Yale University Press acaba de publicar el volumen más comprehensivo dedicado al expresionismo abstracto hasta la fecha. Coordinado por Ellen G. Landau, Reading Abstract Expressionism. Context and Critique no sólo incluye una extensa colección de escritos de artistas, críticas contemporáneas e interpretaciones académicas, sino que sobrepasa en ambición e investigación a las recopilaciones de David y Cecile Shapiro, Clifford Ross y Francis Frascina.
La editora ha optado por dividir la información en décadas desde la gestación en 1940 hasta las dificultades en su reevaluación en 1990. Su índice reproduce de manera paradigmática las cambiantes apreciaciones y aproximaciones al expresionismo abstracto, así que más que una antología al uso, representa casi un resumen del enjuiciamiento, canonización y deconstrucción de la llamada primera vanguardia americana. Los capítulos se dividen en:
1940: La mitologización del movimiento, con declaraciones de artistas como Arshile Gorky, Gottlieb y Rothko, Motherwell, Newman y Rothko, y reacciones críticas de galeristas, conservadores y crítica, como John Graham, Edward Alden Jewell, Howard Putzel y Samuel Kootz.
1950: El establecimiento de la autoridad, con textos sobre artistas como de Kooning, Kline y Pollock y, de nuevo, las reacciones críticas que comienzan a redefinir el modernismo canónico a partir de ciertos aspectos muy específicos del expresionismo abstracto, como la americanidad en Clement Greenberg, el accionismo en H. Rosenberg y las reacciones de la prensa internacional a la exposición itinerante «The New American Painting», que, comisariada por Alfred Barr, concluiría en el MoMA en 1958 y demostraría el cordón umbilical que unía a las aproximaciones críticas de Greenberg y las primeras exposiciones colectivas internacionales de pintura de tipo americano. Contrasta dentro de estas breves citas, por ejemplo, el arrebato místico de la crítica barcelonesa, Mercedes Molleda, comparando la visión de las pinturas con la gracia divina de Las Moradas de Teresa de Ávila, con el pragmatismo del crítico berlinés Will Grohmann quien la considera una lucha condenada contra los elementos y la sociedad en su conjunto y un ejemplo de que vivimos en un estado de defensa.
1960: La consolidación del canon. Textos de historiadores reforzando el modernismo formalista, como H.H. Arnason, Robert Rosenblum, Michael Fried, Lawrence Alloway y los primeros intentos historizadores de Sidney Simon.
1970: Contextos Emergentes y Nuevas Lecturas. Aparecen las primeras exégesis jungianas sobre Pollock por Judith Wolfe, freudianas por Alloway y Kuspit, donde la pintura es un sistema de signos residuales y manifestación de lo simbólico en Rothko y Still, se consolidan los primeros tanteos entre el uso del apoliticismo del expresionismo abstracto por la política norteamericana durante la Guerra Fría de David y Cecile Shapiro, e incluso comienzan recuperaciones de etapas más oscuras, como el revival ingresiano de Arshile Gorky, de Kooning y Graham por Melvin Lader.
1980: Leyendo Nuevos Significados. Es el capítulo que mejor traduce el impacto de la teoría crítica en los estudios dedicados al expresionismo abstracto, destaca en especial las nuevas versiones de una historia social del arte alimentada por un marxismo no determinista y un feminismo combativo, como los textos de Ann Gibson dedicado a la retórica del expresionismo abstracto, el ya más que citado de Serge Guilbaut sobre la colisión entre la infraestructura cultural y la estructura política, el estudio de A. Deirdere sobre la creación del mercado y las nuevas versiones postcoloniales de un primitivismo filtrado por Nietzsche y la antropología estructuralista de Levi-Strauss en Barnett Newman, según estudia W. Jackson Rushing.
1990: Vuelta al origen, redefiniendo el expresionismo abstracto. Último capítulo, dividido en dos partes. En primer lugar, con diversos estudios contextuales. La marginalización del afroamericano en la concepción americana del artista-varón alienado de clase media, según el estudio magistral del pintor Norman Lewis realizado por David Craven, y de valores performativos, no biológicos ni esencialistas, de género, según Lisa Saltzman y Stephen Polcari, en su estudio cultural sobre la relación entre la bailarina Martha Graham y la cultura elevada. Este capítulo también destaca novedosas aproximaciones marxistas, caso de los estudios sobre la ansiedad, la impotencia y el individualismo de postguerra de Michael Leja, analizando la cultura «pop» del hombre autodestructivo del cine negro y de la literatura existencialista, y la disección de la ideología burguesa de Timothy J. Clark.
En segundo lugar, este capítulo apunta el inicio de una iconografía de lo invisible, como la representación de la vida, muerte y regeneración en la pintura de Clyfford Still por David Anfam y la temática judaica de Barnett Newman por Matthew Baigell, las transformaciones arcádicas en pesadillas de David Smith por Joan Marten, texto donde se descubre cómo David Smith extraía gran parte de su simbología de la obra de su compañera sentimental, la también casi desconocida escultora Dorothy Dehner. El volumen concluye con un texto de Rosalind Krauss de 1999 que señala la importancia de la inflexión conceptual del expresionismo abstracto como crisis del cuadro de caballete.
La editora acompaña este conjunto con una extensa bibliografía, quizá la mayor hasta la fecha, pero no, pese al gran trabajo realizado mostrando el constante cambio en valoraciones críticas, esto no es el volumen definitivo que muchos esperábamos. Ellen Landau no acaba por resolver puntos oscuros del expresionismo abstracto, sólo apuntados en el texto sobre los pintores Norman Lewis y Alfonso Ossorio , como la negación y obliteración de figuras europeas tales como José Guerrero, o Esteban Vicente, sumidas en la amnesia colectiva y académica.
hola es un onor para mi estar en esta pagina