Antichrista, la novela corta de Amélie Nothomb de 2003, relata con amargo humor la envidia, el parasitismo y el abuso que la adolescente Christa ejerce sobre su compañera de clase, Blanche, la protagonista y narradora. Ya se arrastraba melancólicamente antes de conocer a Christa; ahora le priva de aquello que ni imaginaba que podía perder, pero es lúcida, así que aprende a dejar ir las pérdidas, a detectar la violencia y a defenderse. Christa intenta llevar a Blanche por el camino de su interés propio. Cuando, por azar o ingenio, Blanche se desvía, Christa le juzga y castiga. Y en el decepcionante proceso Blanche aprende maneras de responder, hasta el final de la relación abusiva que deja en su cuerpo la huella que lo desencaja.
Sin embargo, ni el Cornelius del fanzine ni su extensión más literaria salen jamás de esta situación, de un estado al que nos podemos aproximar desde las palabras de Theodor Adorno:
«[…] el recurso a lo que no es él mismo tiene que antojársele a éste exterior, violento. Lo que convence al sujeto de su propia arbitrariedad […] siempre le suena a dogma trascendente».[1]
Sobre todo en los fanzines, Cornelius sucumbe ante los demás, o ante los acontecimientos, como si demasiadas cosas fuesen más grandes que él. Torices explora el potencial plástico y literario de esta maldición, y ha encontrado una mina de divertidísimas maldades, enredos y contradicciones. Una es que, llevada al límite, el ansia de sentimiento de legitimidad —aquí sustituyo el «sentimiento de trascendencia» que expone Adorno por «sentimiento de legitimidad», porque su obtención es trascendental para Cornelius— pone al perro en las abyectas manos de sus explotadores. Ellos no ejercen la crítica a la que el perro está dispuesto, sino la tortura. Pero a Cornelius le cuesta distinguirlas, cuando lo único que pueden tener en común es que someten a la violencia transformadora. La condición de la violencia de la crítica es sencilla; su fin no es el de la tortura, ¡así que tendrá que ser útil!
Frente a la fábula, entre lo anodino y lo mágico, de Nothomb, los cómics del perro Cornelius, aunque cabalguen la progresión lineal, también avanzan justo por contorsiones del medio, porque no cesan de dislocarse literaria y plásticamente. Mientras, hay algo que nunca se transforma en Cornelius, al que su inventor considera «una exageración de Charlie Brown y de todas estas víctimas del mundo del cómic». Hablamos de la congruencia y de la consistencia de Cornelius. Torices me da dos claves: ¿qué pasaba si Cornelius se daba cuenta de que era una víctima? ¿Y si le ponía al lado de una víctima mayor?
CG: Pues bien, en otros momentos del libro gordo, Cornelius muestra algo de desprecio, algo de malicia… ¿Fue decisiva la producción del libro gordo para que Cornelius adquiriera unos matices que igual no tenía en los fanzines? ¿O estaban ya antes y no me he enterado?
MT: No, yo creo que en los fanzines no tiene tantas facetas, es un personaje más sencillo. En el libro sí que está la pretensión de que sea un personaje más literario. En las tiras… Siempre me han gustado estos personajes y juegos que son muy repetitivos, que siempre es lo mismo a la vez que siempre es distinto, como el Coyote y el Correcaminos. Sabes cómo va a acabar, que nunca le va a pillar, así que la gracia está en cómo va pasar esta vez. En los fanzines hay un regodeo en este juego. Y luego, ante la necesidad de presentar un libro autoconclusivo, que no sea solo un espasmo visceral, que tiene algo más de vómito… Me pareció una buena oportunidad para darle más matices a Cornelius.
[…]
CG: Vale. Igual esta pregunta resulta muy ofensiva. Yo no trabajo creando personajes, ¿vale? Entonces, esto me interesa mucho. Primero, parto de que un personaje no es su autor. Pero por otro lado, a un personaje le puede pasar como a… Lo siento, de verdad, siento la comparación… pero le puede pasar como a Homer Simpson.
Se ríe. Parece que entiende por qué tenía tanto miedo a formular la pregunta.
CG: Sí, que el personaje se convierte en una especie de infinita navaja multiusos que solo sirve para recordar que una vez hubo algo que tenía sustancia. Ya entonces el personaje sirve para absolutamente todo, ya no hay ninguna consistencia. Por eso, te quería preguntar…
MT: Esto lo dices por cómo es Homer Simpson a día de hoy.
CG: Por ejemplo, sí. O por Peter Griffin… No sé cuántos más casos habrá, tú conocerás mejor que yo. Lo que quiero preguntarte es, ¿cómo trabajas tú con Cornelius para que siga adquiriendo matices sin que se pierda su consistencia?
MT: Es que no sé si tiene esa consistencia. Eso lo estás dando por hecho. En todo caso, en la medida en la que sigo interesado en él, para mí sigue teniendo matices. Yo creo que lo que pasa con Homer Simpson es que su autor ya está muy lejos de él. En su día entiendo que tenía matices. Estos personajes repetitivos pueden, entiendo yo, entrar muy fácilmente en el mundo comercial, porque gustan; de hecho yo lo entiendo, lo he consumido. a mí me encanta la música repetitiva, como Steve Reich o Philip Glass. Entiendo que tiene que ver con el placer… fordista. Creo que personajes como Mafalda o Charlie Brown tienen y tuvieron interés durante toda su existencia porque nunca se… bueno, Charlie Brown sí que se explotó mucho. Pero si nos centramos en lo que es la tira, entiendo que tiene sus matices básicamente porque está ligada a una vida, a un sentido y a una persona. En cambio, los Simpsons, Mickey Mouse, todos estos están ligados a una empresa y a los intereses que pueda tener una empresa por contratar a uno u otro guionista, y a querer vender. Yo no tengo miedo a eso, salvo que se haga un negocio de Cornelius, pero tampoco creo que eso ocurra. Y si ocurriera, es porque ya me daría igual.
CG: Claro, claro. Yo te pongo estos ejemplos como una antinomia evidente. Pero, sí, no estamos en esos circuitos ni en un escenario en el que eso pueda ocurrir. Es más por saber si tú tienes alguna preocupación por que Cornelius siga una línea. Pero claro, ya me has dicho que a lo mejor estaba yo presuponiendo consistencia, así que ahí, ya, mejor me aparto.
MT: Bueno, yo creo que en el libro sí hay una consistencia, pero en lo que yo pueda hacer de ahora en adelante… En el corto también la hay. Lo que pretendo con el corto es volver a la idea del Cornelius del fanzine.
CG: Uhm… ¡Ah! ¿Sí?
MT: Básicamente es por un tema de tiempo. Lo que quiero es presentar a Cornelius como una especie de personaje-víctima, y creo que la mejor forma de presentarlo es a través de los fanzines. Si luego consigo hacer algo con más tiempo, como un largometraje —eso es complicadísimo—, ahí sí que trataría de explicar el personaje en profundidad. Pero la idea del corto es volver al regodeo de lo que era. De todas formas, casi todas las nuevas tiras que estoy haciendo de Cornelius son de la psicóloga, de una serie que se llama Bloqueo mental. Cornelius ya casi que ni habla. Nunca ha vivido aventuras… Bueno, desde dentro es difícil decir hacia dónde van las cosas.
Bibliografía:
[1] Adorno, Theodor. Dialéctica negativa. La jerga de la autenticidad. Obra completa, 6. Madrid: Akal, 2005. p. 173.
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