«Durante un paseo, inmerso en un libro o en mitad de un abrazo, despierto repentinamente en un crudo asombro ante todas las cosas. El mero hecho de la existencia me paraliza, mantiene mi mente en manos muertas. Estar vivo es tan increíble que todo lo que puedo hacer es tumbarme y respirar como buenamente puedo, como un bebé boca arriba en su cuna. Es imposible estar interesado en nada en particular mientras el sol refulge en lo alto o una brizna de hierba crece bajo mis pies. Dice Thoreau que “abandonaría todas las cosas que deben ser llevadas a término inmediatamente por escuchar el canto de la langosta”. […] No podría dominar ni describir cómo me siento en esos momentos».[1]
«Piiiiiii. Piiiiiii. Esto es insoportable. Piiiiiii. Caminar con prisas por un jardín plegado al ruido. Caminar bajo la lluvia robada y el terreno yermo. En serio… Ya… Basta. Basta. Qué necesario redescubrir lo básico y quedarse allí, respetando la pausa».[2]
Mientras la autoría del primer fragmento responde a Wilhelm Nero Pilate Barbellion, pseudónimo del escritor inglés Bruce Frederick Cummings y creador del Diario de un hombre decepcionado, el segundo es la transcripción entera del texto de Huir del centro, sellado en rojo sobre las páginas de azul Lagoon, como si la pareja aludiera a la colisión de presiones y temperaturas entre masas de aire que provocan las precipitaciones. Los poderes del entorno —no solo la actividad meteorológica— constituyen parte esencial de la poética del fanzine. El viento, el ruido, despuntes acústicos, accidentes ambientales, el polvo de la tormenta y otros derramamientos naturales prestan un servicio al sujeto cuando provocan la sobresaturación de sus sentidos. Tienen el potencial de liberarle un momento de una recalcitrante e incómoda ocupación de la conciencia, o de la estricta dimensión verbal, del razonable riesgo de instalarse durante demasiado tiempo en el logos y en sus operaciones. El arrebatado personaje de la obra exhibe púas cuando recibe las inclemencias del tiempo; su silueta, luego, se confunde con un campo de charcos. La artista, por medio de la utilización compulsiva de formas geométricas sencillas, nos emplaza a desencriptar la polivalente y silenciosa sencillez de los acontecimientos. ¿Son las púas el vello erizado del personaje, la última defensa de su cuerpo antes de que el logos se retire y descanse un instante de su dominio, la dilatación de los vasos sanguíneos o hiperactividad nerviosa? En el sistema pictórico-gráfico que propone Cynthia Alfonso, lo importante es contentarse con la sugerencia superficial y respetar que apela a la reacción de un cuerpo, a una respuesta de emisión involuntaria y visible, pero incognoscible, salvo para el mismo personaje.
Aduciré las pocas razones por las que prefiero defender la posibilidad específica de que Huir del centro, ya más que apreciado su esquivo y punzante estilo, sea un breve canto a la liberación de las operaciones mentales estrictamente discursivas, y me apoyaré en los síntomas. En primer lugar, queda delineada una experiencia catártica mediante la poesía a la que la autora recurre sobre la insuficiencia de la narración denotativa y de la categorización. Solo podríamos referirnos a la original acepción aristotélica de la catarsis si apuráramos e interpretáramos la exposición a los elementos como a la de una tragedia, así que nos contentaremos con la apelación al pathos y con la finalidad purgante de la experiencia que narra el fanzine.
El testimonio de Huir del centro nos interroga sobre el valor del territorio corporal que ocupa la actividad mental en virtud de su duración y condiciones. En el caso del fanzine de Cynthia Alfonso no parece que el sujeto se hubiera volcado hipnóticamente y por propia voluntad en un objeto de su interés, sino que había sido instalado en un corredor limitado de su propio ser, que había sido subyugado por los requerimientos del hábito. Arnheim sostiene que «no podemos percibir, comprender ni actuar sin trazar áreas limitadas en la continuidad del mundo»[3]; y este planteamiento, que aplica a la percepción visual, se presenta también muy convincente en lo tocante al pensamiento discursivo. Sin embargo, la permanencia en esa parcela excedía el tiempo de la indagación y la conciencia del personaje ya corría el riesgo de la hipotrofia, a juzgar por su hastío: «Basta» emite por duplicado, al contactar con lo banal, con lo que está desposeído y no representa poder alguno: con las zonas anónimas y perdidas que han sido horadadas por la injusticia (pues la naturaleza controlada del jardín está condicionada por el ruido, y más concretamente doblada, escindida, probablemente por algún acto arbitrario y artificial del raciocinio humano; la lluvia robada y el terreno yermo siguen la estela del arrebato).
