Granada entre qubbas y almunias
Entre los días 4 y 8 de septiembre de 2023 se celebró en la Escuela de Arquitectura de Granada un encuentro en el que participaron estudiantes y profesores de hasta 9 universidades en torno a la idea de la ciudad sostenible, el agua y, en concreto, la regeneración del valle del río Darro (SC2 Workshop_Sustainable Communities & Cities. Second Edition_Granada. Darro River Valley Renewal in Granada). En el marco de dicha actividad se realizó un recorrido desde la Escuela de Arquitectura, situada en el Campo del Príncipe, hacia la Vega, a la búsqueda de los caminos del agua y de los principales edificios asociados a su paso. Este es el guion de dicho paseo arquitectónico.
Escuela de Arquitectura de Granada
El camino hacia la Vega se inició en el Campo del Príncipe, un vacío urbano ya presente en la ciudad desde época Nazarí, cuando era conocido como Campo de la Loma, un topónimo que ya indicaba una cierta altura respecto a zonas más bajas y fluviales de la urbe. Se trataba, en aquel tiempo, de un lugar donde tenían lugar distintos acontecimientos públicos y que, además, albergaba fértiles huertas. El carácter de vacío urbano, hoy en forma de plaza consolidada, se ha mantenido hasta nuestros días.
El edificio de la Escuela de Arquitectura se ubica sobre lo que fue un palacio renacentista del siglo XVI, conocido como Casa del Almirante. Se trataba de una edificación en la que dos cuerpos conformados en ele se estructuraban en torno a un gran patio central. Desde entonces, el edificio ha tenido diferentes funciones y morfologías: junta de comercio, escuela nacional y hospital militar, entre otras. En 2005 el edificio sería adjudicado la Universidad de Granada para albergar la nueva sede de la Escuela de Arquitectura.
Tras un proyecto de rehabilitación y reforma dirigido por el arquitecto Víctor López Cotelo, la sede fue inaugurada en primavera de 2015. Ese mismo año, el proyecto fue galardonado con el Premio Nacional de Arquitectura. Destaca en esta rehabilitación la sensibilidad para actuar sobre el patrimonio, la sencillez e integración de sus materiales y técnicas constructivas en un edificio histórico y la construcción bajo el patio de un moderno auditorio.
Cuarto Real de Santo Domingo
Atravesando el barrio del Realejo en la búsqueda de los senderos del agua, el camino se detiene en el Cuarto Real de Santo Domingo. Este edificio, recientemente abierto de nuevo a la ciudad, se alza sobre la preexistencia de un antiguo palacio del siglo XIII que comprendía un área de huertas y jardín, así como diversas edificaciones entre las que destaca la qubba, una estructura de base cuadrada similar a las que se pueden encontrar en la Alhambra. Tras la conquista de Granada en 1492, el edificio pasaría a la orden de los dominicos con el objetivo de fundar el futuro convento de Santa Cruz la Real. La qubba, precedida por un pórtico con una fuente y una alberca octogonal, sería preservada con esta distribución hasta mediados del siglo XIX. Tras el paso del conjunto a manos privadas se construirían anexas una serie de viviendas que supusieron la destrucción efectiva de dicho pórtico y sus fuentes. El jardín se transformó en otro más moderno, mientras que la qubba pasaría a formar parte del ajuar de lo doméstico.
Desde 1990 el Cuarto Real ha conocido diversos proyectos de restauración. El proyecto definitivo, firmado por Ramón Fernández-Alonso y Javier Gallego Roca, pretende permeabilizar y conectar el conjunto del Cuarto Real con la ciudad, articulando sus recorridos, sus visuales y sus espacios en una secuencia urbana donde ocio y cultura dan sentido al espacio. Entre las actuaciones propuestas destacan la ampliación de la actual plaza de acceso o la creación de un contenedor espacial que proteja, a la vez que muestra, los restos arqueológicos. Desde las albercas y los juegos de agua del moderno jardín, el recorrido anticipa la llegada al punto de confluencia entre los ríos Darro y Genil.
A propósito del río Darro como cordón umbilical de Granada y sus territorios productivos.
Al llegar al punto de confluencia entre los ríos, se llega igualmente a un punto de convergencia temporal, donde la ciudad antigua y la nueva se dan la mano de la misma manera que se intuye la presencia territorial de la Vega de Granada sobre la urbe. La presencia del agua del Darro, al salir del embovedado que lo escatima en gran parte de la ciudad, recuerda las palabras del arquitecto Antonio Jiménez Torrecillas: «Granada es fundamentalmente un paisaje. Negar una perspectiva en Granada es tan grave como demoler cualquiera de sus principales monumentos. Si Granada es fundamentalmente un paisaje no cabe duda de que el paisaje de mayor valor es el valle del Darro: el ecosistema más frágil y de mayor valor paisajístico que salva el declive entre la sierra y la llanura fluvial de la Vega del Genil. […] El tejido residencial se estratifica siguiendo el cauce del Darro, desde el siglo XIV al XXI. en tan solo 3200 metros. A lo largo de este itinerario podemos seguir una secuencia ordenada cronológicamente, en una sección en la que los estratos se suceden linealmente, de forma horizontal y no en vertical, como ocurre en una excavación arqueológica. […] La decisión de habitar la colina de la Alhambra hizo que desde el siglo XIII el Darro pasara de ser borde de la ciudad a convertirse en su eje central. Y ha sido precisamente la pequeña escala de este río lo que ha significado de forma natural su protección, pues fue esto lo que estructuró el crecimiento de la ciudad de Granada hacia las zonas llanas del Genil. […] El Darro fue cubriéndose a lo largo del tiempo, y la cubrición de la Acera del Darro en 1936 es el último tramo. Una reflexión actual sobre el río debe intentar comprender su alcance territorial para preservar hoy su cualidad de cordón umbilical de la ciudad con sus territorios inalterados».
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