El catálogo de exposición sustituye a veces al ensayo crítico y cada vez son más los historiadores y teóricos que, ya sea por visibilidad u
operatividad, se plantean la exposición y el catálogo como sustituto del estudio histórico. Habría que preguntarse de qué modo la elección del medio afecta a la escritura y al objeto de discusión y si la institución que produce la historia determina la forma de ésta. A debatir sobre esta pregunta contribuye el siguiente libro, The two art histories, que reflexiona sobre las diferencias entre el museo y la universidad como dos instituciones productoras de diferentes y, en ocasiones, enfrentadas historias del arte. Este conjunto de ensayos, editado por Charles W. Haxthausen y con contribuciones de Dawn Ades, Andreas Beyer, Richard R. Brettell, Stephen Deuchar, Sybille Ebert-Schifferer, Ivan Gaskell, Patricia Mainardi y Griselda Pollock, entre otros, acaba con la vieja idea de que la universidad y el museo, o el historiador y el comisario, respectivamente, representan dos momentos o dos fases sucesivas en el juicio, valoración y atribución de lo artístico ante el público para, por contra, presentarlos como dos modelos simultáneos en disputa. La respuesta de qué modelo representa cada cual, sin embargo, es huidiza y relativa: en ocasiones, el relato del museo es retrógrado y lineal, otras veces, activo, crítico y desestabilizador. Pensemos, como ejemplo del primer caso, en la introducción de las series sobre la Baader Meinhof de Gerhard Richter en el MoMA enmascaradas como simplemente gran pintura, de acuerdo con Robert Storr, seccionando así sus lazos con la compleja historia de la democracia en Alemania o cómo, por contra, los mismos museos en España, ya sea el PEI del MACBA, el próximo postgrado del Reina Sofía o los diferentes seminarios que organizamos desde escalas más reducidas, están, ante el anquilosamiento y conservadurismo de unos programas universitarios positivistas, proponiendo y asumiendo la introducción de la teoría crítica y nuevos modelos de enseñanza y aprendizaje.
Sí, pero según tengo entendido el PEI ha copiado muchas cosas del Whitney. Yo lo cursé cuando todavía era un taller de crítica, y, aunque nos dieron mucha bibliografía, eché en falta dos cuestiones importantes: una, que los objetos de estudio fueran como mucho de finales del siglo xx (nada de arte digital ni electrónico, es decir, nada que no se vea en un museo, galería o mediateca al uso), y ausencia de interpelación crítica con los conferenciantes/profesores. Recogieron un par de ejercicios, pero no nos dijeron nada respecto a lo que les habían parecido )?!). No sé, espero que ahora al ser una especie de posgrado se hayan puesto más las pilas…
hola, raquel, un placer verte por aquí. Conozco a gente que ha cursado el ISP del Whitney, e incluso que está allí ahora, y no tiene mucho que ver con el PEI, o al menos en cuanto a su formulación actual, el posgrado del MACBA me parece más ambicioso, completo y programático, aunque el tuyo es el primer comentario que leo de alguien que lo haya cursado.
Además de museos asumiendo una docencia más o menos reglada, duplicando a la universidad, un aspecto que me interesaba del libro era el del museo, en sus medios más específicos (como la exposición) y no la academia, como motor de la historia del arte.
te sigo leyendo en tempus fugit.
hola, pues yo tampoco creo que se parezca al programa del whitney. de hecho estoy cursando el programa de dos años ahora mismo, y según he podido comparar las currículas con los anteriores talleres de crítica del macba pues sí existe gran diferencia.
creo que gran parte de la actual estructura educativa de posgrado del PEI la han sacado de sus anteriores experiencias educativas del MACBA, corrigiendo falencias y vacíos teóricos. lo que es más significativo, al menos desde mi punto de vista, es que se permiten avanzar sobre autores y discursos no demasiado habituales en programas educativos artísticos, con un claro filo político crítico. digamos que la base es profundamente literaria y filosófica, en una línea marxista, deconstructiva y feminista.
recién van 2 trimestres y quizá sea temprano para opinar sobre ello, pero al menos desde adentro la cosa pinta muy muy bien.
A propósito del CEHA (del cual hablamos aquí: http://blog.centroguerrero.org/2008/02/22/memoria-e-historia-del-arte/ ) en este interesante enlace, se retoma el debate:
http://salonkritik.net/08-09/2008/09/las_dos_historias_del_arte_jos.php
Resumo las principales ideas, con pensamientos en voz alta, y continuamos hablando aquí.
Para J.L.Brea, las ventajas de esta historia postacadémica, o académica sin universidad, narrada desde el espacio expositivo presenta ciertos inconvenientes que, en contextos de estructuras de enseñanza débiles, acomodaticias y solipsistas, como (ay!) esta nuestra, son enmascarados por supuestas ventajas. A saber:
-falta de independencia del museo (aquí la pregunta sería si de veras la universidad es tal ente sancionador y si más bien no sería necesaria cierta crítica institucional, en la línea de la ensayada por De Certeau y Bordieu sobre la escritura y selección académica, que exponga el tópico ilustrado de la autonomía y, de paso, restaure cierta credibilidad en la institución).
-poder institucional excesivo, tendente a silenciar otras lecturas o narrativas (buena idea ésta, aunque el fin del centro de arte no sería tanto el de implantar dogmas o sustituir hegemonías, como el de sugerir la incertidumbre; en este sentido, la incorporación de esas otras lecturas es deseable).
-suspensión de la legitimidad del historiador (aquí se da por asumido aquello que planteaba discutir: el hecho de que no exista una institución y escritura única de la historia y de que la legitimidad ya no competa en exclusiva al historiador. Estas otras figuras -comisarios, críticos- son consideradas en el post como ‘gentes de la gestión’ cuando, en cambio, se trata de historiadores que a menudo han cambiado su marco de referencia laboral. Ahora bien, es cierto que están por desarrollar los instrumentos que nivelen la difusión y presencia del comisario-exposición con los del historiador-investigación, quien a duras penas puede competir con los recursos de la industria cultural).
-manipulación histórica (aunque el relato del historiador esté exento del sujeto escribiente, es obvio que no es ajeno ni en intención ni en finalidad a la manipulación que supone una lectura determinada de la historia).
¿Qué os parecen estos argumentos?
Supongo que Brea tiene razón, aunque todo lo que dice en última instancia podría atribuirse a cualquier institución que cuando adquiere mucho poder absorbe e integra los elementos discordantes… obviamente que ninguna institución u organización debería reemplazar a otra si ello implica homogeneidad de discursos).
No puedo pronunciarme mucho en términos de «historia» porque no es mi formación y campo de trabajo…
En todo caso, y sé que no es ninguna novedad o solución, abogaría porque seamos conscientes y estemos especialmente alerta respecto al contexto en que nos estamos manejando en cada momento, no «darlo por sentado» y no hacer de él una descripción «de una sola pieza2.
¿se podría interpretar como una advertencia ante un desplazamiento de poder y autoridad desde la institución afectada?
en cualquier caso, estoy de acuerdo en que buscar sincronías es más pertinente que establecer nuevas hegemonías.
Bueno, depende de quién hable… aunque supongo que para evitarlo lo mejor es tener intereses en todas partes: ser profesor, y trabajar en el museo, y ser gestor independiente, jejeje… así si te falla un bote no se hunde todo el barco.