De Fake Design y Ai weiwei al proyecto para un Palacio de la Ópera en Granada de Kengo Kuma
Aprender de lo cercano
Dice Antonio Jiménez Torrecillas acerca de lo cercano y lo próximo: «La cercanía la establecen los afectos. No debemos confundir, por tanto, proximidad y cercanía. Lo próximo lo constituye nuestro entorno inmediato, nuestra calle, nuestro pueblo o ciudad, nuestro país. Después de un viaje prolongado, en el camino de vuelta, al reconocer el paisaje cotidiano, al divisar sus montañas, es cuando notamos que nos sentimos en casa. No importan los cientos de kilómetros que queden para llegar. En lo próximo nos reconocemos. Sin embargo, sólo nos adentramos en el universo de lo cercano cuando traspasamos la frontera de lo próximo, cuando nos reconocemos en nosotros mismos».
Junto a la reflexión sobre lo cercano, la idea de viaje, tanto el viaje de ida como el de vuelta, resulta igualmente fundamental para Jiménez Torrecillas: «Una de las situaciones que con más facilidad abre las puertas de lo cercano lo constituye el proceso de comparación que acompaña a la experiencia del viaje. […] Sólo tenemos conciencia del preciso valor de nuestro mundo cuando lo podemos cotejar con otros mundos. Mediante la comparación se constatan los rasgos comunes, aquello que los unen, las constantes universales que hacen que unos expliquen a los otros y, cómo no, dónde reside el verdadero valor de cada particular idiosincrasia».
Así, en muchas ocasiones, la mejor manera de reflexionar sobre lo propio es observar y comprender los procesos que, aun siendo análogos en su base, se desarrollan en lugares, culturas o sociedades lejanas, en los márgenes geográficos de nuestro propio lugar de origen: «Sin duda, la mayor enseñanza que conlleva este análisis radica en el descubrimiento de lo propio ante la experiencia de lo ajeno, los rasgos diferenciales del hacer de la cultura propia. Una experiencia que nos educa sobre lo propio. […] Es tras este conocimiento cuando empezamos a tener elementos de juicio suficientes como para poder discernir los rasgos propios de la forma de hacer de nuestra cultura. En el viaje siempre se aprende de la tierra de uno, de lo que uno sabe, sea por analogía, o por contraste».
Urbes instantáneas e identidad
Intervención en la ribera del río Yiwu. Ai Weiwei + Fake Design
Merece la pena asomarnos a dichos márgenes geográficos, siguiendo la premisa de Jiménez Torrecillas, para abrir desde ahí nuestra visión hacia lo que ocurre en nuestro ámbito cercano. Hace ya veinte años, el artista y arquitecto Ai Weiwei y su estudio Fake Design desarrollaron una extensa intervención paisajística en la ribera del río Yiwu. Se trata de una obra donde, como sucede en todas las obras de este artista, lo plástico y lo político van indisolublemente de la mano. El proyecto respondía a un momento de movimiento acelerado en China, en el cual se procedía, de manera implacable, a la vertiginosa creación de enormes ciudades. Urbes que se materializaban de la noche a la mañana, acogiendo a la población migrante, creando empleos, mercados, parques, centros urbanos, riberas fluviales, nuevos skylines y redes de transporte. Ciudades instantáneas, paisajes instantáneos. El proyecto de Ai Weiwei es un ejemplo perfecto de cómo conjugar la belleza plástica de lo que podría considerarse casi como una escultura a gran escala, con el valor simbólico de una obra que pretende mejorar la calidad y el estilo de vida de los nuevos habitantes de estas urbes.
El diseño de Ai Weiwei y Fake Design contemplaba un cinturón verde de 80 metros de ancho que rodeaba el borde exterior de una antigua presa. Un cinturón verde capaz de aportar una mayor calidad espacial en el entorno urbano, rediseñando los espacios adyacentes a lo largo del río para añadir la idea de vida junto al agua a la estructura de la ciudad. El proyecto resume la relación tradicional entre el hombre y la costa fluvial, a menudo descuidada en el pasado, haciendo del río una parte activa de la ciudad, revitalizando la economía al utilizar el material local de construcción y consiguiendo una mejora ambiental sin renunciar a un monumentalismo simbólico. Un manifiesto estético y político que afronta la posibilidad de construir algo nuevo y valioso dentro de las complejas y salvajes dinámicas de la nueva economía global.
Mirando con distancia este proyecto nos preguntamos. ¿es posible aprender de lo lejano, para traspasar a la escala local, mucho menor en todos los sentidos, algunas de estas ideas sobre los nuevos desarrollos de las ciudades y la necesidad de proponer señas de identidad válidas para sus habitantes?
