La historia de la Guerra Fría está impregnada de artefactos y productos cargados con simbolismo y contenido político, desde el gesto del expresionismo abstracto hasta la célebre cocina que debatieron Nixon y Khrushchev en 1959. Lo que muchos ignoramos es que uno de estos artefactos, quizá el más ambiguo de todos, era uno de los juegos más adictivos.
El simple Tetris, juego de cuatro caracteres móviles, desarrollado en 1985 en el Instituto Científico de Moscú por el mismo científico que calculó la trayectorio del Sputnik o teorizó el concepto de invierno nuclear, Alexey Pajitnov. Un juego que basado en la idea de construcción, de imponer el orden en el caos, pero un orden efímero que desaparece a la vez que se crea. Unas líneas que, en su desvanecimiento, recuerdan a las medidas contemporáneas de la Perestroika.
El Tetris, como tan bien cuenta el siguiente documental, fue el instrumento a través del cual Rusia aprendió el capitalismo. En el mercado occidental de las vídeo-consolas, ávido de esta memorabilia de un régimen en caída libre, comenzó a gestarse la lucha por los derechos. El negociador ruso, Belikov, fue capaz de aprender con rapidez las bases del capitalismo, percatarse de que los derechos originales no eran válidos y negociar a la vez con Nintendo y Atari diferentes tipos de derechos. El asunto acabaría en crisis diplomática entre el Reino Unido y la URSS, con la desaparición de Atari, quien compró los derechos a un «revendedor» ilegal y con el creador exiliado a Estados Unidos, donde comenzó a trabajar para Microsoft. Sorprendentemente, nunca llegó a recibir ningún derecho de autor, pues el juego pertenecía al aprendiz capitalista, el Estado soviético.
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