
Al punto de acabar los cadentes laberintos de florones sobre las urdimbres de finas líneas moradas, verdes y fucsias que empiezan en la página 5, ya en la 15, se repiten dos frases. La repetición no presenta tilde: «Me mueves pa’ cá / Me mueves pa’ ya». Iman aplica la estrategia de copiar, dispersar y variar a las zonas figurales y al texto por igual. A diferencia de la frase con coherencia sintáctica o de la imagen figurativa, cuyos límites están más demarcados por la convención popular, detectar la estructura de una unidad compositiva como una serie de caracteres ASCII para repetirla y componer una estructura mayor puede resultar más elusivo.
En la alternancia de caracteres en dos de las páginas más espectaculares del fanzine, la 10 y la 11, discernimos un orden en las sucesiones de florones y radiales que es constante y vertical. La serie consta de trece caracteres. Entre el centro y a las faldas de unas pocas columnas, Iman combina dos tandas de la misma serie en puntos distintos. Con un gesto señala otro: desplaza unos milímetros a la izquierda la columna añadida, la que está en un punto diferente, y quiebra la vertical que deberían componer. El espacio vacío entre los caracteres entre los que se da la ruptura es asimétrico y más corto que en la relación predominante. Esa inexactitud proporciona una leve variación, como una vibración, a la composición. Mas, al no ser una variación de la serie, la refuerza, pues la sorpresa precede a lo conocido. Aunque la distancia entre las columnas es muy regular, si se lee la página en horizontal no se adivina ninguna constante de caracteres, o al menos yo no lo logré; sospecho que porque es la constancia en vertical la que guía y porque la artista fue copiando y pegando esta misma serie con la intención de componer con ella ritmos de longitudes, en vez de jugar al despiste con más de una serie. Suficiente escrutinio revela su apuesta. Es decir: que en estas páginas, un orden de pensamiento, relativo a la apuesta inicial y al sentido (florones y radiales en un orden deliberado) se adivina al leer la página en vertical, y otro orden diferente de pensamiento, referido a la investigación formal y a la asunción del azar, se adivina al leer la página en horizontal.
Todo ello me llevó a pensar que la serie fue redactada en origen como un renglón, de izquierda a derecha, y que luego la artista fue girando a placer cada serie que copiaba y pegaba. Examiné las páginas dedicadas a las retículas (de la 5 a la 15) y comprobé que la posición de la mayoría de los caracteres ASCII era la que se espera conforme se «plantan» sobre el documento, mientras que unos pocos sí habían sido girados, así que descarté mi presupuesto inicial. En el primer escenario hubiera bastado con ajustar la sangría al máximo para escribir en vertical. Pero, identificadas tantas estrategias (solapamientos, convivencia de series giradas en diversos grados, quiebres sutiles de las columnas), concluí que había sido necesario un potente procesador de texto y de imagen a la vez, que no limitase la escritura. La artista me confirmó que utilizó InDesign.

Más adelante se van acumulando frases con congruencia sintáctica. Igualan en cantidad a las figuras y comparten con ellas su despliegue plástico. El fanzine está repleto de frases divertidas y enérgicas en relación a la música, como la transcripción improvisada de una bailarina vociferante. Esto se refleja en las repeticiones, la puntuación, el uso de apócopes (por ejemplo, el antes mencionado «pa’ cá» de la página 15); la onomatopeya (en las páginas 6, 7, 9 y 10); o el uso de las mayúsculas, que indican gritos y cambios en la entonación. Este enfoque del texto se intercala, y a veces se confunde, con lo que parecen letras de canciones. También se suman indicaciones sobre la lectura o el contexto del fanzine, como en las páginas 8, 9, 12 y 15. Sobre esto nos dice que le da «un sentido como de broma, como si fuera una propuesta de juego, para que otra persona pudiera hacer este tipo de ejercicios con otra música; incluso que se animaran a interpretarlo musicalmente. Así añado una cuestión burocrática, de examen. Es un intento naif de reírme de ella, uso su tipografía, su estructura…». Las maneras de abordar el texto varían según la posición del agente respecto del goce musical: según si lo está experimentando, si reflexiona sobre él o si lo está procurando para otros. Estos se contaminan entre sí. A través se suman imperfecciones y depósitos de tinta inesperados durante la impresión. Hilos como por bisturí, gotas delicadas, palabras desvanecidas y cuadritos primarios perfectamente coincidentes en horizontal: en la páginas 26 y 27, deslumbra la suerte de la artista, su humildad y su inteligencia al aceptar la belleza impredecible.
¿Cómo componer una partitura…?, en suma, parte del libreto de partitura para aplicar la noción de ritmo visual al texto en diversas formas, a veces como caligrama (cuando se pone a prueba el valor plástico del carácter ASCII), otras manteniendo al renglón como unidad compositiva básica. Por el camino, toma préstamos del arte píxel, referencia la cultura pop y, con la excusa musical, atraviesa diferentes posiciones en torno al goce musical. Su riqueza se encuentra en la capacidad de la artista para dispersar y coordinar elementos textuales tan dispares bajo el signo de la marcha, y mantiene viva la investigación de la artista en torno a la mirada descentralizada.

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