A fecha de la redacción de este texto, han pasado más de tres años desde la irrupción de la primera versión de DALL-E[1], el programa de generación de imágenes por inteligencia artificial de la empresa tecnológica OpenAI. Tanto abundan ya estas imágenes, que se ha constatado que están interponiéndose en la generación de otras nuevas, a lo que se ha denominado sesgo de relevancia invisible[2].
DALL-E despega un poco más al usuario de su capacidad para operar desde parámetros plásticos. El hacer es directamente textual, aunque inmediatamente haya una evaluación visual de los resultados obtenidos. Durante, pongamos, un dibujo figurativo, la coordinación de las partes del cuerpo está guiada por la constante supervisión plástica de lo que va aconteciendo. El pensamiento atiende a las expectativas de reconocimiento y correspondencia con las referencias tanto como a las formas, las proporciones, las dimensiones, el color o el brillo. Pero, si nos limitamos a un programa de conversión de texto a imagen, desaparecen operaciones como la adición y sustracción de material, el cambio de posición de los elementos necesarios o la corrección de colores y tonos. En el mejor de los casos, quedan restringidas a opciones de edición secundarias, pero impera el uso denotativo del lenguaje en la descripción textual. Hay que resistirse al catastrofismo para visualizar los verdaderos riesgos, algunos ya problemas asentados: la privatización de recursos para la producción de imágenes (lo que nunca ha sido exclusivo de las inteligencias artificiales); la explotación de imágenes que nunca fueron concebidas para alimentar las carpetas de trabajo de DALL-E, en detrimento de sus artífices; la intensificación de la crisis de la relación entre la imagen veraz y la verdad; o el acaparamiento sin freno de competencias por parte de las grandes tecnológicas. Se trata, en suma, del enésimo ensanchamiento de la brecha entre unos pocos productores de imágenes y quienes son expuestos a ellas.
Di con Nicholas Cueva, artista californiano comprometido con estas problemáticas, por su pequeña aportación a la exposición colectiva Just about in the Round, en la galería KAJE de Brooklyn. Comisariada por Elizaveta Shneyderman, la colectiva contaba con una vitrina transparente para proteger un ejemplar de la Parallel Enciclopedia de Batia Suter, abierta por la página 434; figuras talladas en jabón por Josephine Sundari Devanbu; y una Wabbit of Willendorf, una réplica en resina de la Venus de Willendorf en cuyo torso había pintado Cueva el rostro de Bugs Bunny, el heroico y astuto conejo de los Looney Tunes. Realizó la primera en 2015[3]. La disposición de trabajos tan repletos de humor e ingenio plástico en el vacío y rectilíneo estómago de cristal engrandecía a la Wabbit, que me atrapó por la desnuda aceptación de la distorsión del rostro de Bugs, impuesto con acrílico. Mediado por un punto de chabacanería, era el único homenaje al pasado iconográficamente reconocible, sin contar con la maqueta en alambre de un dinosaurio. La gracia la daba el particular estiramiento de Bugs por el torso de la Venus, amoldado a ella como la mirada demoniaca en las alas de la polilla a la que intenta salvar. Motivado y seducido por la broma, hurgaba en una de las cuentas de Instagram de su autor,@gneissyoungman en este caso, y encontré que el 2 de agosto, el día de mi cumpleaños, de 2022, Nicholas Cueva aseguraba haber sido invitado a una residencia para artistas en Macchu Pichu. Después de ahondar en el trabajo de Cueva, me parecía obvio que se toma muy en serio lo de no tomarse demasiado en serio.
Las imágenes que acreditaban el paso por la residencia fueron producidas por medio de DALL-E. El primer acierto del californiano: usar la cuenta que consideraba personal. En ella, «documentaba todo cuanto hacía, incluida mi producción artística, la de mis amigos y lo que me interesaba de museos y galerías. La utilizaba como herramienta de documentación de lo que me interesaba» nos explica. «Quienes se preguntaban por mi trabajo pictórico quedaban confundidos con mi cuenta de Instagram. No sabían qué había hecho yo y qué no». Por eso nació su otra cuenta, @nicholascueva, en la que volcó su producción pictórica. De hecho, de sus lienzos, asegura el artista que «contienen tecnología “antirredes sociales”: escojo telas que interfieren con los píxeles de las pantallas digitales, lo que las hace imposibles de experimentar fielmente en el espacio digital. Requieren la presencia física para ello». El motivo que más se repite a lo largo de su pintura, al menos desde 2016[4], son escenas de surfistas que se adentran, desde la orilla, en el ancho mar. Su pintura es incorrecta en casi todos los sentidos, fecunda en síntesis abruptas y proporciones ultrajadas; en monigotes, iconos televisivos agotados y, sobre todo, en urdimbres abultadas, corpúsculos de esparto y otros tejidos recios que prometen perforar la imagen que se vuelque. Los momentos de gracia que salvan sus desafíos los da el mimo por la atmósfera, la dedicación pertinaz al aire que se respira en sus escenas, como si quisiera volver al instante de belleza que ilumina entre la confusión y la ruina.
Su experiencia con las redes sociales es diversa y enigmática, como las competencias que ha intentado cubrir. Durante un tiempo se hizo cargo de @underdonk, la cuenta de Instagram de una galería. «También llevo una cuenta para mi trabajo, una cuenta troll sobre la destrucción de arte, otra para un culto que lidero en secreto, otra para tener conversaciones clandestinas y, por último, la que uso para un negocio que no sirve para nada», explica. Pero en la confusión que provocaban las publicaciones de la cuenta @gneissyoungman supo ver el trampolín para My trip to Peru: lo que él ha denominado «an AI morality play»[5] y que abordaremos en el siguiente artículo.
Webgrafía:
[1] Thomas Macaulay. The Next Web. Say hello to OpenAI’s DALL-E, a GPT-3-powered bot that creates weird images from text. January 6, 2021. Recuperado el 9 de julio de 2024 de: <https://thenextweb.com/news/say-hello-to-openais-dall-e-a-gpt-3-powered-bot-that-creates-weird-images-from-text>
[2] Shicheng Xu, Danyang Hou, Liang Pang, Jingcheng Deng, Jun Xu, Huawei Shen, and Xueqi Cheng. 2024. Invisible Relevance Bias: Text-Image Retrieval Models Prefer AI-Generated Images. In Proceedings of the 47th International ACM SIGIR Conference on Research and Development in Information Retrieval (SIGIR ’24). Association for Computing Machinery, New York, NY, USA, 208–217. Recuperado el 29 de julio de 2024 de <https://doi.org/10.1145/3626772.3657750>
[3] Según acredita en su publicación de Instagram del 26 de julio de 2022. Recuperado el 13 de enero de 2024 y comprobado el 28 de julio de 2024 de: <https://www.instagram.com/p/CgfHSzylRwk/>
[4] Un ejemplo se encuentra en la siguiente publicación de su cuenta de Instagram del 28 de enero de 2017. Recuperado el 22 de marzo de 2024 y comprobado el 28 de julio de 2024 de: <https://www.instagram.com/p/BPycjqxDWNe/>
[5] Se podría traducir como “Un juego en torno a la IA y la moral”, aunque el sustantivo play, en inglés, significa tanto juego como función teatral. No descartamos la ambivalencia en este caso, ya que My trip to Peru involucró el sostenimiento de ficciones durante meses. Para la crónica del artista, léase: Cueva, Nicholas. (24 de marzo de 2023). My trip to Peru: an AI morality play. High Art. Recuperado el 14 de julio de: <https://highart.substack.com/p/my-trip-to-peru>
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