En Tetanos encontramos también cuatro páginas firmadas por Pepa Prieto Puy, como comentamos en el primer artículo que dedicamos al fanzine. Son casi las últimas, de la 51 a la 54. Las cuatro páginas siguen la misma rejilla de nueve viñetas rectangulares distribuidas en tres filas por tres columnas. Debido al ancho de viñeta, mayor que la altura, Prieto Puy nos obliga a girar el fanzine noventa grados para poder leer sus imágenes. Es la clase de decisión consciente y tajante, incluso de refrescante torpeza en que nos sitúa a algunos lectores, que nos recuerda que los libros son, primero, objetos. La mayoría de las veces se lo debemos a aspectos accidentales e indeseados, como el peso, la letra demasiado pequeña o los resplandores que despiden las masas grandes de tinta sobre el papel satinado.
La aportación de Prieto Puy consiste en cuatro escenas, una por página, en torno al demonio. Lo caracteriza como un humanoide rojo y saltarín, escurridizo, invasivo, engañoso y capaz de transformarse. Las escenas primera y tercera funcionan como presentaciones de las capacidades del demonio y ejercicios rítmicos por medio de la repetición y la variación, mientras que en la segunda y la cuarta se desarrollan dos conflictos con personajes humanos. Cada escena despide el olor autoconclusivo de lo episódico, entre la autosuficiencia y el riesgo a extraviarse si se presentaran solas. Las cuatro parecen calibradas para sostenerse sobre el apetito que abren, ejecutadas con precisión para constelar. No hay continuidad explícita entre las escenas, sino que se repiten motivos y se presuponen grandes intervalos de tiempo entre los sucesos. A la vez que se narran acciones muy claras, averiguar sus orígenes y consecuencias queda en suspenso. Con esta holgura, Prieto Puy deja márgenes de ambigüedad estimulantes y misterios por resolver: ¿qué más capacidades tiene ese demonio? ¿Cuáles son sus fines, además de causar daños?
El misterio que considero más estructurado está en la segunda página. La artista dedica su primera viñeta a la versión de 1781 de La pesadilla (o El íncubo) de Johann Heinrich Füssli. Aparece sin apenas cortar, lo que sugiere que Prieto Puy tomó como referencia las proporciones del lienzo de Füssli para todas las viñetas. Como si sustituyese a un crucifijo, el cuadro aparece inmediatamente después en un póster en la pared con la que pega la cama de la víctima del demonio. La sorna de colocar en el dormitorio un póster de La pesadilla se torna profecía. ¿Es que indica que toda la escena es una pesadilla? ¿O fue el póster una provocación (en este caso, una invocación)? Debido a la quieta y directa sencillez con la que el póster se integra en el fanzine, parece un homenaje a la historia del arte dispuesto para interrogarnos acerca de cómo interrogamos la lectura. No presenta explícitamente más influencia de la que ejerce en nosotros como referencia histórica y como espejo de la narración.
En las viñetas segunda, quinta, sexta y séptima de la cuarta página hay incluidas líneas cinéticas y pequeños signos de interrogación y exclamación que denotan el estado de ánimo y la agitación de los personajes. Me sorprendió, pues de la emoción ya se encarga la cuadriculada y opresiva lejanía desde la que vemos a los personajes. Sus destinos aparecen indivisibles del espacio, como ratas de laboratorio en sus jaulas. Esta relación entre el espacio y los personajes recuerda al cine de Roy Andersson o a aquellos tramos de Safe, de Todd Haynes, en los que Carol, protagonista atribulada por una misteriosa enfermedad, es engullida por un entorno del que no cesa de sospechar. La inclusión de signos arroja tanta claridad convencional acerca del modo específico de vulnerabilidad del personaje, que desaprovecha la tensión silenciosa, estructural, que la autora construye con la perspectiva. A pesar de ello, se trata de una decisión puntual con la que se evita cargar demasiada responsabilidad en la perspectiva, no atosigarla con más competencias ni apurar en exceso su expresividad; no correr el riesgo de saturarla de expectativa que la dejaría infértil y repetitiva.
Dejo el color para el final porque esta historia sin título comparte paleta con las demás aportaciones del fanzine: amarillos y naranjas parduzcos; rojos y rosados que salen de debilitar los rojos; granates, blanco y negro. Pero destaco cómo se desenvuelve Prieto Puy con esta limitación común, especialmente al manejar gradientes que cumplen varias funciones a la vez. En la segunda página, la función de la gradiente es muy clara: acompañar los cambios de aspecto del personaje demoníaco (a más rojo, mayor malignidad). En la quinta viñeta de la cuarta página distinguimos al menos tres gradientes: una a lo largo del retrato del personaje demoniaco, que anticipa su anagnórisis aprovechando el proceso que ya se nos mostró dos páginas atrás; otra por el suelo, y otra por la pared, para potenciar la noción de espacio con cambios de luz. En la siguiente viñeta, que se tiñe casi toda roja, la gradiente sigue indicando profundidad espacial, pero la reconcentración de tinta en torno al personaje demoníaco sugiere ahora un añadido de intensidad dramática. La gradiente de la última viñeta, con el personaje demoníaco ya desvelado en un plano busto, indica que con él se desplaza la intensidad; él despide ese indeseable rojo que nos orienta por el vacío. Dado que las gradientes de los retratos en las viñetas cinco y nueve están invertidas, se suma un valor plástico consistente con la narración.
Respecto a las demás páginas, Prieto Puy se ciñe al uso preciso de colores planos en busca de la mayor legibilidad de las figuras, se centra en los contrastes de iluminación y aprovecha las hermosas imperfecciones de la impresión offset.
Bibliografía:
Díez, Abraham (ed.). Tetanos 5 (2023). Ciudad de México y Washington: ¡Joc Doc! y Neoglyphic Media.
Para ver los archivos de imagen de la aportación de Prieto Puy que luego se imprimieron en el fanzine, remito a: <https://pepaprietopuy.tumblr.com/post/730014851396730880/p%C3%A1ginas-que-hice-hace-unos-a%C3%B1os-para-t%C3%A9tanos-5> [Recuperado el 20 de agosto de 2025]
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