Huir del centro se alinea cómodamente con la revisión del valor político del descanso que se está infiltrando en la cultura popular en los últimos años, con fuerte acento adquirido después de la crisis generalizada que supusieron la pandemia de covid-19 y las medidas de confinamiento para la población. Concisa, la poeta y psicóloga clínica pakistaní Sanah Ahsan nos acerca al posicionamiento que se está gestando:
«Como psicóloga clínica que ha trabajado en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido durante una década, he visto de primera mano cómo fallamos a la gente cuando reubicamos sus problemas como alguna clase de desorden mental o problema psicológico, con lo que despolitizamos su malestar».[4]
Recordemos que el liberto que esboza Cynthia Alfonso se lamenta por el perjuicio a la naturaleza. Sus observaciones no son neutrales ni su dolor ignora las abyecciones que circulan con libertad por el mundo. La recuperación de sí mismo tiene lugar cuando reconsidera su relación con las condiciones que le ultrajan a él y al mundo, pero no duda de la sensatez de su posicionamiento. En su popular libro 24/7, Jonathan Crary explica el ultraje a los ritmos de sueño que se gestan en el capitalismo y denuncia que
«En todas partes uno se encuentra con el sobreentendido complaciente y absurdo de que estos patrones sistémicos están para quedarse […] Caracterizar el estado de cosas actual —en realidad indefendible e insostenible— con alguna otra palabra que no sea el epíteto “inevitable” o “inalterable” es una herejía contemporánea». [5]
El fanzine, pues, es una urdimbre de flujos entre tres entidades: el personaje engullido y liberado por las fuerzas ambientales del mundo, una lógica insoportable que tortura al mundo, y ese mismo mundo en el que está incluido nuestro protagonista. Para terminar, conviene recuperar la interpretación de Bifo Berardi acerca de la poética de Friedrich Hölderlin para demarcar la importancia de la interacción —en este fragmento, «respiración»— en la vivencia del protagonista de Huir del centro:
«Hölderlin pertenece a esa dimensión del romanticismo alemán en la cual los lineamientos del idealismo toman forma a partir de la interrogación irónica sobre el ser. […] No es la historia (“Geschichte”), sino la inspiración (“Begeisterung”), el plano desde el que Hölderlin comprende la realidad. […] Él entiende que la trama íntima del ser es la respiración: el ritmo poético. Lo que quiero enfatizar aquí es el significado ontológico del ritmo, y señalar la fuerza fundacional de este concepto: el ritmo no se refiere tan solo a la emisión de la voz, al sonido de la materia, sino también a la propia vibración del mundo. El ritmo es la vibración más íntima del cosmos y la poesía es un intento de sintonizar con esa vibración cósmica, con la vibración del tiempo que va y viene».[6]
La poesía, el instrumento de preferencia de Hölderlin, exige por necesidad un ritmo de comprensión diferente al de la denotación estricta; no solo más dilatado, sino de reevaluación del imaginario propio y potencialmente errático. El siempre expansible sentido de cualquier palabra se hincha en la dirección del subconsciente de quien la usa, admite abiertamente la responsabilidad de hablar del objeto al que ha sido asignada como de la subjetividad que la manipula. El romántico alemán y Cynthia Alfonso comparten interés —acaso esperanza— por la incapacidad de prever el tiempo que necesitará invertir el sujeto al enfrentarse al redescubrimiento del mundo. Semejante interferencia ostenta el poder de romper, como el fuego, la complicidad sumisa con los esquemas temporales impuestos por la violencia que, como nos recuerda Crary, hizo delirar a sus súbditos con la alteración de la administración de luz solar sobre Siberia y el oeste de Rusia haciendo uso de cadenas de satélites.[7]
[1] (Traducción personal). Barbellion, W.N.P. (1919). The Journal of a Dissapointed Man. New York: George H. Doran Company. p. 181.
[2] Alfonso, C. (2022). Huir del centro. Sevilla: Último Mono.
[3] (Traducción personal). Arnheim, R. (1982). The Power of the Center: A Study of Composition in the Visual Arts. Berkeley, Los Angeles: University of California Press. p. 42.
[4] Ahsan, S. (6 de septiembre de 2022). I’m a psychologyst — and I believe we’ve been told devastating lies about mental health. The Guardian. Recuperado el 13 de septiembre de 2022 de https://www.theguardian.com/commentisfree/2022/sep/06/psychologist-devastating-lies-mental-health-problems-politics
[5] Crary, J. (2015). 24/7: El capitalismo al asalto del sueño. (P. Cortés-Rocca, Trad.). Barcelona: Ariel. pp. 58-59.
[6] Berardi, F. (2020). Respirare: Caos y poesía. (D. Bursztyn, Trad.). Buenos Aires: Prometeo Libros. p. 22.
[7] Crary, J. (2015). 24/7: El capitalismo al asalto del sueño. (P. Cortés-Rocca, Trad.). Barcelona: Ariel. pp. 15-16.
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