Conocido por sus libros Architecture without Architects, Streets for People y The Prodigious Builders, Bernard Rudofsky (1905-1988) ha sido un significativo teórico, diseñador y en ocasiones, un severo crítico de los progresos de la época contemporánea. Su influencia en el ámbito del diseño ha sido enorme, especialmente en lo que se denominó diseño socio-cultural comparativo.
Comisario de provocadoras exposiciones (como las realizadas en el Museo de Arte Moderno de Nueva York durante las décadas de los años 40 y 60), ha sido director artístico de revistas como Domus, Pencil Points o Interiors y profesor en universidades tan importantes como Yale, MIT o Waseda. Gran parte de su legado se conserva en archivos personales y puede ser consultado por los estudiosos en la Getty Foundation de Los Ángeles.
Como arquitecto, algunas de sus más destacadas creaciones se encuentran en Italia, Brasil y Estados Unidos y España. Su encuentro con nuestro país se producirá a partir de la década de los sesenta, momento en el que comenzó a visitar asiduamente nuestra geografía y a interesarse por las muestras de nuestra arquitectura popular.
Gracias a sus conexiones con José Guerrero en 1970-71 construyó la que sería su residencia/taller de verano en unas colinas situadas en el término de Frigiliana.
La Casa, que así era como el propio arquitecto denominó a la edificación, se levanta sobre un terreno muy escarpado con una variada vegetación autóctona, convirtiéndose en el eje a partir del cual Rudofsky desarrollaría toda su filosofía constructiva. Como señaló un crítico de la época: el propietario no sólo despreció la vieja costumbre de talar los árboles y nivelar el terreno sino que cuidó mantener el carácter rural del paisaje (
) y rechazó todos los rasgos suburbanos tan apreciados por los extranjeros: falsos céspedes, macizos de flores y setos herbáceos; arcos, cancelas, vallas y muros.
La Casa, testamento ideológico y vital de Rudofsky, ha sido definida como sensual y espartana a la vez. Está compuesta por una serie de volúmenes autónomos entrelazados por una serie de patios interiores y exteriores, pérgolas y terrazas que, adaptados a los diferentes niveles del terreno, respetan la presencia de pinos, olivos y algarrobos.
Impulsor de proyectos, libros y exposiciones, Rudofsky llegó a construir poco. Es precisamente la singularidad y escasez de su quehacer arquitectónico, lo que pone de manifiesto la importancia y urgencia de proteger este legado de gran valor.
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