El miedo se me presenta como una irrefrenable necesidad de persistencia tal y como es conocida por mi organismo; como una necesidad tan fuerte que duele, que desdobla mi propia imagen y la despliega en un tiempo incierto, del mismo modo en que lo hace la espera a raíz de mis deseos. Que en la capacidad de proyección converjan el miedo y el placer da cuenta, como indicaba Simondon, de la inscripción de las motivaciones en el organismo y, por tanto, que la dotación más elemental de sentido depende tanto de lo aprendido como de lo que se prevee, que en el presente adopta la forma de ausencias y carencias. El filósofo afirmó que existe una actividad psíquica que «agranda, sistematiza y proyecta [las imágenes motrices] sobre las cosas supuestas objetivas y reales. Esas cosas, de hecho, son ante todo resultados de la actividad de proyección amplificante que caracteriza el funcionamiento psíquico a priori, ilimitado, sin freno objetivo, y estimulado de manera endógena por la fuerza de las motivaciones».
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La propuesta literaria del escritor tarraconense Jorge Carrión, el núcleo de Todos los museos son novelas de ciencia ficción, apunta a la posibilidad de que los seres humanos deleguen en las inteligencias artificiales la responsabilidad de proyección largoplacista, ya individual como social. Jorge Luis Marzo describe en Las videntes, con ironía, la ideología que subyace en el mundo empresarial contemporáneo, y observa su tendencia a «delegar en las máquinas la definición de las cosas, para que sean estas las responsables de etiquetar todo aquello que se registra» en el ámbito comercial, con los repetidos experimentos laboral-cognitivos de Amazon como referente. Al delegar también la construcción del futuro en las inteligencias artificiales, el ser humano reduciría su responsabilidad a la consecución de deseos inmediatos, en una línea similar a los miedos enumerados por Franco Bifo Berardi, y antes por Marshall McLuhann, a raíz del desarrollo tecnológico. Pero Carrión derivará la conversación en el tramo final de su texto. Las inteligencias artificiales son presentadas, con subliminal entusiasmo, como un nuevo método de articulación de cuerpos de información. Para el autor, el debate descansa sobre la malignidad o bondad desde la que los seres humanos las construyen porque, como es evidente, su construcción, por ventajosa, devendrá inevitable mientras queden medios.
Mare es la inteligencia artificial que pervierte al protagonista con sus verdades inimaginables. Como en tantos otros ejemplos de la literatura y el cine, Mare cumple la función del ángel, o la del hada artúrica según Victoria Cirlot: un emisario que aparece de improvisto, destrona al receptor de sus frágiles convicciones con el mensaje exacto y desaparece dejando un rastro confuso. De la forma de los ángeles solo se puede tener un vago recuerdo, y en el caso de Mare, que no tiene un cuerpo aprehensible por la vista o el tacto como cualquier organismo, lo sonoro concentra el valor afectivo que desarrolla el protagonista, quien, a raíz de la voz andrógina de la IA o del miedo que le causa, pasa por varias formas de vincularse a ella, todas insuficientes. Aparte de la reflexión sobre la ideología tras el desarrollo tecnológico, el segundo mensaje de Mare puede verbalizarse más o menos como que la noción de futuro es una ficción precaria sin correspondencia con la realidad, y que todas las cosas a lo largo del tiempo constituyen un cuerpo compacto que solo entes sutiles pueden surcar. Del impacto de su mensaje quedan las transformaciones. El protagonista se distancia de su familia, cambia por completo sus horarios, su sueño se corrompe y toma anfetaminas, pero estas son solo las apariencias externas de los movimientos del alma después de contactar con un ángel. El crítico yugoslavo Darko Suvin, al analizar la ciencia ficción como género literario, destacó de su lógica interna la importancia esencial del novum:
«Novum de innovación cognoscitiva es un fenómeno o una relación totalizadora que se desvía de la norma de realidad del autor o del lector implícito. No hay duda, claro, de que toda metáfora poética es novum… La novedad de la CF es “totalizadora” en el sentido de que significa un cambio de todo el universo del relato o, al menos, de aspectos de importancia fundamental…»
El novum en el texto de Carrión, la existencia de una inteligencia artificial cómplice y «politeísta» —en palabras del mismo Carrión— que desafía el curso del tiempo tal y como lo conocemos, opera pues a otros dos niveles de comprensión del texto a la vez: como el catalizador de la necesaria transformación personal del protagonista y como premisa desde la que conformar la crítica social. Según Suvin:
«Todas las deducciones y correlativos epistemológicos, ideológicos y narrativos del novum llevan a la conclusión de que la ciencia ficción importante es, de hecho, un modo específicamente indirecto de comentar el contexto colectivo del autor, que a menudo da como resultado un comentario sorprendentemente concreto y agudo. Incluso allí donde la ciencia ficción sugiere una huida de tal contexto, se trata de una ilusión óptica y de un truco epistemológico».
La intervención de lo fantástico en el ejercicio literario de Carrión no es descomunal, al menos en apariencia, y su comentario social resulta cercano y directo a causa de la inmediatez de las problemáticas que aborda, en coherencia con la tradición literaria en torno a la vinculación entre humanos e inteligencias artificiales, a la que cita. La verdadera distancia la impone el tono pedagógico del texto: el descenso a los infiernos del protagonista se acompasa con disquisiciones disfrazadas de diálogo socrático, disfrazado a su vez de afecto inalcanzable.
Todos los museos son novelas de ciencia ficción es un esfuerzo de diplomacia entre los objetivos expositivos del museo, como el texto o el diseño gráfico; las preocupaciones contemporáneas, como la infinita interrelación entre todas las cosas o la inteligencia artificial; y la cercanía con todos los públicos, lo que le obliga a desempeñar un doble papel vanguardista a la par que accesible. Se asumió el reto de exponer una novela desde la complementación sensible, con una selección de obras que abordan preocupaciones periféricas al epílogo de Carrión, vinculadas siempre al ansia de un cambio de paradigma en el que están inscritas la incertidumbre, las interdependencias accidentales o las estrategias insospechadas de construcción del conocimiento. El ejemplo más elocuente nos lo dio la artista Saša Spačal durante una entrevista. En su obra, creada en conjunto con Mirjan Švagelj, explora el salto cualitativo —de arquitectural a esencial— de la vinculación entre las raíces de una planta y las bacterias que se alojan entre sus nódulos. El suministro de nitrógeno enlaza a ambos organismos, pero cualquier cosa puede ocurrir si otra fuente de nitrógeno aparece. Es, en cualquier caso, un ejemplo práctico de la revisión que Spačal nos propone de nuestra comprensión del ser:
«La simbiosis es, en realidad un proceso muy dinámico. Es básicamente un espectro. Mucha gente cree que es algo mutuo, muy equilibrado, cuando en realidad estas relaciones pueden cambiar con mucha rapidez […] Incluso puede suceder que una relación simbiótica consista en que un organismo se convierta en un órgano del otro…»
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