A propósito de la exposición El pájaro azul de Manuel bello
Un misterio
hay un pájaro azul en mi corazón que / quiere salir / pero soy duro con él, / le digo quédate ahí / dentro, no voy / a permitir que nadie / te vea.
hay un pájaro azul en mi corazón que / quiere salir / pero yo le echo whisky encima y me trago / el humo de los cigarrillos, / y las putas y los camareros / y los dependientes de ultramarinos / nunca se dan cuenta / de que está ahí dentro.
hay un pájaro azul en mi corazón que / quiere salir / pero soy duro con él, / le digo quédate ahí / abajo, ¿es que quieres / montarme un lío? / ¿es que quieres / mis obras? / ¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros / en Europa?
hay un pájaro azul en mi corazón / que quiere salir / pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir / a veces por la noche / cuando todo el mundo duerme. / le digo ya sé que estás ahí, / no te pongas / triste.
luego lo vuelvo a introducir, / y él canta un poquito / ahí dentro, no le he dejado / morir del todo / y dormimos juntos / así / con nuestro / pacto secreto / y es tan tierno como / para hacer llorar / a un hombre, pero yo no / lloro, / ¿lloras tú?
Charles Bukowski
Según Rafael Doctor, comisario de la exposición «El pájaro azul», sobre la obra de Manuel Bello en el Palacio de los Condes de Gabia, las imágenes del creador accitano «son atmósferas que provocan, escenas o cosas que no intentan contar, sino sugerir. Casi nada se constriñe a un título, una fecha o un lugar. Es un trabajo que habita lo atemporal. No son instantáneas de nada, o no pretenden serlo. Es como si se tratase de evanescencias o efluvios a través de los cuales desarrollamos nuestra vida; o como si nos quisiera poner de manifiesto que, más allá de la evidencia de lo absoluto de la visión, existiese un umbral diferente, un estadio paralelo en el que todo es más bello e impreciso».
Manuel Bello (Guadix, 1957, Granada, 2009) fue, sin duda, un fotógrafo de culto, pero sobre todo fue un misterio, un creador a todas luces marginal, admirado por aquellos que a lo largo del tiempo fueron conociendo su concisa obra. Al tiempo que desarrollaba una labor profesional como fotoperiodista freelance, Bello fue sentando las bases de su personal visión, capaz de general una poética sutil, íntima y cercana al mundo del sueño, que trasladaría después al mundo del diseño, el interiorismo o la videocreación. No obstante, su fotografía no gozó de un gran difusión, quedando apenas registro de dos exposiciones relevantes: la muestra individual No hay camino al paraíso (Huétor Vega, 1999) y la colectiva Huellas de luz granadina (Granada, 2000). Hasta la fecha no era fácil encontrar libros o catálogos con su obra, aunque sus imágenes continuaban fascinando a todos los que llegaban a ellas a través de internet.
El pájaro azul
La exposición titulada El pájaro azul, según un poema de Bukowski ya utilizado en la muestra No hay camino al paraíso, es la mayor retrospectiva realizada sobre Bello hasta el momento, con más de cien imágenes positivadas en gelatina de plata sobre papel baritado, cibachromes o impresas sobre papeles de algodón. Esta colección, recopilada tras un largo proceso de investigación, se centra en lo que quizás pueda entenderse como el núcleo creativo de Manuel Bello: una obra eminentemente personal, casi oculta, secreta, profundamente callada, misteriosa, casi perpleja. Una obra que, en ocasiones, se asemeja a una huella luminosa entrevista en la oscuridad de la que solo queda un recuerdo tan borroso como poderoso. Una huella que es pura evocación y, en ese sentido, auténtica poesía.
La exposición, acertadamente, huye de la organización temporal o cronológica (de hecho ni siquiera las fotografías que la componen están datadas, pues su autor no solía hacerlo), sino que se adentra en una serie de temas o conjuntos temáticos de cierta coherencia que delimitan inquietudes recurrentes o líneas, más o menos difusas, de trabajo. Además de esta selección de sus imágenes, la muestra se completa con algunas muestras de sus propuestas en video, especialmente las tres grabaciones de su hija Lara y la reproducción de algunos fragmentos de dos proyectos inacabados. Como feliz epílogo, la exposición culmina con una colección de fotografías de Bernard Plossu, prestadas excepcionalmente para la ocasión en señal de reconocimiento y homenaje a Bello. El fotógrafo accitano fue definido por Plossu como uno de los mejores fotógrafos poetas españoles. Las conexiones que pueden establecerse entre sus diferentes miradas son de una riqueza fuera de lo común.
Una poética de lo cotidiano
Aprender de lo cotidiano y la poesía de lo pragmático fueron dos de los motores creativos en la obra del arquitecto, profundamente interesado en la fotografía, Antonio Jiménez Torrecillas. La obra de Bello, coetáneo generacionalmente de Torrecillas, ahonda en esa poética de lo cotidiano en la que el misterio último se revela, casi sin pretenderlo, en la casual observación de las ocultas maravillas de la vida común. Lejos de retratar un costumbrismo naturalista, Bello se vale de ese registro de lo real para conectar su visión con algo profundo, interior, escondido, de lo que casi no es posible hablar (casi como si del pájaro azul de Bukowski se tratase). En ese sentido, su obra, trasciende las convenciones de la fotografía, desde su búsqueda de una mera temática, que aborda libremente en sus pequeñas y marginales historias sin argumento, hasta la introducción del error técnico como una herramienta emocional para la construcción de la imagen. Su luz resulta siempre reveladora, desde la penumbra propiciatoria, desde el desenfoque expresivo.
Dice el poeta Joan Margarit, en su prólogo a El primer frío (antología poética 1975-1996, Visor libros, Madrid, 2004): «Cantamos al propio misterio. Queda por decidir desde dónde cantar, y esa es la búsqueda que cada poeta realiza a su manera. En esto consiste el estilo, la voz propia, esa voz que hay que encontrar si se quiere ser escuchado. El lugar desde el cual yo lo intento es un lugar en el tiempo. Es el instante durante el cual se conecta el mundo con el sentimiento. El instante del fogonazo, cuando se ilumina lo que es opaco y oscuro. Intento ejercer una inteligencia sentimental a través de la poesía».
En ese fogonazo, metafórico y concreto, aparece también el hálito poético de Bello. O como diría Margarit, aquello que hace que, después de enfrentarnos a una obra creativa ya no seamos los mismos.
José Miguel Gómez Acosta
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