Os presentamos el texto que Teresa Artieda ha compuesto para el blog a propósito de la inauguración de Vagabundeos, la exposición de Sergio Larrain que exhibe el Centro Guerrero estos días. Teresa Artieda (1986) es licenciada en Historia del Arte y en Traducción e Interpretación. Aunque trabaja habitualmente como traductora, es conocida por sus trabajos como videoartista, entre los que destacan Niños micaesquisto (2005) y Frutísima palabra (2009).
en la inauguración casi no veo nada como suele pasar en las inauguraciones
no ves las fotos ves gente
luego personas
reconoces a uno y a otra y los saludas y observas la piel lujosa recién duchada en primer plano y los cristales casi espejos de las fotos de fondo
el haz de luz iluminando nuestro reflejo hola sí pues nada el protocolo pequeño burgués que ya no es pequeño burgués (lo han quitado) ni debería ser protocolo sino inercia y naturalidad pues conozco a las personas que hay aquí y sé que me gustan
y es que no sé qué me pasa pero si eres autónoma y trabajas en casa pierdes capacidad social pareces un ñú entre unas vacas
careces de lenguaje y hasta de identidad si llevas cuatro días traduciendo un libro sobre nitraciones sin pisar la calle
aunque antes era peor
cuando vivía en Valencia y me pasaba semanas sin hablar con nadie hasta que iba a comprar tabaco y comprobaba que no me salían las oclusivas y no porque fuera andaluza y ellos finos hortelanos
es que entonces casi me había convertido en una versión femenina de Kaspar Hauser pero ahora no es lo mismo
me digo o más bien mascullo delante de una mujer que desliza sus gafas tabique abajo para observarme bien antes de que yo le sonría y vea detrás de ella a un fotógrafo al que conozco desde hace décadas y al que no veo desde hace años y con el que ahora
después de pasar un rato hablando de las personas a las que sí vemos
empiezo a mirar las fotos colgadas hasta que le impelo
menudo verbo
a que me diga qué ve él y aprendo que los fotógrafos no ven cosas sino luz y que mientras yo veo en el cuerpo de una mujer con un poncho algo así como una identidad nacional y colectiva y anónima
a pesar o precisamente por tener ella la cabeza fuera del encuadre
él ve rayas de poncho luces de poncho negros de poncho grises de poncho y blancos de poncho pero yo ni veo el poncho sino el símbolo del poncho y luego me dice que le gusta mucho el fotógrafo pero que le sorprende que haya estado en Magnum porque en Magnum eran muy limpios o pulcros o cuidadosos con la técnica y añade que Larrain tiene cosas que le hacen parecer un poco novato pero que luego te fijas y ves que son hallazgos y miramos la imagen de unas líneas de la perspectiva de una calle que no le gusta y luego otra de un hombre borroso en primer plano con un árbol nítido en segundo y concluye que esta sí
que esta es muy buena
dice y se queda mirando entonces la foto y luego se va a hablar con un amigo que le toca el hombro y un señor mayor ocupa su lugar y se pone a mirar la foto del árbol nítido y el hombre borroso y yo le pregunto si le gusta y él me contesta que sí mientras se mesa la barbilla con su piel semilujosa de la ducha de
calculo
esta mañana y cambia el pie de apoyo y el haz de luz que ilumina la foto empieza a chamuscar un poco su pelo que es gris y creo ver vapor o humo saliendo de su cabeza aunque a lo mejor es de la mía y de pronto dice que le encanta y me mira sorprendido y yo miro el árbol y luego lo miro a él que parece estar cada vez más nervioso por alguna razón
como si hubiera encontrado allí algún personaje de Blow up o de «Las babas del diablo» y me señala una parte de la imagen que está difuminada y donde no se ve nada
él sigue sonriendo y yo sonrío también y así seguimos un rato y me doy cuenta de que luego los dos nos mesamos las barbillas acompasadamente mientras escrutamos el lugar que él ha señalado y entonces comienza a traquetear levemente
