Él pensaba que su fanzine «había caído totalmente en el olvido»[1]. Tiene veinte páginas y las dimensiones del A5. Solo hay un color inyectado, que parece azul marino, sobre el papel amarillo. Sin embargo, distingo violáceos escondidos en las concentraciones de tinta.
Tensión añadida es un título más acorde con el despliegue técnico del autor que con lo que se narra. Él mismo lo confirma: «[p]or una parte, la idea de tensión me sirve para jugar con la gráfica, provocando tiranteces y distorsiones en ciertas composiciones a priori sólidas y austeras, como si de un componente de turbación formal se tratase». La tensión es el concepto central de la investigación plástica que tiene lugar en este trabajo, que se realiza a saltos entre inquietudes dispersas. Distingo las siguientes, por parejas: la caja de la viñeta versus la viñeta como campo de color; la viñeta como herramienta narrativa de un progreso en el tiempo versus la viñeta como elemento compositivo dentro de la página-plano; la mano alzada versus la operación mecánica y desafecta; las variaciones de textura y gradación intencionales versus las que da, sin querer, la impresión; el motivo figurativo, casi señalético, versus la abstracción, depósito de sensualidad; y el espacio como separación entre formas independientes versus el espacio como vacío entre partes de un todo.
Cuestión derivada de la primera y muy solitaria por no encontrar oposición, está el tanteo del valor formal de otros recursos habituales del cómic, como las líneas fundamentales de definición del espacio (horizonte, alturas, perspectiva) y los bocadillos; esto se reserva a las páginas 10 y 11. Raña dispone estos elementos sobre el par de páginas como si los extrajera de muy lejos, los vacía y reajusta con oblicuas, repeticiones concéntricas e intercalados de trazos a mano alzada allí donde se esperaba la continuidad de la intersección entre un muro y un techo. Sorprende el respeto por estos elementos; en estas páginas pesa mucho que sean reconocidos. Me planteé que los bocadillos fuesen calcados de otras fuentes. El autor me confirmó que no era el caso. La actitud hacia los elementos convencionales del cómic en Tensión añadida sigue siendo mucho más sutil —por algo es respeto— que, por ejemplo, la idolatría disfrazada de rebeldía en algunas propuestas de Martín Vitaliti, de revelación de mecha corta: que se puede practicar el nihilismo a partir de las retículas de cómics, con propiedades escultóricas comparables a las de cualquier otro trabajo, sí, pero la comparación tiene que saldarse positivamente. Esos son casos cuyo impacto depende menos de la sofisticación de las operaciones plásticas que de las convenciones del cómic en un tiempo dado. Resistentes pero pasajeras; arbitrarias en algún grado que van revelando décadas de investigación.
Volvemos a las parejas propuestas. A la vez que en cada página se abordan varias, da la sensación de que la resolución de una o dos específicas por página orienta las demás. Tanta concentración roza lo descriptivo. A pesar de la impresión monocolor y el corte minimalista, en este fanzine no se desarrolla una propuesta plástica sistemática y cerrada, sino un test de extensión de registro dentro de la misma pieza. El punto de partida está en la página 3, que guarda un rectángulo azul marino bastante homogéneo sólo flanqueado por los márgenes vacíos que se mantendrán a lo largo del fanzine, y que sufrirán alguna tímida profanación en las páginas 5, 15 y 13. El rectángulo ocupa el mismo espacio que ocupan luego el conjunto de las viñetas de cada página, por lo que las dimensiones también funcionan como elemento de cohesión. De ese rectángulo, todo el tiempo amable con las proporciones del A5, también provienen los ejercicios geométricos más complejos de la portada o de las páginas 14 y 15. La cosa es que el dichoso rectángulo es al mismo tiempo un elemento estructural y el verdadero protagonista del fanzine. Por muchas transformaciones que experimente, por mucho que se desvanezca y dé paso a escenas, los cambios en sus límites son tan mínimos que su sombra permanece a lo largo de la lectura. Entre tanta exploración, las páginas 14, 15 y 16 alcanzan plena personalidad. Consiguen calmar el frenesí del fanzine y permiten un descanso al lector. No es casualidad que en las 14 y 15 se incida en la ilusión de volumen por medio del degradado, o que en la 16 se encuentre la escena con mayor carga figurativa, dispuesta con curvas gráciles y abiertas. Estas páginas no solicitan movimientos tan contundentes a la mirada, mientras que las páginas anteriores contienen puntos, líneas y largas manchas como toboganes que aceleran el deslizamiento del recorrido visual. Estos elementos nos hacen sospechar de la manera en que han sido realizados. Cuando le pregunto por la dicotomías entre medios analógicos y digitales en su trabajo, se muestra muy flexible. Por su precisión, reproduzco su respuesta casi íntegra:
«La mezcla entre ambas metodologías y la experimentación con dicha fórmula híbrida fueron desde el principio aspiraciones conscientes […]. A veces, la parte digital del proceso se reduce a una mera tarea de acabado o retoque del dibujo manual, buscando que se integre en el mismo y no se diferencie del trazo manual; otras, en cambio, es la base de la composición, desde la que se van desplegando el resto de elementos, sin que haya intervención manual alguna. En estos casos, me suele interesar que la cosa digital se imponga y se haga patente en el dibujo de manera enfática y hasta excesiva, huyendo de la normatividad del trazo manual».
El texto es el tercer elemento de mayor cohesión después del color y las proporciones; una cohesión por continuidad. Unas frases aparecerán intermitentemente desde la página 4 hasta la 18. Describen reacciones en primera persona ante un suceso que no se especifica. La voz del fanzine, tranquila después de la turba, cuenta sus convulsiones internas. Como recordamos en el artículo anterior[2], abunda la literatura sobre la experiencia límite acompañada de abstracción, y tenía yo la esperanza de que Tensión añadida tuviese algo de autobiográfico. Raña me aclaró que «[n]o hay ninguna experiencia personal detrás, todo es ficción. La premisa se muestra de manera tan abierta, entre otras cosas, para que la lectora haga un ejercicio de especulación y se lo lleve a su terreno mental de resonancias y evocaciones propias». Hay que matizar que hasta lo ajeno en la narración más prolija pone a trabajar los imaginarios tanto como las narraciones cómplices. Quizás se entiende mejor la respuesta del autor por el término especulación. Se deduce la intención de apartar todos los obstáculos hacia la proyección personal, porque cree que eso es lo que requieren el misterio (como tono narrativo) y la especulación (como modo narrativo). Bien visto, yo había caído también en su juego, pero no me preguntaba por la causa del comportamiento del narrador, sino por el comportamiento mismo. ¿Por qué narrar una situación de desorientación? Me cuesta aceptar que fuese una decisión cerebral. Puedes hablar de la ira y la felicidad, y será misterioso mientras no hables de las causas. ¿Acaso la ambigüedad y la indecisión del narrador eran más compatibles con el concepto de tensión?
Bibliografía, webgrafía y notas:
[1] Contacté con Óscar Raña a principios de septiembre de 2025. A lo largo de septiembre y octubre, respondió a mis preguntas en dos tandas.
[2] Viedma, J. (29 de septiembre de 2025). Fanzines (XV): Tensión añadida, de Oscar Raña (I). Blog del Guerrero. Última comprobación el 14 de octubre de 2025 de: <https://blogcentroguerrero.org/2025/09/fanzines-xv-tension-anadida-de-oscar-rana-i/>
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