Un lugar por hacer
A propósito de Granatum. Espacio escénico en Granada. Kengo Kuma
La expansión de las periferias es un hecho que comparte la gran mayoría de ciudades de nuestro entorno. En ellas, la velocidad de la transformación es tan elevada que resulta difícil anclar a sus habitantes con elementos o referentes que les permitan reconocerse en dichos lugares. El ámbito de lo rural deja paso a construcciones a menudo apresuradas, a planificaciones que pueden estar en cualquier parte, desligadas del genius loci que tan importante fue en la teoría arquitectónica reciente. Los bordes de la ciudad se configuran, en ocasiones, como nuevas puertas urbanas que recurren a un difícil concepto de monumentalidad, a modo de balizas de significado propuestas como la nueva identidad de los desarrollos periféricos. En Granada, uno de esos nodos de significado, estuvo compuesto por el conocido Cubo y el Museo de la Memoria de Andalucía, de Alberto Campo Baeza, el Parque de las Ciencias, de Carlos Ferrater, y el proyecto nunca llevado a cabo para un gran espacio escénico, del arquitecto japonés Kengo Kuma. Si bien los dos primeros proyectos se han asentado fuertemente en el imaginario contemporáneo de la ciudad, la propuesta de Kengo Kuma sigue sugiriendo modos de percepción de lo cercano que provienen de alguien cuya cultura no nos es próxima, pero que intenta un acercamiento que permita reconocernos en nosotros mismos. De nuevo, la idea del viaje de Jiménez Torrecillas, ahora a la inversa.
El emplazamiento de esta nueva puerta de la ciudad estaba marcado por la Vega cercana, pero también por la presencia de la autovía de circunvalación. La visión de los edificios propuestos a través del parque, pretendía hacerlos permanecer el mayor tiempo posible en la retina de un espectador que se moviera a gran velocidad. El proyecto de Kuma buscaba alejarse de la secuencia de ejes de los espacios monumentales a través de la insinuación y el misterio,. Su entrada principal se abría al suroeste, marcando un recodo de acceso que recuerda a la arquitectura islámica, donde abundan los giros y las entradas perpendiculares al eje principal. La estructura se inspiraba en las geometrías sencillas de la naturaleza, en especial en un elemento tan singular e icónico como el fruto del granado. De manera simbólica, el proyecto se presentaba como una sala infinita. Asientos sin clara jerarquía, que se expanden en abanico, creando un espacio acústico nunca visto y abierto al escenario de forma igualitaria. La ilusión de un espacio que pudiera crecer infinito en su lógica vegetal, a través de una trama hexagonal y de medias alturas concatenadas en múltiples bandejas. Una sala de conciertos con la riqueza de un organismo vivo.
Más allá del interés de la propuesta en un sentido disciplinar o abstracto, ¿qué valor puede tener hoy en nuestras ciudades esta forma de buscar la identidad, de crear hitos en la periferia?
Las arquitecturas que pertenecen a sus lugares
Los modelos contemporáneos monumentales son artefactos complicados en las expansiones urbanas. Dotar no sólo de identidad, sino de sentido arquitectónico real, a un crecimiento instantáneo y desmesurado entra en contradicción con la exigible sostenibilidad. Sin embargo, los caminos para dotar de carácter a estos espacios de la ciudad están, en gran medida, por explorar.
Dice Antonio Jiménez Torrecillas: «He aquí la condición instrumental de la arquitectura frente a los ritos de comportamiento de su sociedad. Cuanto mejor responda a las limitaciones inherentes a su modo de vida, más será su validez como herramienta eficaz, traductora de las aspiraciones vitales de esa sociedad, clara y directa respecto a sus cuestiones más básicas. Esas necesidades básicas se encuentran muy fácilmente visibles en el estrato más sólido de la pirámide social, el colectivo de base, aquel que sustenta la sabiduría propia de su sociedad. Lo popular expresa bien los ritos de comportamiento de cada sociedad. Ningún otro estamento define con más claridad las necesidades esenciales de su sociedad. Posiblemente porque el grado de desarrollo de otros grupos sociales les lleva a la vez a situaciones temporales de desequilibrio, frente al carácter más estable de este. La arquitectura se encuentra aquí alejada de otros atributos ajenos a esta cuestión. Atributos que a veces se sustentan en cuestiones de apariencia, en principios formales. O aquellas arquitecturas más propias de procesos intelectuales, como las que atienden a su disciplina como fin, como meta en sí misma. O aquellas que desean expresar bajo qué razonamientos se idearon, y que otorgan la mayor atención a explicarse, a describir su proceso. O a aquellas arquitecturas realizadas con fines simbólicos, función esta última que, desde que la sociedad existe, ha otorgado a algunas de sus más preciadas construcciones.
Pensamos que las necesidades y el confort son la expresión de las aspiraciones de las gentes, pero probablemente estén más imbricadas a los lugares de lo que imaginamos. Las arquitecturas que pertenecen a sus lugares —entendidos estos como el conjunto de sus gentes, de su cultura y de su geografía— han sabido encontrar su línea de sucesión, y saben explicarse al incorporar la aportación de su tiempo».
José Miguel Gómez Acosta
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