a mover el cuerpo un poco como si fuera una especie de martillo neumático que se moviera ralentizado pero de forma absurdamente regular y como ya ha pasado un buen rato y el hombre parece un poco extraño
quizá es que sea un autónomo y lleve tiempo sin salir de casa
me alejo de allí y voy a ver otra foto y luego otra y otra y me doy cuenta de que tiene mucho sentido que la exposición se llame Vagabundeos y no porque haya algunas en las que aparezcan personas que puedan ser o haber sido en el pasado vagabundos sino porque comprendo que un fotógrafo es precisamente un vagabundo pero que mientras el vagabundo busca una moneda en el suelo
el fotógrafo busca una fotografía
y que mientras el vagabundo encuentra una colilla
el fotógrafo encuentra otra fotografía distinta a la que buscaba y también pienso que a lo mejor se trata de la fotografía que buscaba sin saberlo de igual forma que el vagabundo que busca una moneda y encuentra un cigarrillo se da cuenta de que quería una moneda para comprar un cigarrillo
que esas cosas pasan o quizá es que solo pasen esas cosas en realidad y sea imposible demostrarlo y luego pienso que todos los vagabundos deberían tener una máquina Cóntax para hacer fotos y para que luego el Estado pudiera adquirirlas con la intención de recopilar tantas fotos del mundo como cosas hubiera en él y hacer así un mundo alternativo y fotográfico no sé con qué objeto y me da igual pero en cualquier caso los vagabundos
que es el asunto que nos ocupa
podrían de ese modo comprar los cigarrillos sin problemas y luego pienso que todo el mundo tendría que ser un vagabundo con una máquina Cóntax
que el mundo debería convertirse en un planeta habitado por seres que vaguen nómadas con cámaras Cóntax y que todos seríamos replicantes de una forma distinta a los de Blade runner
pero replicantes pues replicaríamos el mundo aunque en realidad no es eso lo que hacen los fotógrafos si son buenos
al menos eso dijo Berger o Sontag o los dos y luego pienso en la imagen de todos los vagabundos del planeta fotografiándose unos a otros y que esa imagen sería la imagen de un mundo que ha encontrado su razón de ser y también su final de ser que llegaría a raíz de las disputas generadas por problemas relacionados con el derecho a la intimidad que los vagabundos acabaríamos rompiendo nuestras cámaras en las cabezas de los otros vagabundos y que los trozos de hierro y celuloide acabarían volando por los aires mientras suena la música de Así habló Zarathustra de Richard Strauss de fondo
y luego alguien me toca el brazo y me dice qué tal pues bien ya ves las nitraciones y qué tal tú pues ya ves pues hasta luego y veo más fotos y me doy cuenta de que no estoy sacando nada en claro y entonces veo a una amiga y me pongo nerviosa porque hace tiempo que no la veo y no me acuerdo de su nombre pero sé que ha estado en mi casa
me acuerdo de ese día y hablamos un poco y le doy dos besos y un abrazo pero no me sale bien y caminamos un rato y miramos juntas más fotografías y ahí ya no puedo ver más porque me empiezo a obsesionar con su nuca que es muy blanca y tiene mechones sinuosos que caen de su pelo recogido y soy incapaz de concentrarme y al cabo de un rato bajamos y en la calle no sé si nos vamos a despedir o si nos vamos a tomar una cerveza y me doy cuenta otra vez de que no puedo estar cuatro días traduciendo un libro sobre nitraciones por mucha satisfacción que sienta al ver que por fin he terminado un capítulo y ella mira su móvil y yo de pronto me agacho y cojo una colilla del suelo y la enciendo y suelto una bocanada de humo al aire frío del invierno y veo que ella me está mirando con el móvil en la oreja y una cara un tanto desencajada mientras dice
qué haces
y yo respondo
no lo sé
y pienso que Larrain debería sacarnos una foto justo ahora
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