Relaciones y analogías entre arquitectura textil y moda construida.
Escondido entre los libros de la biblioteca del arquitecto Antonio Jiménez Torrecillas (autor, entre otras obras, del proyecto para el Centro José Guerrero) se encontraba extraviado un pequeño cuaderno. Aparentemente vulgar, sin pretensión siquiera en su aspecto exterior, esta libreta guardaba entre sus páginas un texto inédito en el que Jiménez Torrecillas daba cuenta de algunas impresiones con motivo de su viaje a Mali. La llamada libreta de Mali ofrecía la visión del arquitecto sobre el misterio del viaje, sobre la lección de lo lejano, por contraposición al mundo cercano conocido. Se trataba de unos textos breves en los que arquitectura, filosofía y poesía se daban la mano desde una gran sencillez, un enorme pragmatismo.
Entre sus líneas una reflexión surgía con fuerza entre todas las demás: la relación posible entre territorio, casa, ropa y cuerpo. Cuatro etapas de la relación con lo exterior. Cuatro capas de protección con distinta entidad. El cuerpo, la piel, significaba un nivel de intercambio biológico, animal, pero también simbólico, con el entorno. Intercambio primario con aquello que, de alguna manera no somos nosotros. Con aquello que identificamos o podemos identificar con lo otro. Después de la piel, la ropa, en su sentido más amplio, marcaba la manera en que nos protegemos y nos mostramos. Con ella construimos la primera habitación donde habitar. También la construcción de nuestra propia imagen o identidad. Desde el cuerpo y la ropa aparecen ondas concéntricas que aumentan la resonancia de esta interrelación, ampliándola hacia la arquitectura y el territorio. Pieles superpuestas cada vez más lejanas y sutiles. Cada vez más remotas a nuestra propia piel. ¿Cabría entendernos sin atender a todas nuestras pieles? La unidad con el todo, a la que parece enfrentarse inevitablemente nuestra existencia, está hecha de esas capas superpuestas, intrincadas, crecientes.
Reflexiona Jiménez Torrecillas en torno a lo visto en Mali: «La eficacia constructiva que supone emplear un único material, la tierra, en paredes, suelos y techos, le confiere al conjunto una veracidad constructiva de primer orden, una identidad constructiva y espacial íntimamente ligada al lugar, a su paisaje y a las personas que lo habitan, a su vestimenta. Existe esa analogía entre estas montañas de tierra y sus paisajes, y la relación de los hombres y sus vestimentas: produciendo ventilaciones controladas, disoluciones precisas entre la ropa y la piel, protecciones adecuadas en las zonas más delicadas para los vientos de arena, en los oídos, ojos, nariz y boca, así como la protección de las altas temperaturas en la cabeza. Con cinco metros de tela se prepara toda esta protección».
La relación entre arquitectura y moda es un tema que el arquitecto y pensador Bernard Rudofsky trató en profundidad. La conexión entre arquitectura, moda, sociedad y política resulta esencial en gran parte del pensamiento de Rudofsky, para quien existían asombrosas similitudes entre la ropa y los espacios que habitamos. Analogías entre la incomodidad de la arquitectura y el mobiliario, o de todos nuestros comportamientos sociales, y las, en ocasiones, poco afortunadas pero bien establecidas ideas sobre cómo vestir nuestros cuerpos. La poesía de lo pragmático, es decir, el sentido común ligado a la naturaleza intrínseca de las cosas, de quiénes somos, biológica, social y culturalmente, se abre así paso en una reflexión que bien podría compartir Jiménez Torrecillas, para quien la correspondencia entre territorio, casa, ropa y cuerpo marca los ritos de comportamiento de toda una sociedad.
Del mismo modo que para Rudofsky carecía de sentido que la arquitectura contemporánea no tuviese en cuenta el sentido profundo del territorio, las cualidades definitorias de la tradición de un lugar o los materiales y las técnicas constructivas vernáculas, tampoco tenía sentido que la ropa no se amoldara al cuerpo o que el mobiliario no resultase ergonómico. La reflexión sobre el cuerpo humano, así como la esclavitud y tortura a la que, a veces, estaba sometido por los dictados de la moda, se pondría de manifiesto en Body Idols, donde en colaboración con Constantino Nivola se mostraba cómo los códigos y convenciones sociales llegan a deformar y maltratar el cuerpo humano mediante la ropa que utiliza. En su texto The Unfashionable Human Body, Rudofsky realizaría una contundente crítica a la presión social ejercida sobre los cuerpos, especialmente el de la mujer. Por último, la exposición realizada en 1944 en el MoMa de Nueva York, bajo el título de Are Clothes Modern? marcaría el camino hacia un cambio inteligente acerca de las ideas y convenciones de la vestimenta.
En torno a esta reflexión acerca de la relación entre territorio, casa, ropa y cuerpo, la diseñadora granadina Pilar Torrecillas (Pilar Dalbat) afirma que «desde el punto de vista de nuestro trabajo, es obvio que existe una relación, que no es sólo la utilidad de la prenda o su función de protección, que está determinada por el lugar en el que se vive. Igual que se puede hablar de un determinismo social, se puede hablar de un determinismo en el vestuario. El lugar en el que se vive marca una determinada necesidad, pero es algo que va mucho más allá y que está relacionado de alguna manera con la sociología, con el estilo de vida o con los grupos a los que queremos o no pertenecer y, sobre todo, con la forma interior con la que nosotros mismos nos vemos o queremos que nos vean. Y eso forma parte de un concepto de estética vital vinculado también con el espacio en el que vivimos: la forma en la que nos vestimos es muy parecida al espacio que nos rodea. Sería poco coherente vestir de una manera y habitar un espacio estética o conceptualmente opuesto. En nuestro caso concreto, el método de trabajo que hemos elaborado es un todo en el que se elige un espacio, un territorio, un edificio, un elemento patrimonial o arquitectónico para desarrollar una colección que cubre unos cuerpos y que se presenta precisamente en el espacio del que parte. Esa vinculación es un círculo completo en el que se va de un extremo a otro».
La historia de nuestra relación con lo exterior es la historia de la transformación de lo existente. Materia sobre materia que se produce y reproduce según las estructuras de lo real, con su lógica innata. Ecos que se reflejan en distintas escalas, desde la más cercana y aparentemente sencilla o abarcable, hasta la que casi rebasa el tamaño que podemos entender. La ropa como casa. La casa como territorio. El territorio como cuerpo. El cuerpo como ropa. La construcción de pieles sobre pieles marca la relación que existe entre la arquitectura y la ropa, entre la moda y la casa, entre el individuo y el territorio, entre los vestidos y las ciudades.
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