Parece que el primer museo de la historia lo ideó una niña, la princesa Ennigaldi, hija del último rey neobabilónico, en torno al año 530 a. de C. Su intención, comprender a sus ancestros, comprenderse a sí misma, o quizá explicarse por qué su padre era su padre y ella ella, semidioses
–es de suponer que en aquella época un rey pensara algo así, quizá también en esta–.
aunque es verdad que un museo no tiene una dirección concreta, un cometido preciso, unos límites claros, como el subconsciente, o como la culpa y la náusea y lo que urdimos para frenar su poder de persuasión,
a veces nace porque sí, otras porque no,
a veces lo funda gente rica, gente pobre, incluso gente que busca acabar con los museos sin saberlo, o sabiéndolo,
diputados gordos, flacos, ilustres banqueros con la cara de cuero, médicos aficionados a la cerámica, el dominó,
artistas buenos, malos, impostores, genuinos, sinceros, despistados, chiflados, botarates, genios, subnormales, gente normal, de la peor calaña,
de esa que, como decía Robe Iniesta, se podía morir,
y gente normal, de la decente, de esa que no debería morirse nunca,
reyes, plebeyos, iracundos, infelices, deprimidos, ingenuos, fascistas, comunistas, pensionistas
existe el museo del pene (está en Reykjavík), el de la vagina (está en Londres), el museo del jamón (está en Madrid), el de la mafia literaria (lo abrirán próximamente, aún no dejan claro dónde, nuestra ciudad se postula), el de los Boston Celtics, del Real Madrid, de pavos reales, ciervos, miel, hachís, zapatos,
museos sobre la muerte de judíos, sobre la vida de los judíos,
de cuadros expresionistas, impresionistas, conceptuales,
de historia, geografía, naranjas, aceitunas, escalpelos, cascos de bombero, altavoces, teclados, enfermedades de cutículas, madera, luces, agua, bombillas, bolígrafos, esófagos, vacas, nubes, fractales, serendipia, dioses, cigarrillos
entender qué es en realidad un museo es imposible haciendo una arqueología lineal de la historia
todo es demasiado complejo ya, e inesperado, el mundo es ya demasiado contemporáneo
(no sé si es una cita de Don Delillo o la he reinventado porque yo soy demasiado contemporánea)
quizá el situacionismo al fin y al cabo no hiciera solo una labor necesaria contra la instrumentación política del stablishment, quizá también le diera pistas a ese stablishment:
la clave está en la descontextualización, pero no solo del museo, sino de nosotros
según el Diccionario Panhispánico un museo es una institución abierta al público que está al servicio de la sociedad y de su desarrollo y que, sin ánimo de lucro, reúne y ordena con criterios científicos y de forma didáctica un conjunto de bienes culturales o naturales para la investigación, la enseñanza y el gozo intelectual y estético, y que asimismo constituye un espacio para la participación cultural, lúdica y científica de los ciudadanos
ni de coña los criterios científicos, venga, hombre
ya está bien con eso
pero vale, quitemos el museo del jamón y el de los Boston Celtics, dejemos solo esos que supuestamente son patrimonio histórico-artístico, incluidas las vaginas y los penes culturales
aunque lo cierto es que nadie sabe ya qué es eso del patrimonio histórico-artístico,
y menos las autoridades que deben preservarlo, que son las que primero quitan la filosofía de los planes de estudio y ahora quieren echar de su edificio universitario a los historiadores del arte para reubicarlos dios sabe dónde, debajo del puente verde a lo mejor, quizá para que en 50 años nadie sepa qué era eso de la Historia del Arte ni para qué servía, como la filosofía o el patrimonio histórico-artístico,
cuando todos ellos sirven, de forma transversal por lo menos, para darnos cuenta de que la sociedad es hoy un museo del yo, una permanente e irrefrenable inauguración del yo, ese nuevo arte individual, solipsista y lleno de la más absoluta inanidad y estupidez
que tanto rédito genera a unos pocos y tanto despiste a otros
ese es el museo permanente, contemporáneo, que acabará con nosotros: el del móvil
ahora en la Facultad de Letras hay una gran exposición, una genuina exposición de arte,
o un museo improvisado en sus pasillos
los alumnos de Historia del Arte han tomado las paredes y los suelos y han expuesto reproducciones de obras del arte que siguió a lo que había fundado la princesa mesopotámica para recordarnos nuestro origen y protestar contra el traslado de los alumnos de Historia del Arte a las aulas vacías de Medicina de la avenida de Madrid,
algo que en mi opinión esconde más que un simple gesto,
es más bien una velada estrategia para ir desmontando las Humanidades,
el estudio de la historia, la filosofía, la filología, el mundo del conocimiento que fundó aquel edificio
hace ya décadas
al que ahora se le hace un bullying poco a poco
para introducir otros estudios,
veremos pronto cuáles, aunque estoy segura de que será tan poco a poco que ni nos daremos cuenta, tan lentamente que será bastante fácil tildar esta protesta y este post como una mera paranoia,
pero no es solo que estos alumnos sean expulsados del espacio universitario, de la cafetería, la sala de fotocopias y del césped donde fumar porros, discutir sobre Brunelleschi con esa de las gafitas tan lista que se parece a Alice Wonder
es mucho más
es algo más profundo, más largo, más sibilino
esta exposición protesta tan fea, tan cutre, a medio hacer o sin hacer en un pasillo,
que no parece seria
con esa colocación apresurada, pasillesca, del alfabeto de nuestra cultura
es
o debería ser
nuestra refundación
vayan a verla
aunque no sea una exposición
aunque sea más bien un grito
antes de que perdamos el juicio, la historia, los símbolos
antes de que solo nos quede la literalidad de nuestra estupidez
antes de que nos saquemos más fotos de nuestro colon para enviarla a la deriva del cosmos
en una nave de Elon Musk
por si una civilización menos imbécil las encuentra
y se apiada de nosotros
mientras en Filosofía y Letras se imparten cursos de metadatos,
porque eso va a ocurrir, «el milenarismo va a llegar» sin que llegue ningún Cristo
estamos solos y todo va a cambiar demasiado
si no hacemos desde ya muchas más cosas
de las que estamos haciendo con nosotros.
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