprobado la abundancia de perfiles artísticos masculinos, lo cual me ha impactado mucho; acabamos invirtiendo mucho tiempo en la búsqueda de perfiles diferentes. A veces también realizamos esta búsqueda a través de la programación de festivales en otros países. Por eso Instagram es tan útil.
CG: Bueno, también me viene bien todo esto a mí. Creo que pondré más fotos.
Nos reímos. Me explica, en congruencia con lo hablado, que muchas decisiones se toman así por las condiciones de trabajo y la falta de recursos. «Le dedicas el tiempo que puedes», insiste, y aclara que cualquier recurso en línea sobre los artistas o sus proyectos, esté o no en redes sociales, es importante para ella. Demuestra mucha apertura a perfiles artísticos que exigen otra digestión, aunque no lo tengan fácil. Toca elegir entre resumir o seducir, si es que la integridad de la propuesta es compatible con la red.
La conversación vespertina se fue disolviendo, y la cerró la inminencia de un evento cerca de las ocho, entre la prisa y el jaleo de la calle. Por ello, queremos agradecer formalmente a Paula Cárcamo su disposición y su honestidad, y esperamos volver a colaborar con ella en el futuro.
Webgrafía:
[1] Alba, D. (22 de septiembre de 2015). Instagram Now Tops 400 Million Users And 40 Billion Photos. Wired. Recuperado el 2 de junio de 2024 de: <https://www.wired.com/2015/09/instagram-now-tops-400-million-users-40-billion-photos/>
[2] La cifra estimada por la agencia Omnicore es un poco mayor: «Around 1.3 billion photos are shared on Instagram every day». Aslam, A. (30 de mayo de 2024). Instagram by the Numbers: Stats, Demographics & Fun Facts. Omnicore Agency. Recuperado el 2 de junio de 2024 de: <https://www.omnicoreagency.com/instagram-statistics/>
[3] A juzgar por las palabras de Adam Mosseri en un reel en el que hacía balance del año 2022, transmitía la voluntad de descentralizar la atención, recomendando imágenes y vídeos menos conocidos a los usuarios: «We are also gonna help people discover things that they love. This is […] about photos, creators and recommendations». (28 de diciembre de 2022). Instagram. Recuperado el 5 de junio de 2024 de: <https://www.instagram.com/reel/Cmub81RgEZD/>
[4] Sin embargo, en otro reel más reciente, Mosseri confiesa que la popularidad y el número de interacciones de las imágenes y vídeos computan en el momento de aparecer en la función “Explore”: «Explore, like reels, is a recommendation surface. […] [Its] goal is to help you discover new things that you might be interested in. […] The information, or the signals, we use to make those predictions, are very similar to those that we use for Reels […] The number one group of signals is information about that post: how popular is that post right now». (31 de mayo de 2023). Instagram. Recuperado el 6 de junio de 2024 de: <https://www.instagram.com/reel/Cs6gh_NgPF0/>
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