En el punto de encuentro entre la formación y maduración de todo artista figura un lugar común: el del viaje a Roma. Esta transición ha sido constante en el llamado ciclo clasicista del arte, entre los siglos XVI y XIX, con grandes momentos que significaban la recuperación de cierto vínculo perdido entre el artista y una cultura entre visual y archivística, la del reconocimiento de la historia del arte en el espacio en que ésta ha tenido lugar.
José Guerrero pasó un breve período en Roma, durante un proceso de formación que, por equivocado, tiene un carácter de epígono, de cierre de un ciclo histórico y apertura de otra relación más contemporánea con otra ciudad, Nueva York, caracterizada por la velocidad, la simultaneidad, la multiplicidad, frente al carácter estático y contemplativo de los monumentos romanos.
La veduta, la vista romana, es tanto un momento de presentación del artista en un género centenario como una primera elaboración de la imagen urbana en la transición de contemplación a consumo como postal turística. Gracias al trabajo de cartógrafo del fotógrafo Fernando Maquieira, presentamos esta serie de Guerrero en Roma, contrastando los monumentos convertidos en bloques apilados de color con largas pinceladas de Guerrero con la fotografía actual de estos rincones urbanos. Las fotografías de Maquieira testimonian cómo la ciudad histórica es una imagen congelada, sin historia paradójicamente, pero también cómo Guerrero persiguió el camino de convertirse en uno de los últimos pintores académicos, aunque acabara siendo uno de los primeros expresionistas abstractos.
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