Desde principios de marzo nos estamos familiarizando con una retórica belicista que llama a la disciplina —para no desestimar el consejo de las autoridades sanitarias— y a la resiliencia como virtud de los valientes. Las figuras del soldado, la guerra y la victoria son persistentemente invocadas para insuflar ánimo y sensación de transcendencia. Desde el 28 de marzo el sector productivo ha abandonado sus labores iniciales y se dedica a las necesidades prioritarias, con lo que podemos hablar de «economía de guerra», por parafrasear al presidente del gobierno. Nuestra noción del hogar, como es de esperar en el contexto de una epidemia, no iba a librarse de la militarización del lenguaje dirigida, como poco, a aquella audiencia en cuya conciencia no ha impactado la gravedad de la situación, en perjuicio de aquellos de nervio fácil: «nuestra casa es una trinchera», se ha llegado a declarar en un programa matinal. A estas incitaciones solo pudo seguir un pensamiento no necesariamente reprobatorio: ¿y qué era antes mi casa?
Virginia Woolf nos ofreció en Una habitación propia una politización del hogar mucho más alentadora después de indagar en la influencia de las condiciones de vida de las mujeres en el desarrollo de sus capacidades. En este canto ensayístico que dedicó al hambre introspectiva de la psique femenina, dibujó puentes entre intimidad, tiempo y espacio propios. Defendió una nueva lógica de las relaciones domésticas y el derecho a la intimidad de las mujeres mediante la figura de la habitación personal, abrigo del ingenio y la reflexión, contrapeso ante el abanico de presiones y bretes del mundo exterior. «Nada hay más bello que el andamiaje de una casa en construcción», sentenció Marinetti, por contra, siempre a la zaga de los frutos de la mecánica, cuando se refirió al mundo de los cobijos en el Manifiesto futurista. Para nuestra sorpresa, las apreciaciones de Woolf y de Marinetti se encuentran en una generalidad. La escuálida fijación de los futuristas simbolizaba para ellos «la ardiente pasión por la metamorfosis de las cosas»; y si bien Woolf apuntó a los cambios en el sistema de relaciones sociales como consecuencia de la nueva situación de la mujer, cuando Marinetti expuso un anarquismo antitético en el que no encontramos más paso al frente que el del siguiente nivel de destrucción, ambos comprendían los espacios en función de las transformaciones que albergan y representan.
En sus investigaciones sobre la subjetividad de los habitantes de la periferia de Ciudad de México, Alicia Lindón destaca la popularidad de la expresión «tener algo propio» y la consideración de la vivienda como una propiedad legitimadora, indispensable para la integración social. No en balde, el hogar definitivamente poseído es el centro de mando de la resolución de las vulnerabilidades, desde las necesidades básicas a las complejidades en que sume la vida urbana. La percepción de control y el establecimiento de rutas rápidas y seguras para la satisfacción de las necesidades permite el reposo del pensamiento en nuevos horizontes. Lo que es igual, solo cuando se toma un centro se puede medir un diámetro, como solo se puede medir aquella superficie en cuya permanencia se tiene fe; y la permanencia de la superficie doméstica viene delimitada por la concurrencia de estos usos, sin los cuales solo hablaríamos de un refugio pasajero, nunca nada parecido al «primer universo» por el que recordamos a Bachelard.
Menos monumental que Erwin Wurm, Michaël Borremans trabajó con el enrarecimiento del refugio en The House of Opportunity a principios de siglo. Le debemos esa icónica caseta de rejilla, aséptica, reconfortante en su contundencia cuadrangular y angustiosa en el apretado módulo de su sistema respiratorio, que nos instila la duda de si caben en ella centenares de inquilinos o unos pocos alfileres. Con su virtuosismo pictórico nos acomoda en términos de luz y claridad representacional, pero encajona toda expectativa de comprensión de la escala, y con ella, nuestra tranquilidad. La caseta central de la instalación Junk GEO-DESIGN, del dúo Schimmel & Schweikle, nos remite a las declaraciones de Marinetti desde la sorna y la pulcritud fetichista con la que todavía se inserta el dispositivo electrónico en la sala de exposiciones. La recuperación y reproducción de elementos de atrezo destinados a su destrucción en películas pop estadounidenses suma irreverencia a la preocupación por la relación con los objetos en la narración cinematográfica. Una vez reconstruidos, la integración de estos objetos en un ínfimo esqueleto inoxidable los eleva de la vejación instrumental al protagonismo, en un eco de consonancia metodológica con La casa viuda de Doris Salcedo, en cuyos muebles, ora reparados, ora reformulados, pervive la memoria de las víctimas de los conflictos que experimentó Colombia a partir de los años ochenta. Los cambios irreversibles en sus estructuras por medio del ensamblaje o capas de cemento ligan con la muerte y el exilio. Salcedo opera con la explicación más trágica al abandono de las propiedades a su suerte. Y aunque de obligada mención en esta línea, huelga excederse en detalle sobre lo ya conocido de los avances espectrales de Rachel Whiteread, autora de casas fantasmales: nos basta con recordar un fragmento de su conversación con Ann Gallagher en el que explicó su reencuentro con el vacío. Recordando que trabajó con una cuchara en un curso de fundición en sus años universitarios, aludió a la mínima curva que confiere utilidad:
«[…] lo que resultó fue una cuchara sin su cucharidad. Había perdido la curva del interior de la cuchara, y esto me supuso una epifanía. Me di cuenta de que podía cambiar las cosas con gestos muy simples.»
«Home, sweet, salty, sour, bitter, home» se lee en una de las recientes aportaciones de Javier Jaén en sus redes sociales. Muchos ánimos se muerden estos días en todos los hogares, cuando antes una mayoría social podía reservarlos para los grandes talones de Aquiles. Nuevas siluetas del pavor y el aguante acompañan hoy al amor, al sueño y al apetito. La habitación propia cobra la visibilidad de un utensilio heroico. No sabemos con certeza por cuanto tiempo.
Bibliografía:
Lindón, Alicia. «El mito de la casa propia y las formas de habitar». Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2005, vol. IX, núm. 194 (20). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-20.htm> [ISSN: 1138-9788]
Woolf, Virginia. Pujol, Laura. (trad.) (2008). Una habitación propia. Barcelona: Seix Barral. ISBN: 978-84-322-1964-1
Marinetti, F. T., G. Gómez y N. Hernández (trads.) (1978). Manifiestos y textos futuristas. Barcelona: Ediciones del Cotal. ISBN: 84-7310-014-X
[Tate Talks] Rachel Whiteread in Conversation with Ann Gallagher | Tate Talks. 2018, 4 de noviembre. Recuperado de: <https://www.youtube.com/watch?time_continue=347&v=WPalyXFpFLE&feature=emb_logo>
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