Hace apenas dos años el realizador Manuel Navarro tuvo el acierto de comenzar Colours, su documental biográfico sobre José Guerrero, con el rostro en primer plano de un hombre entrecano con barba y gafas que, mirando fuera de campo, a su izquierda, declara: “En España cuando dicen que alguien es buena persona es como decir: pero no es muy grande como artista, ¿no? Es una cosa… En España se asocia la malevolencia con el talento, ¿no? Y… yo estoy convencido de que eso no es así, ¿no? Y una de las razones por las que pienso que no es así –en ese momento el rostro gira ligeramente a la derecha para mirar en el eje de la cámara a contracampo heterogéneo, y el realizador encadena el plano con otro de detalle de los ojos del pintor que va abriendo para mostrar su retrato en blanco y negro, todo mientras escuchamos:- es porque he tenido la suerte de conocer a… a un artista como José Guerrero”.
Quien así habla es Antonio Muñoz Molina, al que acaban de anunciar como nuevo Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Naturalmente el galardón no se lo han dado por su defensa de Guerrero, pero sí, en buena parte, por el ímpetu moral que anima su obra, del que es precisamente muestra esa declaración. Antonio Muñoz Molina sabía lo que decía porque además de conocer bien a Guerrero supo apreciar su excelencia. Pero, solicitada su presencia en la película, en vez de conformarse con una intervención que no le complicara demasiado hizo lo contrario: censurar un rasgo de carácter muy extendido y basar su impugnación en el ejemplo recibido de Guerrero. Pone así toda su autoridad intelectual y cívica al servicio de la salvaguardia de su valor. O en términos algo gastados, pero revivificados por autores como él: se compromete.
Muñoz Molina siempre lo ha hecho con Guerrero y, a continuación con el centro que lleva su nombre. Siempre con enorme generosidad y entrega. Lo hizo en momentos difíciles, publicando en el periódico nacional más influyente un razonado alegato en favor del Centro. Lo hizo en momentos dulces, saludando, desde el mismo periódico, la que iba a ser su próxima inauguración (“Profeta en su tierra”, 22/3/1997). Lo hizo desde su inicio como escritor, contribuyendo a difundir la obra de Guerrero con una extensa entrevista que publicó la revista Las nuevas letras en 1984. Y lo hizo, también, desde el estudio más sosegado (dictando una de las primeras conferencias Por el color). Una buena muestra de esa dedicación a Guerrero es su libro José Guerrero. El artista que vuelve, que recoge la entrevista citada, otro artículo de la época y un texto inédito entregado para la ocasión: “José Guerrero en su sitio”.
Para nosotros un orgullo que alguien a quien sentimos como un colaborador próximo y querido vea compensado su trabajo y su coraje con el alto reconocimiento del que le han hecho merecedor.
Estamos de enhorabuena.
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